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El Talmud


Enviado por   •  3 de Abril de 2014  •  2.464 Palabras (10 Páginas)  •  502 Visitas

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El Talmud ¿qué es?

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El Talmud

El Talmud ¿qué es?

“El Talmud es sin duda una de las creaciones literarias más sublimes de todos los tiempos.” (The Universal Jewish Encyclopedia.)

“[El Talmud es] uno de los mayores monumentos del pensamiento universal, un documento de tal densidad, riqueza y sutilidad que ha ocupado a eminentes cerebros durante más de mil quinientos años.” (Jacob Neusner, erudito y escritor judío.)

“El Talmud es la columna central [del judaísmo] que sustenta todo el edificio espiritual e intelectual de la vida hebrea.” (Adin Steinsaltz, talmudista y rabí.)

ES INNEGABLE que desde hace siglos el Talmud ejerce en el pueblo judío un influjo enorme. Pero, en contraposición con los elogios antes citados, se le ha tildado de obra demoníaca. En multitud de ocasiones, los decretos pontificios hicieron del Talmud él objeto de censura, confiscación y hasta autos de fe en las plazas públicas de Europa.

Ahora bien, ¿en qué consiste, exactamente, esta obra tan polémica? ¿Qué la singulariza entre los escritos judaicos? ¿Por qué se compuso? ¿A qué se debe su marcada impronta en el judaísmo? ¿Es relevante fuera del mundo hebreo?

Tras la destrucción del templo de Jerusalén en 70 E.C., los sabios de las academias rabínicas de todo Israel se consagraron durante ciento cincuenta años a la búsqueda de un nuevo fundamento que permitiera conservar las prácticas judías. Para ello, realizaron debates y luego consolidaron las diversas tradiciones de su Torah oral. A partir de aquella base, fijaron nuevos límites y requisitos para el judaísmo, dando orientación sobre cómo vivir cada día en santidad pese a estar privados del templo. Este nuevo ordenamiento espiritual se esbozó en la Misná, compilación realizada por Judá ha-Nasí a principios del siglo III E.C.

La Misná es una obra autónoma, que no trata de justificarse con citas bíblicas. Difiere del texto bíblico en su método de análisis e incluso en su peculiar estilo de hebreo. Cita decisiones rabínicas que influirían en toda actividad del vivir diario de los judíos del mundo entero. Jacob Neusner comenta al respecto: “La Misná pasó a ser la constitución de Israel. [...] Exigía la aceptación y el cumplimiento de sus preceptos”.

Pero ¿qué ocurriría si se pusiera en tela de juicio que los sabios citados en la Misná tuvieran tanta autoridad como la Escritura revelada? Los rabíes tendrían que demostrar que las enseñanzas de los tanaítas (maestros de la ley oral) que recogía la Misná estaban en perfecta consonancia con las Escrituras Hebreas. De ahí la necesidad de añadir comentarios. Entendieron que debían explicar y justificar la Misná, así como demostrar que había surgido junto con la Torah divina otorgada a Mohshe en el Sinaí. Los rabíes se vieron en la necesidad de probar que la ley oral y la escrita formaban una unidad de espíritu y propósito. Por consiguiente, en vez de constituir la última palabra sobre el judaísmo, la Misná pasó a ser una nueva base para el análisis y el debate de carácter religioso.

¿Cómo se originó el Talmud?

A los rabíes que asumieron esta nueva labor se les llegó a llamar amoraítas (“intérpretes” o “exegetas” de la Misná). En torno a un rabí eminente se organizaba una academia, en la que había un pequeño círculo de sabios dedicados a la discusión todo el año; las sesiones clave eran cada dos años, en los meses de Adar y Elul, cuando disminuían las labores agrícolas, lo que permitía que acudieran cientos de asistentes.

Adin Steinsaltz explica al respecto: “El jefe de la academia presidía las sesiones, sentado sobre una silla o sobre alfombras especiales. En las primeras filas estaban los académicos importantes, entre los cuales se contaban sus colegas o los alumnos sobresalientes, y detrás de ellos todos los otros estudiantes”. Luego añade: “El orden de los lugares se basaba en una jerarquía establecida con mucho rigor”. En cada sesión se recitaba primero un pasaje de la Misná; luego se comparaba con información paralela o suplementaria recopilada por los tanaítas, aunque ajena a la Misná, y tras esto se iniciaba el proceso de análisis. A fin de hallar la armonía interna entre las diversas doctrinas, se formulaban preguntas y se estudiaban las contradicciones. También se procuraba respaldar las enseñanzas rabínicas con textos de prueba de las Escrituras Hebreas o Tanakh.

Pese a estar bien organizadas, las discusiones eran intensas y a veces turbulentas. Según un sabio citado en el Talmud de Babilonia, en un debate saltaron “chispas” entre las bocas de los rabíes (Julín 137b). Steinsaltz señala que se seguía este método: “El jefe de la academia o el sabio que pronunciaba la conferencia ofrecía su propia interpretación de los problemas. Los académicos presentes solían bombardearlo con preguntas basándose en otras fuentes, los puntos de vista de otros comentaristas o en sus propias conclusiones lógicas. En algunas ocasiones, la discusión era muy breve y se limitaba a una respuesta inequívoca y concluyente. En otros casos, algunos de los estudiosos presentes ofrecían soluciones alternativas y se iniciaba un debate extenso”. Podían intervenir con libertad todos los concurrentes. Luego, los puntos esclarecidos en las sesiones se transmitían a otras academias para que los revisaran sus sabios.

Ahora bien, estas sesiones no se reducían a interminables debates legalistas. Además de temas jurídicos sobre las reglas y ordenanzas de la vida religiosa judía —denominados Halajá, voz que procede de una raíz hebrea que significa “ir” y que se refiere a la ‘senda que debe seguirse en la vida’—, se trataban otros asuntos —llamados Hagadá, de una raíz hebrea que significa “contar”—, como relatos sobre rabíes y personajes bíblicos, dichos de los sabios e ideas religiosas y filosóficas. La halajá y la hagadá se entremezclaban en los debates rabínicos.

En su obra El mundo del Talmud, Morris Adler comenta: “Un maestro sabio interrumpiría un largo y dificultoso argumento legal con una digresión de naturaleza menos gravosa y más edificante. [...] Encontramos así leyenda e historia, ciencia contemporánea y folklore, biografía y exégesis bíblica, homilía y teología entrelazadas en algo que, para alguien poco familiarizado con los métodos de las academias, parecería una curiosa miscelánea de desorganizados datos”. Para el académico, estas digresiones tenían una finalidad y guardaban relación con lo que se analizaba. La halajá

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