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¿Debemos de sufrir?


Enviado por   •  4 de Octubre de 2016  •  Ensayos  •  709 Palabras (3 Páginas)  •  117 Visitas

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Cuenta una leyenda que, en una ocasión, una mujer budista acudió al templo con su hijo muerto. Su niño era una criaturita de seis años. Lo llevaba en brazos y, con lágrimas en los ojos, le gritaba a la imagen de Buda pidiendo que lo curase. Y el Buda le dijo que se lo podría traer de nuevo a la vida si ella le llevaba unas semillas de mostaza. Pero con una condición: debían ser semillas recogidas en la casa de alguna persona que no estuviera sufriendo ningún dolor desde el año anterior. La mujer dio un salto de júbilo y salió corriendo a buscar lo que se le pedía. Fue de casa en casa hasta que recorrió casi toda la Tailandia. Al poco tiempo volvió a Buda con las manos vacías. Pero esta vez ya no pidió la curación de su hijo. Había comprendido que no hay ningún hombre sin sufrimiento en esta tierra.

El día de hoy (13/09/15) las reflexiones giran en torno a la identidad de Jesús y a reconocerlo como salvador. Lo que llama mi atención en el Evangelio es una invitación al sufrimiento. Como creyentes tomamos esta invitación y la pregonamos como nuestra ¿pero estamos acaso convencidos de ello? ¿es mera apariencia? o ¿realmente estamos convencidos de que es así?

Al hacer estas preguntas no los estoy invitando a padecer como borregos en el matadero, es más bien una invitación a ver las cosas de una forma más positiva. Ver cada acontecimiento de nuestra vida con esperanza y fe.

¿A cuántos conoces tu que no estén sufriendo por algo? La mayoría de las veces nos da la impresión de que al vecino, al compañero de trabajo, al amigo o hasta a la misma familia le va mejor que a uno mismo. ¡Pareciera que a ellos la vida les sonríe, y las cosas les salen como las han planeado! tienen dinero, comodidades, buena reputación, excelentes amigos y muchas cosas más. Con esto afirmamos que tienen mucha suerte o que el destino los ha favorecido. Pero creo que nos equivocamos con este tipo de juicios, que a parte de erroneos y ligeros son precipitados. Hablando de ésta manera solo mostramos nuestra poca fe en la Divina Providencia y hacemos vívido el refrán de “el jardín del vecino siempre parece más verde.

Creo que esta gente aparenta ser “feliz”, lo que presenta a los demás son “caretas de felicidad” y no es que diga que no existen personas felices ¡claro que las hay! Más bien lo que quiero subrayar es que el sufrimiento existe y es parte de nosotros. Todos, absolutamente todos sufrimos. ¿Quién no ha tenido una enfermedad, un dolor o un accidente? ¿Quién no ha padecido una pena profunda por motivos económicos, familiares o espirituales? Y, además, ¡cuántos sufrimientos morales invaden, a veces de improviso, la casa de nuestra alma: pesares, tristezas, depresiones, fracasos, angustias, tribulaciones por tantísimos motivos! La listas de posibilidades es casi infinita…

Lo curioso aquí es que siempre nos toma por sorpresa. Nunca estamos preparados para recibirles cuando tocan a nuestra puerta. Pero cómo hacerlo en un mundo donde nos invitan a no sufrir, a evitar lo más que se pueda el dolor y el sufrimiento, hasta a evitar el mismo esfuerzo que implican las cosas por “evitar la fatiga” dijera Jaimito el cartero. Nunca podremos sobrellevar las grandes dificultades y menos estar preparados si no empezamos con las pequeñas cosas. Es tan grande nuestra cultura del “menor esfuerzo” que cuando nos toca vivir una tribulación no sabemos enfrentarla. Debemos de cuestionar ¿de qué manera estamos llevando la invitación de Jesús a sufrir y cargar la Cruz? Y mucho más cuando el “menor esfuerzo” se apodere de nosotros que pensamos que la mejor solución es comprar las píldoras para bajar de peso en lugar de hacer ejercicio o, hasta nos molesta no encontrar el control del televisor, sabiendo que tiene botones y lo podemos encender con tan solo dar un par de pasos hasta alcanzarlo. Debemos de dejar de buscar fórmulas mágicas que no existen y vivir el sufrimiento con espíritu cristiano. La invitación de Jesús es a no ver las cosas como Pedro, sino como Dios. A sufrir, teniendo la esperanza puesta en Dios. Será así que sufriremos y podremos ser felices al mismo tiempo.

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