Como Hacer Un Ensayo
Kestler22 de Noviembre de 2012
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ENSAYO
Este tipo de texto es el producto de una reflexión acerca de un tema, por lo que el alumno tiene la libertad de incluir sus opiniones y puntos de vista. De acuerdo con Del Río (2000) no hay una forma específica de escribir ensayos, sino que depende del propósito que se quiere lograr, el tema y la información disponible. Su extensión también es variable.
En el ensayo no se agota el tema, por eso quien escribe un ensayo “a lo máximo que aspira es a persuadir al lector de una tesis particular” (Vásquez Rodríguez, s.f.). Aunque su estilo es más libre, cuando el alumno afirma o plantea una idea requiere sustentarla, por lo que debe apoyarse en materiales de autores relevantes para el tema de su ensayo. Incluso, en muchos casos, el ensayo es una reflexión “a partir de la reflexión de otros” (Vásquez Rodríguez, 1998, p.1).
Los pasos mínimos para escribir un ensayo son (Del Río, 2000):
• Seleccionar el tema o tesis a argumentar.
• Buscar información.
• Organizar la información recopilada.
• Acopiar ideas y generar un esqueleto del ensayo (decidir los subtemas a tratar).
• Redactar.
• Revisar lo escrito y corregir.
• Elaborar la versión final.
Estructura el ensayo, aunque no es rígida puede contener lo siguiente:
a) Introducción
b) Cuerpo o desarrollo (argumentación)
c) Conclusión
d) Referencias (bibliografía)
a) Introducción
En esta parte el autor trata de atrapar al lector. Plantea un problema o situación a explorar, destaca la importancia del tema sea científico, filosófico, literario, político, etc., y deja claro cuál será en lo sucesivo su posición con respecto al tema. Puede indicar el orden o puntos a tratar en su investigación, y así delimitar sus alcances. Finalmente propone una tesis o hipótesis, que es la posición concreta sobre el tema, (la posible solución al problema que planteó), la cual defenderá y demostrará a lo largo del ensayo.
b) Argumentación (cuerpo o desarrollo)
En esta parte el autor trata de sostener su tesis o hipótesis que planteó en la introducción. De esta manera, se preocupa por demostrar y convencer su posición personal a través de sus propios razonamientos lógicos y citando autores que apoyen algunos de sus argumentos.
c) Conclusión
En esta parte el autor toma la precaución de no dejar aspectos sueltos del tema tratado, cerrando con un resumen, resultados, incluso puede darse el caso de dar propuestas. Es conveniente que al concluir se tenga cuidado de mantener la misma fuerza discursiva que se tuvo en la introducción y en la argumentación.
d) Bibliografía (referencias)
En esta parte se ordenan alfabéticamente todos los textos (libros, revistas, páginas de internet, periódicos, videos, artículos, etc.) empleados y citados en el ensayo.
EJEMPLO DE INTRODUCCIÓN:
HARVEY COX -- LA RELIGIÓN EN LA CIUDAD SECULAR. Hacia una teología postmoderna
Introducción
La religión retorna a la Ciudad Secular (fragmento)
El presente libro trata del inesperado retorno de la religión como una poderosa fuerza social en un mundo que, para muchos, estaba dejando atrás a la religión. Es un libro acerca del lugar que la religión ha venido a ocupar en la era moderna y del papel que debería desempeñar en el mundo postmoderno que está naciendo. Escribo como teólogo. Y al hacerlo, acepto que la teología es una disciplina pasada de moda que no trata únicamente de lo que es, sino también de lo que debería ser. Evidentemente, los teólogos no poseemos el monopolio del estudio de la religión. También los historiadores, los sociólogos, los psicólogos y los psiquiatras se mueven libremente por su sagrado recinto. Pero existe una diferencia. Cuando los antropólogos y los sociólogos pasan, como suelen hacerlo, del diagnóstico a la receta, de contarnos lo que es la religión a aconsejarnos lo que debería ser, debemos preguntarnos qué visión normativa de la religión y qué perspectiva acerca de la relación de ésta con el mundo secular informan su receta; de dónde han tomado sus criterios preceptivos y reguladores. Tan pronto como ellos comiencen a responder a estas preguntas, habremos dejado la ciencia social y habremos pasado al terreno de la teología.
