El Arado

EL ARADO

Los historiadores suelen estar de acuerdo en que los primeros agri¬cultores cultivaron sus semillas en parcelas que prepararon elimi¬nando la vegetación por incinera¬ción. Cubrían las semillas con la blanda ceniza que quedaba, y pronto se percataron, de que pri¬mero hay que roturar la tierra, si se quiere lograr un buen campo de cultivo. Al principio emplearon un sencillo palo para rastrillar el suelo, o un palo curvado que servía como azada.

En seguida se adoptó el arado en los fértiles campos del Próximo Oriente. Si se arrastra una azada, en vez de utilizarla para hender la tierra, se obtiene un surco rudimentario. Puede ser que la idea del arado surgiera de aquí. Pero, tanto si el arado se desarrolló a partir de una azada como de una pieza única de madera cur¬vada, como la empleada por -los primeros romanos, había de suge¬rir al hombre el empleo de anima¬les para tirar de él. El sencillo apero manual se convirtió en máquina, y la utilización de la energía animal constituyó un paso revolucionario en el progreso del hombre. Al arar mayor superficie podía cultivar más grano, y así facilitar la concentración de las gentes en poblados.

El primitivo arado rastrillo era apto para los suelos secos y quebradizos de la región medite¬rránea y del Próximo Oriente y aún se utiliza en dichas zonas. El arado rastrillo normalmente no servía para voltear la tierra; sólo la partía, dejando un canalón de suelo sin remover entre los surcos. Por tanto, era necesario arar de nuevo en perpendicular; de ahí que los campos en que se utilizaba aquel simple apero tuvieran for¬mas más o menos cuadradas.

Pero el arado rastrillo no era adecuado para la mayoría de terrenos del norte de Europa, donde llueve con mayor abundan¬cia que en el sur, y donde la tierra suele ser más dura. Aquí se requería un arado más pesado, que diera surcos verdaderos por donde pudiera discurrir el agua de lluvia, para eliminarla. Este arado pesado, la cárnica,1 apareció en el s. i d. G. en los valles alpinos italianos, y alcanzó su pleno des-arrollo en el s. vi en el centro y sur de Alemania. El efecto social de la cárnica se advierte en forma de una mayor concentración de población en el norte de Europa durante aquel período, seguida de una emigración del exceso de personal hacia regiones menos des¬arrolladas. Por tal razón, no sería desatinado imaginar una relación directa entre la aparición de la carruca y el movimiento migra¬torio de los anglosajones y daneses hacia el oeste y el sur. La carruca, con su pesada reja cortante y su gancho, que volteaba la tierra arrancada del surco, resultó una pieza muy rentable en los terrenos muy duros, siempre y cuando se dispusiera de suficiente energía para tirar de ella. La fuerza de tiro procedía de las yuntas de bueyes, emparejados adecuada¬mente; pero esto significó que un solo granjero no tenía

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