Sentipensante
RamboRC30 de Octubre de 2012
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Cuenta Eduardo Galeano que los pescadores de la costa colombiana inventaron la palabra "sentipensante" para definir el lenguaje que dice la verdad. Por desgracia, estamos rodeados por un lenguaje que ni siente ni piensa ni dice la verdad.
Nuestras palabras nos definen pero también nos transforman, nos ayudan a crecer. Así que os propongo que construyamos un diccionario sentipensante entre todos, y para empezar sugiero la primera palabra: utopía.
ste trabajo pretende vivenciar situaciones sentimentales surgidas a diario en el aula de Educación Infantil y reflexionar sobre la forma de abordar los sentimientos en esta etapa fundamental para nuestras vidas.
Un texto de Eduardo Galeano nos ilumina sobre la necesidad de abordar los sentimientos unidos a los pensamientos:
«¿Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón.
Sabios doctores de Ética y Moral han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante para definir al lenguaje que dice la verdad». EDUARDO GALEANO: El libro de los abrazos.
La escuela ha cerrado sus puertas a los sentimientos, se nos dice, como si los pudiésemos dejar fuera. Recuerdo mis temores en los primeros días de escuela, la angustia ante el examen, mis miedos y mis alegrías, que todo hubo en mi dilatado proceso educativo. Lo cierto es que, los contenidos sentimentales, no se han trabajado explícitamente y, como consecuencia, se nos han colado, entre los dedos, los sentimientos no deseados.
En otro tiempo, lo importante era la conducta y el conocimiento. Creo que hemos avanzado cuando nos orientamos en busca del origen de la conducta: los sentimientos y actitudes que la genera. Dice José ANTONIO MARINA, de forma poética (1996) que «la cartesiana planta del conocimiento brota del humus cálido de la afectividad». Esto complica nuestra tarea, pero posibilita la solución de muchos interrogantes. La inteligencia, por tanto, no es mera racionalidad, sino que está atravesada por los sentimientos; por tanto, estamos obligado a integrarlos en la tarea educativa.
Los nuevos aires que corren nos obligan a trabajar, en infantil, contenidos sentimentales, pero no siempre acertamos en la forma de abordarlos. A menudo, programamos estos contenidos de forma sistemática, en proyectos muy razonados, al margen de la vida real de la niñez. Comenzamos a ver fichas en la que hay que colorear el niño que está triste o contento, mientras el alumnado se aburre como una ostra. Es necesario vivir los sentimientos, jugarlos y aprenderlos en situaciones educativas vivas, en las que aflore todo nuestro ser: conflictos diarios, riñas, miedos, actos de cariño, saludos, enfados, etc.; pero, sobre todo, es necesario hablar de ello. Dice Daniel Goleman en su best-seller Inteligencia Emocional que «la toma de conciencia de las emociones constituye la habilidad emocional fundamental, el cimiento sobre el que se edifican otras habilidades de este tipo, como el autocontrol emocional, por ejemplo».
CreO que, en el aula, surge una gran cantidad de situaciones en las que los sentimientos están enredados, y son estas situaciones las que debemos aprovechar para darles tratamiento educativo. Por ejemplo: mojar la cama puede ser un signo de salud, un síntoma de un problema emocional, una respuesta del cuerpo a un conflicto, una solicitud de ayuda, una resistencia a la dureza de la vida. Seguramente quiso expresar algo y no supo de otra forma. Comprender los sentimientos del niño, hablar de sus dificultades, preguntarle si quieren superarlo, y ayudarles a hacerlo, éste es el camino de respeto que lleva a la autonomía.
El silencio sobre algunos acontecimientos produce angustia. El lenguaje es el principal vehículo
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