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50 Sombras De Grey


Enviado por   •  25 de Marzo de 2015  •  14.985 Palabras (60 Páginas)  •  178 Visitas

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50 SOMBRAS DE

GREY

E. L. JAMES

1

Me miro en el espejo y frunzo el ceño, frustrada. Qué asco de pelo. No hay manera

con él. Y maldita sea Katherine Kavanagh, que se ha puesto enferma y me ha

metido en este lío. Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son

la semana que viene, pero aquí estoy, intentando hacer algo con mi pelo. No debo

meterme en la cama con el pelo mojado. No debo meterme en la cama con el pelo

mojado. Recito varias veces este mantra mientras intento una vez más controlarlo

con el cepillo. Me desespero, pongo los ojos en blanco, después observo a la chica

pálida, de pelo castaño y ojos azules exageradamente grandes que me mira, y me

rindo. Mi única opción es recogerme este pelo rebelde en una coleta y confiar en

estar medio presentable.

Kate es mi compañera de piso, y ha tenido que pillar un resfriado precisamente

hoy. Por eso no puede ir a la entrevista que había concertado para la revista de la

facultad con un megaempresario del que yo nunca había oído hablar. Así que va a

tocarme a mí. Tengo que estudiar para los exámenes finales, tengo que terminar un

trabajo y se suponía que a eso iba a dedicarme esta tarde, pero no. Lo que voy a

hacer esta tarde es conducir más de doscientos kilómetros hasta el centro de Seattle

para reunirme con el enigmático presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Como empresario excepcional y principal mecenas de nuestra universidad, su

tiempo es extraordinariamente valioso —mucho más que el mío—, pero ha

concedido una entrevista a Kate. Un bombazo, según ella. Malditas sean sus

actividades extraacadémicas.

Kate está acurrucada en el sofá del salón.

—Ana, lo siento. Tardé nueve meses en conseguir esta entrevista. Si pido que

me cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces las dos

estaremos graduadas. Soy la responsable de la revista, así que no puedo echarlo

todo a perder. Por favor… —me suplica Kate con voz ronca por el resfriado.

¿Cómo lo hace? Incluso enferma está guapísima, realmente atractiva, con su

pelo rubio rojizo perfectamente peinado y sus brillantes ojos verdes, aunque ahora

los tiene rojos y llorosos. Paso por alto la inoportuna punzada de lástima que me

inspira.

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—Claro que iré, Kate. Vuelve a la cama. ¿Quieres una aspirina o un

paracetamol?

—Un paracetamol, por favor. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo

tienes que apretar aquí. Y toma notas. Luego ya lo transcribiré todo.

—No sé nada de él —murmuro intentando en vano reprimir el pánico, que es

cada vez mayor.

—Te harás una idea por las preguntas. Sal ya. El viaje es largo. No quiero que

llegues tarde.

—Vale, me voy. Vuelve a la cama. Te he preparado una sopa para que te la

calientes después.

La miro con cariño. Solo haría algo así por ti, Kate.

—Sí, lo haré. Suerte. Y gracias, Ana. Me has salvado la vida, para variar.

Cojo el bolso, le lanzo una sonrisa y me dirijo al coche. No puedo creerme que

me haya dejado convencer, pero Kate es capaz de convencer a cualquiera de lo que

sea. Será una excelente periodista. Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente

y guapa. Y es mi mejor amiga.

Apenas hay tráfico cuando salgo de Vancouver, Washington, en dirección a la

interestatal 5. Es temprano y no tengo que estar en Seattle hasta las dos del

mediodía. Por suerte, Kate me ha dejado su Mercedes CLK. No tengo nada claro

que pudiera llegar a tiempo con Wanda, mi viejo Volkswagen Escarabajo.

Conducir el Mercedes es muy agradable. Piso con fuerza el acelerador, y los

kilómetros pasan volando.

Me dirijo a la sede principal de la multinacional del señor Grey, un enorme

edificio de veinte plantas, una fantasía arquitectónica, todo él de vidrio y acero, y

con las palabras GREY HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas

acristaladas de la entrada. Son las dos menos cuarto cuando llego. Entro en el

inmenso —y francamente intimidante— vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca,

muy aliviada por no haber llegado tarde.

Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe amablemente

una chica rubia, atractiva y muy arreglada. Lleva la americana gris oscura y la

falda blanca más elegantes que he visto jamás. Está impecable.

—Vengo a ver al señor Grey. Anastasia Steele, de parte de Katherine Kavanagh.

—Discúlpeme un momento, señorita Steel —me dice alzando las cejas.

...

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