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La Femeneidad


Enviado por   •  1 de Mayo de 2013  •  1.855 Palabras (8 Páginas)  •  315 Visitas

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LA FEMINIDAD

A primera vista distinguimos lo masculino y lo femenino a partir de diferencias biológicas en los caracteres sexuales primarios y secundarios. Pero la anatomía también nos revela una cierta bisexualidad, desde que cada sexo presenta los caracteres atrofiados del sexo opuesto.

Tanto a nivel anatómico como psicológico, suele equipararse lo masculino con la actividad, y lo femenino con la pasividad, pero muchas observaciones nos revelan que esto no es siempre así. No podemos decir que la mujer busque fines pasivos, pues puede ser muy activa buscando esos fines, ni tampoco que la mujer sea masoquista porque muchos hombres también lo son, habiendo en ambos un sojuzgamiento de la agresión que favorece la actitud masoquista.

El psicoanálisis, por tanto, no se propondrá decir qué es la mujer, tarea casi imposible, sino que buscará investigar cómo a partir de la disposición bisexual infantil surge la condición femenina. Veremos que la evolución que transforma a la niña en mujer es más complicada que en el varón, pues como luego explicaremos deberán cumplirse dos tareas adicionales.

La observación nos demuestra que la niña es regularmente menos agresiva y obstinada, y se basta menos a sí misma; parece tener mayor necesidad de ternura y es, por lo tanto, más dócil y dependiente. Quizá una consecuencia de ello es que pueda dominar más fácil y rápidamente sus excreciones, ya que la orina y las heces son los primeros regalos hacia los padres, y su retención la primera concesión que la vida infantil se deja arrancar. La niña es también más inteligente y abierta al mundo exterior, pero estas diferencias aquí no nos interesarán.

Las fases más tempranas de la evolución de la libido parecen ser comunes a ambos sexos. Aunque podríamos esperar en la niña un retraimiento de la agresión en la fase sádico-anal, ello no ocurre así. En la fase fálica siguen las coincidencias: pene y clítoris son fuentes de excitación sexual, y la vagina permanece ignorada por ambos sexos. Esta es la primera tarea extra de la evolución femenina: debe hacer el viraje del clítoris a la vagina (mientras que el hombre se mantendrá en el pene).

La segunda tarea es la siguiente: tanto en el niño como en la niña, el primer objeto amoroso es la madre, pero mientras en el varón sigue ella siendo el principal objeto amoroso, la niña deberá cumplir el viraje hacia el padre, durante la etapa edípica. En suma: la niña debe cambiar de zona erógena (clítoris a vagina) y de objeto (madre a padre). Debemos explicar ahora cómo ocurre este cambio de una fase masculina a una femenina.

Descartamos la ingenua explicación de que la mujercita siente atracción natural hacia el sexo opuesto, ya que por ejemplo durante varios años (antes del Edipo) la niña ha permanecido fijada a su madre, de su mismo sexo. Las relaciones libidinosas con la madre abarcan las tres fases: oral, sádico-anal y fálica, y en ellas la niña tiene impulsos tanto activos como pasivos, así como también ambivalentes (cariño y hostilidad). La actividad-pasividad se ve por ejemplo en la fase fálica, en la fantasía de hacerle un hijo a la madre, o tenerlo de ella. También aparecen fantasías de seducción, cuando por ejemplo la madre excita sexualmente a su hija en el momento de higienizarla.

Las fantasías encontradas en análisis de casos, donde la seducción provenía del padre, demostraron no tener una base en la realidad. Hay mucha riqueza e intensidad en las relaciones sexuales de la niña con su madre, pero esta vinculación está destinada a desaparecer, ya que la niña deberá orientarse finalmente hacia su padre. No se trata, sin embargo, de un simple apartamiento de la madre, ya que estará signado por odio y hostilidad hacia la madre, sentimientos e impulsos que podrán luego continuar el resto de la vida, o bien quedar compensados en alguna forma.

La niña reprochará a su madre, en primer lugar, el haberla amamantado poco tiempo (es decir le brindó poco cariño), pues siente que su primer alimento es inagotable y muy grande el dolor que le causa esa pérdida. Con el destete aparece también el miedo a ser envenenada, ya que la privación de leche la enfermaría. Otro reproche que surge es un nuevo bebé a quien le da la leche que dejó de darle a ella, así como los cuidados y atenciones dirigidos al nuevo ser. La niña abandona sus progresos en el control de las excreciones y se torna desobediente. El hecho de su eventual condición de primogénita y favorita no cambia las cosas, dado lo desmesurado de sus exigencias.

El niño varón también experimenta privación sexual en la fase fálica, cuando la madre le prohíbe el jugueteo con su órganos sexuales, de manera que estas decepciones, los celos y la seducción seguida de prohibición también se dan en el varón, pero sin embargo no son suficientes para apartarlo de la madre, por lo que tendremos que buscar un factor específico en la niña que produzca este apartamiento. Dicho factor lo encontramos en el complejo de castración: la niña hace responsable a la madre de su carencia de pene, y no le perdonará tal desventaja.

En el niño este complejo toma una forma diferente: al recordar las amenazas por jugar con sus genitales, surge el temor a ser castrado, ya que se sabe poseedor de pene. La niña, en cambio, al comparar su sexo con el del varón advierte que no tiene pene, se ve inferior y desea tenerlo (envidia del pene). Pero reconocer que no lo tiene no implica aceptar sin más esta situación de castrada: esta ansia por obtenerlo perdura por mucho tiempo, durante

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