Señor Jesús

Génesis 18:20-33

El Señor Jesús les dice a sus discípulos unas palabras mayúsculas, una declaración enorme con relación a quien ellos eran: “ustedes son la sal de la tierra”. En la tierra de Palestina la sal era muy importante pues se usaba para dar sabor a los alimentos, en los sacrificios y, como se menciona aquí, para preservar los alimentos. Era tan importante para la preservación que a los soldados romanos se les daba una porción de sal como pago (se llamaba salarium). De ahí viene nuestra palabra salario para nuestro pago.

El Señor estaba diciéndoles que ellos eran la sal de la tierra. Es decir, el elemento que preserva. Estaba diciendo que los discípulos, a través de su comportamiento, oración y testimonio tenían y tienen la capacidad de preservar este mundo, esta sociedad, las familias. ¿Esto es cierto? ¿No es muy pretensioso? La verdad, no. Cuando Dios iba a destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra le dijo a Abraham que no lo haría si encontraba al menos 10 personas justas en esos lugares.

Hay una gran responsabilidad puesta sobre los hombros de aquellos que han decidido seguir a Cristo. Nuestro comportamiento en esta sociedad corrupta, nuestras oraciones (palabras que salieron de la misma boca del Salvador) son la sal que los preserva. Nuestras vidas deben ser rectas y agradables a Dios en todo momento ya que esto repercute en lo que pasa a nuestros familiares que todavía no conocen a Cristo, amigos y el país en el que vivimos. Eres sal de la tierra, compórtate como tal.

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