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Señor De Los Milagros


Enviado por   •  21 de Octubre de 2011  •  734 Palabras (3 Páginas)  •  624 Visitas

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El señor de los milagros

"En el año de 1651 en el valle llamado entonces Pachacamilla, había una cofradía de negros angolas: con tabiques sin cimientos, antes sí pasada de salitre por la humedad de una acequia contigua; uno de aquellos negros, de cuyo nombre no consta, sin saber pintar, pintó las imágenes de nuestro Señor Jesucristo Crucificado, de sus Santísima Madre y de Santa María Magdalena. La de nuestro Señor salió tan perfecta como hoy se mira: las otras dos no, y han necesitado retocarse.

Con el temblor del tres de noviembre de 1655, se removió toda la referida cofradía, a excepción de la pared en que estaban dichas imágenes sagradas, y pasados diez y seis años en que no tuvo culto alguno la de Cristo vida nuestra, sin embargo de conservarse ilesa de lluvias, soles, moscas y

Otros insectos provenidos de un canal inmediato, Andrés de León, vecino de aquel barrio, comenzó a darle culto con una pobre ramada, un poyo o grado de adobes al pie donde ponía sus flores y velas. Su Majestad divina le pasó este obsequio, sanándole de un chancro irremediable.

A este primer devoto siguieron no pocos vecinos, atraídos de los milagros que experimentaban; y vinieron a entablar los viernes en las noches un Miserere con música y algunas lamentaciones tiernas.

Por el desorden del concurso nocturno de los sexos, a instancia de D. José Laureano de Mena, cura de S. Marcelo, a quien tocaba el distrito, los dos tribunales, eclesiástico y secular, mandaron borrar las imágenes: pero viniéndose al hecho, no lo permitió el Señor. El pintor cayó desmayado de la escalera, poseído de temor. Repitió la subida de la escalera y le quedó el brazo sin acción, advirtiendo entre tanto que la imagen del Señor se ponía cada instante más hermosa y la corona más verde.

Dejóse, pues, la idea de borrarle por esto y porque de repente se oscureció el hemisferio, como si fuese una noche lóbrega, siendo aún las cuatro de la tarde y hubo un aguacero grande.

Con estas demostraciones extraordinarias de nuestro Señor se comenzó a pensar acerca de su imagen de otro modo. Se dispuso mejor darle culto en otra capilla pobre, cercada de esteras, donde el catorce de setiembre del mismo año se cantó la primera misa asistiendo a ella el Excmo. Sr. Conde de Lemus, Virrey, Tribunales y todas las sagradas Religiones.

Siendo preciso encajonar el tabique y darle los cimientos que no tenía, Fr. Diego Maroto dominicano y Manuel de Escobar, diestros alarifes, aseguraron no poder haberse conservado en pie aquél edificio sin un milagro. Al elevarse a alguna más altura para poderle hacer delante mesa de altar, los otros adobes se desunieron y desplomaron, menos los que ocupaban la pintura de nuestro Señor, que quedaron unidos como si fuesen de una pieza.

Con este culto prosiguió la devoción

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