Ciberactivismo

CRITICA AL CIBERACTIVISMO

Analizar críticamente una herramienta o un fenómeno, implica no solamente reconocer sus ventajas y desventajas, sino ser capaz también de considerar cualidades que pueden tener un valor ambiguo.

La primera característica de las redes de dispositivos tecnológicos como celulares y computadoras que salta a la vista, es su velocidad. Efectivamente, un mensaje de texto, una llamada o un e-mail se transmiten al instante de persona a persona, o a más de una persona a la vez, lo cual se traduce en una gran capacidad de reacción: frente a una situación disparadora, el tiempo necesario para organizar una respuesta puede llegar a ser muy corto.

La velocidad se complementa con lo que se ha dado en llamar viralidad. Un mensaje no se transmite solamente de una persona a otra, sino que existe la posibilidad, con poco esfuerzo, de que una sola fuente oficie distribuyendo a muchos receptores. Estos receptores, a su vez, son nuevos distribuidores, también a múltiples personas, generándose una difusión en abanico que, en pocos pasos, alcanza un número muy alto de personas.

El número de personas que estos dispositivos pueden alcanzar va en aumento. Claramente, si definimos el ciberactivismo no sólo a través de sus objetivos (“activismo”) sino también por sus medios (“ciber”), sólo podrán estar incluídos en él quienes poseen alguno de estos dispositivos y saben usarlos, que, por supuesto, no son todos. Teniendo en cuenta esto, hay otros medios, como la televisión, que son más masivos. Pero el uso de internet, tanto en computadoras como en celulares, va en aumento. En este sentido, la masividad crece y se va convirtiendo en otra ventaja.

El hecho de comunicarse tan fácilmente, permite borrar las barreras geográficas y contactarse con personas de lugares distantes. Esto posibilita la formación de grupos de personas que se reunen según sus intereses e intenciones. Estas redes representan una oportunidad de iniciativa individual por su modelo simétrico y horizontal, oportunidad para expresarse libremente sobre lo que a uno le resulte interesante, ya que no hay núcleos de decisión que restrinjan esta posibilidad. Con un poco de dedicación, esta libre expresión puede formalizarse en una propuesta de acción que, si suma adeptos, puede generar cambios, y todo esto naciendo a partir de una persona sin ningún poder jerárquico o económico diferenciado, que la ubique por encima del promedio de la población.

La facilidad y el relativamente poco esfuerzo que puede requerir una ciberacción, pueden ser tanto positivos como negativos. Positivo, en tanto la poca exigencia de esfuerzo facilita la adhesión: no hacen falta grandes despliegues, por lo que cualquiera puede hacer su aporte. Negativo, porque esta misma característica, a veces puede hacer que la adhesión sea poco participativa. Hacer clíck es sencillo, no requiere de mucho tiempo ni esfuerzo, pero eso no basta para lograr cambios, se requiere además construir alternativas e intentar llevarlas adelante.

En este punto resulta pertinente hacernos algunas preguntas: ¿Cuántas causas pueden apoyarse simultáneamente? ¿En cuántas ciberacciones puede dividirse el tiempo y la dedicación? ¿La multiplicidad de apoyos torna a estos menos profundos o comprometidos? ¿O el cambio en las formas abre la posibilidad de potenciar la propia capacidad de acción?

Por otra parte, en este contexto actual donde todo parece tender a la exhibición y al consumo, poner “me gusta”, reenviar un mail o publicar un mensaje, acordando así con un grupo que denuncia una situación, ¿no podría estar, en algunos casos, más relacionado con tener un perfil que dé cuenta de un interés por cuestiones socialmente valoradas, que con el genuino interés de cambiar algo? Es decir, a sabiendas de que mi perfil sera visto por otros usuarios de la red, ¿no podría pensarse como un intento de “vender una buena imagen” más que como un verdadero compromiso?

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