Carta A Un Hombre Abusivo
China20.1117 de Marzo de 2015
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Eres un hombre abusivo. Tal vez no lo sabes, tal vez lo intuyes pero lo niegas. Tal vez eres muy bueno excusándote, subjetivizando, trivializando tus ataques. Todo el tiempo te sientes provocado, tú no quieres ser violento, despectivo, vulgar, pero te fuerzan, esas piernas largas descubiertas, esa incapacidad de ella para cumplir con lo que se le dice que haga, esa ridícula actitud de creer que puede hablarte de igual a igual, son claras provocaciones. Por eso disfrutas su sumisión y voz baja. Cómo te excita el miedo en sus ojos, verla reducida, temblorosa, abatida, te calienta la sangre.
Tal vez no has golpeado todavía su mejilla, sólo su orgullo. No eres un depredador obvio, tus daños son siempre colaterales. Tu trabajo es lento y minucioso. No saltas encima de la presa a engullirla, solo la hieres y disfrutas verla desangrarse, perdiendo la vida de a pocos. Te encargas de menospreciar su talento, sus cualidades. La privas de toda profundidad y la vuelves un objeto, una muñeca de carne y hueso que manipular, un lugar donde vaciar tus frustraciones e inseguridades. Su crecimiento te recuerda tu pequeñez, su brillo es un reflector sobre tus imperfecciones. Sabes que no eres mejor y eso te vuelve loco. Sabes que tu fuerza se alimenta de su debilidad, que mantenerla con la cabeza gacha, mirando el suelo, es la única manera de que no vea lo alto que puede llegar. Tu imperio, tu poder sobre ella está basado en el supuesto de que no será capaz de querer más, de pedir más. Su silencio es tu victoria.
Eres un hombre abusivo desde el primer adjetivo denigrante que usas para calificarla hasta el día en que tu mano atraviesa su rostro, implacable. Lo eres mientras tratas de explicarle que fue un arranque, un impulso, un desliz. Lo eres mientras la llenas de cariño y disculpas, de promesas vanas y compromisos de cambio. Lo eres porque no te arrepientes, porque sientes en el fondo que se lo merecía, que se lo buscó.
Eres un hombre abusivo porque no sabes querer, porque para ti el amor es propiedad, es dominio y no libertad. Tal vez esto lo viste en casa, de pequeño, en un padre que disfrazaba al terror de respeto, que bombeaba su autoestima con alcohol, que estableció desde muy temprano cuál era el “sitio” de la mujer. Tal vez te lo enseñaron aquellas mangas largas que siempre usaba tu madre, ocultando las huellas del forcejeo, la palidez de su rostro cuando escuchaba a tu padre abrir la puerta, el repertorio de excusas que tenía para justificarlo, cómo siempre tuvo palabras para defenderlo a él pero nunca para defenderse a ella misma y cómo el miedo que él le infundía no era mayor, al miedo paralizante de llegar a perderlo. Puede que por ello no sepas, no entiendas cómo amar a una mujer, o peor aún, no sientas que es necesario hacerlo. Puede que para ti el amor solo sea sinónimo de debilidad.
Y debo decirte, hombre abusivo, que es cada vez más complicado ser como tú. Vives ahora en mundo que ha ido despertando, donde el “sexo débil” ya no existe, porque más importante que la fuerza física es la fuerza de voluntad. Este mundo se ha ido llenando de mujeres guerreras, potenciadas, decididas, autosuficientes, que rechazarán tus agravios con dureza y te devolverán el favor, que no andan esperando tu confirmación y visto bueno para decretar lo que quieren, lo que son. Mujeres que no te convienen, porque no se quedarán calladas, porque podrás herirlas pero no victimizarlas, porque sabrán ver a través de tu pedantería machista, como si fueses un cristal, descubriendo así tus flancos e inseguridades.
Has perdido, además, tu status quo, tu patriarcado, tu inmunidad social. Estás en la lista de los más buscados. Tu abuso podrá cometerse en privado pero ahora se enjuicia en público. Te irá tocando, poco a poco ser el que duerma intranquilo, apretando los dientes, preguntándose si el silencio es paz o suspenso.
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