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Triunvirato


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  1.807 Palabras (8 Páginas)  •  304 Visitas

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TRIUNVIRATO

Un triunvirato (o bien en latín: triunvirātus) es una forma de gobierno ejercido por tres personas, normalmente aliadas entre sí. El nombre surgiría en la antigua Roma en el siglo I a. C., en la época de la república, ya que en ciertos tiempos se formarían alianzas para controlar el escenario político pero al dominarlo tres bandos con sus respectivos líderes, quedaría acuñado de esa forma, además serviría para diferenciarlo del duunvirato y del decenvirato que ya tenían siglos de existencia.

TRIUNVIRATO MEXICANO.

El triunvirato de Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Celestino Negrete.

El primer y desafortunado Imperio Mexicano duró apenas ocho meses desde la coronación de Agustín de Iturbide hasta su abdicación en febrero de 1823, provocada por los sucesivos levantamientos. Un nuevo congreso y un gobierno republicano eran las reivindicaciones de los Planes de Veracruz y Casa Mata; también una mayor autonomía de sus provincias habituadas, tras una guerra de 11 años, a regirse de manera casi autónoma. Se habían formado liderazgos, intereses, ligas y poderes de facto que no querían subordinarse al poder central.

Si el levantamiento producido a partir del Plan de Iguala tomó siete meses para triunfar, el iniciado por Santa Anna y secundado por Echávarri (a quien Iturbide envió, como había él sido enviado para acabar con Vicente Guerrero) le tomó apenas dos. El Plan de Casa Mata contó igualmente con la adhesión de Pedro Celestino Negrete, enviado también por el emperador a negociar con los rebeldes. El ejército todavía imperial (y hasta hacía poco realista), se unió en masa al pronunciamiento.

El congreso restituido por Iturbide antes de su abdicación nombró un Supremo Poder Ejecutivo bajo la forma de un triunvirato, en el que debían turnarse Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. Para sustituir a Bravo y Victoria, que no se hallaban en la capital, fueron elegidos Mariano Michelena y Miguel Domínguez.

El 8 de abril se declararon nulos el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, aunque se determinó que, por voluntad de la Nación, seguiríanse respetando las tres Garantías. Nicolás Bravo escoltó a su antiguo enemigo, el emperador a Veracruz, y por fin a la desembocadura del río de La Antigua, de donde partió al destierro en Italia. Bravo regresó después a la Ciudad de México, a tomar su puesto en el Triunvirato.

En tanto, comenzó el Supremo Poder Ejecutivo a ejercer como tal, procediéndose a nombrar ministros: Lucas Alamán en Relaciones Exteriores; Francisco Arrillaga, en Hacienda; Pedro de la Llave, en Justicia y Negocios Eclesiásticos, y José Ignacio García Illueca en la cartera de Guerra (murió al poco tiempo y ocupó su lugar José Joaquín Herrera). El Ejecutivo procedió a suprimir las capitanías generales establecidas por el emperador, sustituyéndolas por comandancias militares. Se liberó a los presos políticos y fueron declaradas nulas diversas disposiciones y órganos creados durante el breve reinado de Agustín I.

La corona imperial desapareció de la bandera y se comenzaron a emitir disposiciones hacendarias. De esos días datan prácticamente los primeros empréstitos contratados por la nación con casa extranjeras, principalmente inglesas, pues la situación económica no permitía hacer frente a ningún levantamiento, sostener un gobierno funcionando y menos pensar en levantar e impulsar la producción y la recuperación económicas. La administración, sin embargo, procuró allegarse fondos mediante la enajenación y venta de bienes de algunas órdenes y organizaciones religiosas, así como de la abundante producción del antiguo estanco del tabaco.

Cabe señalar diversos empréstitos contratados con casas inglesas, como Staples, Barclay o la Compañía de Londres, fueron concedidos en términos leoninos. Parte de esos fondos estaba constituida por armamento que, aunque comprado a precios exorbitantes, sirvió para contar con elementos que permitieran expulsar a la última guarnición española de San Juan de Ulúa dos años después. Adicionalmente, se pensó que esta medida aceleraría el reconocimiento de Inglaterra. Por último, el Triunvirato debió reconocer deudas contraídas durante la guerra y adquirir nuevos compromisos, medidas todas estas que apenas alcanzaron para sufragar un gobierno naciente en un país que despertaba y se reconocía como tal en medio de fracciones y diferencias profundas.

Se declararon estados libres y soberanos Oaxaca, Yucatán, Jalisco y Zacatecas, si bien el único territorio que se separó permanentemente fue el de Centroamérica en julio de 1823 (inicialmente con Chiapas, que en 1824 votó por pertenecer de nuevo a México). Los nuevos estados libres procedieron a convocar sus propios congresos provinciales y redactar constituciones locales. Formaron milicias para defenderse, e incluso algunos de ellos intentaron aliarse o federarse con otros.

Las rivalidades entre el centro y los estados se volvieron cada vez más virulentas. En este entorno, las diputaciones provinciales y el ejército exigieron un nuevo congreso, con objeto de elegir la forma de gobierno que más conviniera al país. El ministro de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, empeñado en una política centralizadora que diera estabilidad y gobernabilidad al país, lanzó tropas en contra de algunos de ellos, como Jalisco, donde la diputación provincial emitió en mayo un documento en el que desconocía los poderes centrales.

Su jefe político y anterior aliado de Iturbide, Luis Quintanar, convocó a los ayuntamientos a firmar actas en apoyo al federalismo. La condición impuesta al gobierno fue la de organizarse como una federación. Sin embargo, en un ambiente de caos y desinformación, había quienes lanzaban vivas al emperador y otros a la república. El asunto era que a nadie satisfacía el congreso producto del Plan de Iguala (situación lógica, cuando el mismo congreso había desconocido el Plan, los

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