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La Suplicación.


Enviado por   •  24 de Mayo de 2012  •  2.537 Palabras (11 Páginas)  •  303 Visitas

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La suplicación.

No existe casi nada acerca de la suplicación, el instituto Moody de Chicago cuenta con 60 mil volúmenes acerca de la Biblia sin embargo no existe libro alguno que trate este tema.

El cielo es el lugar donde está el trono de Dios; los arcángeles y ángeles entran y salen continuamente; los querubines y serafines proclaman al rededor de este trono la santidad de Dios Ap. 4:8.

Ningún ser humano podría soportar la intensidad con que brilla la santidad de Dios, sin embargo, Dios nos ha revelado en su Palabra que el hombre mortal puede acercarse a este trono, y con valor perfecto hablar al que esta sentado en el trono y pedirle a aquel soberano del universo. ¿Te has puesto a pensar en las posibilidades de la oración?, ¿Qué significa para ti Mat. 21:22?

La oración es un instrumento tan poderoso que no hay persona que sea maestro de ella, tus llaves de la oración abren tantas posibilidades, que muy pocos hombres saben usarla plenamente y a pesar de todo esto, Dios nos contesta. En Stg. 5:16-18, tenemos uno de los más grandes ejemplos de la oración ferviente que es lo que vendrá a ser la suplicación. Esta se encuentra en el Nuevo Testamento 17 veces y procede de la palabra griega: “decís” que podría definirse como agonía del corazón o un llanto intenso que no le permita a Dios dejarnos hasta que Él haya cumplido la petición que hayamos hecho. Esta forma de oración debe ser intensa e intensiva por lo cual un creyente implora a Dios en un tiempo de necesidad especial 1ª Ped. 3:12; Sal. 34:15.

Pocos ejemplos hay en la Biblia acerca de la oración, pero suficientes como para ponernos a orar en dichos términos, uno de ellos es cuando Ana oró a Dios por un hijo, y fue tal la intensidad de su oración que se pensaba que estaba ebria en el templo. Ella anhelaba servir a Dios, quería un hijo que Dios pudiera usar, y la respuesta de Dios a esta mujer estéril fue el profeta Samuel 1ª Sam. 1:15-20. Otro ejemplo de suplicación lo encontramos en Lc. 1:13. La suplicación es un anhelo de ser bendecido, una lucha para recibir la bendición de Dios, es rogar a nuestro Padre celestial con la confianza de un hijo. La suplicación es como una campana en el cielo que tiene un cordón que toca la tierra y desde ahí tenemos que jalar con fuerzas para mover el badajo y llamar la atención de Dios. Los grandes santos de Dios se concentran en la suplicación, como un trabajo por el cual ellos podían obtener el poder de Dios.

Un ministerio de oración ferviente es un ministerio de poder, sin él un creyente o cualquier obrero tiene muy poco que dar a los demás; si queremos tener verdadero avivamiento tenemos que orar. Podemos decir con seguridad que con la suplicación cualquier cosa es posible Lc. 1:37.

Muchas veces estamos orando por cosas pequeñas, de muy poca importancia cuando deberíamos orar por grandes bendiciones; como decía una persona: “Estamos pidiendo por juguetes, cuando deberíamos pedir por continentes”.

Martín Lutero tenía un amigo del cual recibía una carta, donde le informaba que tenía una enfermedad de muerte. Al leer esto Lutero se volvió a Dios y suplicó en estos términos: “Señor, tú no puedes permitir que él muera tu sabes la importancia de su ministerio para nosotros”. Mas tarde contestó a su amigo aquella carta diciéndole que él había estando suplicando a Dios por su salud y que estaba seguro que lo sanaría, y así sucedió.

David Brainerd sabía como suplicar y oraba por las personas hasta que se salvaban.

Juan Knox, oraba a Dios de la siguiente manera: “Dame a Escocia o me muero”.

La madre de Hudson Taylor oró por la salvación de su hijo como sigue: “Señor, no pienso salir de esta habitación hasta que mi hijo Hudson sea salvo”. Tres horas después en la biblioteca de su casa nació espiritualmente un hombre que llevo a miles de chinos a Cristo.

Hay pocos ejemplos en el antiguo testamento que ilustran tan maravillosamente la suplicación como el encuentro de Jacob y Esaú; Esaú al verse robado de la bendición por su hermano, prometió matar a Jacob una vez muerto su padre, por lo cual Jacob tuvo que huir. Veinte años después Dios le dijo a Jacob que regresara a la tierra de sus padres. Cuando Esaú supo que Jacob estaba cerca salió a su encuentro con 400 hombres; y Jacob al enterarse de esto se puso a orar y clamar a Dios durante toda la noche, le recordó a Dios sus promesas y se humilló por completo Gén. 32:9-10 y luchó contra Dios no solo de una manera física, sino de manera espiritual, fue tanto el fervor y las lagrimas que acabó exhausto, aparentemente él no estaba listo para recibir la bendición, pero el clamó por ella de tal manera e intensidad que Dios lo bendijo diciéndole: “Has luchado con Dios y con los hombres y has vencido” Gén. 32:24-32. Tal vez Jacob no estaba listo para suplicar, pero él quería con gran intensidad “la bendición”, luchó tanto física como espiritualmente con lágrimas hasta que Dios lo tuvo que bendecir. La enseñanza es clara: debemos tomar la Palabra de Dios, presentarla delante de Él y orar hasta que Dios nos conteste Sal. 119:49-50.

Parte de esta suplicación es la humillación, muchos dicen que no es necesaria y afirman que solamente hay que hablar con Dios; que Él ya sabe lo que vamos a pedir, pero si no existe la suplicación ¿por qué existe Stg. 5:16-18?

El Nuevo Testamento está lleno de verdades acerca de la suplicación, por ejemplo Rom. 10:1. Pablo está describiendo su vida de suplicación por sus hermanos israelitas y a los mismos romanos les pide que oren por él, y le ayuden a suplicar Rom. 15:30.

Muchos cristianos que aman y conocen Fil. 4:6 ignoran la enseñanza que este versículo contiene, pero es claro que nosotros debemos aprender a orar y suplicar, y orar. Un buen ejemplo de suplicación fue el del Señor Jesucristo en el huerto de Getsemaní donde clamó intensamente Heb. 5:7; Lc. 22:39-46.

Debemos aprender a levantar nuestro corazón en oración rogándole a Dios que nos enseñe a alcanzarlo por este medio de gracia que Él nos dejó, la oración de suplica. ¡Un buen ejemplo!

Muchas bendiciones se perderán si nosotros no comprendemos la importancia de este mensaje. Es muy importante comprender de una manera práctica que la suplicación del hombre justo puede mucho. Sin embargo haya barreras que impiden a Dios contestar nuestras peticiones, sin importar con cuanta intensidad oremos:

1. Si no estamos perdonando las ofensas Mat. 5:21-25, 7:12, 18:15; Stg. 4:11-12, 5:9.

2. Si no estamos haciendo un esfuerzo para pagar nuestras deudas Rom. 13:8; Sal. 37:21; Lc. 19:13.

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