La teología es an-apoiogéticamente prescriptiva. No pretende ser neutral o desapasionada. Los teólogos se inspiran en las creencias de una determinada tradición para sugerir una línea de acción, una respuesta apropiada, un modo de vida acorde con lo que la fe enseña. La teología puede estar equivocada; lo que no puede ser es evasiva.
En este sentido, pues, el presente libro no es simplemente un libro acerca de la religión en el mundo postmoderno, sino que presenta una cuestión teológica en tres partes:
La. primera consiste en que, con la desaparición de la edad moderna, también ha pasado la época de la «teología moderna» que trataba de interpretar el cristianismo frente al fenómeno de la secularización. Ahora se requiere un enfoque teológico fundamentalmente nuevo.
La segunda consiste en que los rudimentos esenciales de esa nueva teología no necesitan ser totalmente inventados, sino que ya están apareciendo de la mano de pujantes movimientos religiosos antimodernistas. Lo único que hace falta es discernirlos, clarificarlos y articularlos.
La tercera, sin embargo, consiste en que esos componentes indispensables de la teología venidera sólo podremos reunidos si somos capaces de valorar y emplear los logros de la teología moderna, incluida la teología «liberal», en lugar de invalidarlos. Si yo escribo, no es para enterrar la teología moderna, sino —al menos en cierta medida— para elogiarla o, cuando menos —y tomando ejemplo del coraje con que ha sabido hacer frente al mundo moderno—, para aprender cómo deberíamos empezar nosotros a hacer frente a su postmoderna sucesora.
Pero ¿de dónde provienen los recursos para elaborar una teología postmoderna? La tesis que defiendo en este libro es que dichos recursos no van a provenir del «centro», sino de la base y de los extremos. Van a provenir de aquellos sectores del moderno «edificio social» que por diversas razones —que habitualmente tendrán que ver con la clase social, o con el color de la piel, o con el sexo— se han visto arrojados a los pisos inferiores y se les ha privado de la posibilidad de contribuir a la formulación de la visión religiosa del conjunto de dicho edificio. Van a provenir de aquellas zonas del mundo que los geopolíticos clasifican como la «periferia», regiones a las que, además, se ha excluido de la participación\ en los centros de elaboración del discurso teológico moderno, localizados en el marco político y cultural occidental.
ENSAYOS EN SUS 4 PARTES: INTRODUCCIÓN, ARGUMENTACIÓN, CONCLUSIÓN, BIBLIOGRAFÍA.
La muerte símbolo de antihumanismo
A mi me corresponde cantar,
y cuando venga la muerte, sea bienvenida.
La cigarra
Después de una caminata a través del ensayo de Schopenhauer sobre La muerte, podemos pensar que la muerte es una cuestión o concepto que siempre se le escurrirá al humanismo. Desde la visión humanista (sea vulgar, eclesiástica o erudita) la muerte siempre concluirá en un ofuscamiento o dolor para el individuo, es decir, ese individuo (o ‘ser’ según el humanismo) en su intento de comprender ese fenómeno de la muerte trazará toda una existencia ensimismada en su porvenir, al final toda su reflexión estará sostenida en la preocupación por su individualidad, apareciendo en ello algunas de las facetas del humanismo: la superioridad y la centralización-salvación en el hombre.
Sin embargo, al repasar dicho ensayo percibimos que la muerte aparece como un símbolo de antihumanismo. Esto queda latente a partir de dos concepciones que se manejan sobre la muerte: como destrucción de la individualidad y como jugueteo de la naturaleza.
Al destruirse ese concepto (conciencia) de individualidad mediante la muerte, es decir, ese “torrente de ideas pobres, estrechas, terrenales y cuidados sin cuenta” (Schopenhauer, 1998: 288), [Cita textual corta] se rompe con toda añoranza de inmortalidad y de esperanzas salvíficas. Ante esto, el hombre es despojado del deber (o necesidad) de salvarse, incluso se le arrebata su memoria, su necesidad ha sido devorada ya por la muerte, por lo que si aparece será sólo como ese tedioso y débil afán de inmortalidad-individualidad.
Ahora si la muerte se visualiza como ese jugueteo de la naturaleza, nos presenta un mundo donde el hombre deambula sin corona y su reinado presente o futuro ha terminado o simplemente hace más notable su grotesca ilusión de soberanía. Por tanto el hombre, finalmente pierde exclusividad tanto de especie como de esas características que lo definen y lo diferencian (razón, técnica, etc.), pues las circunstancias que podrían pensarse provocan ese juego de la muerte no están en lo que es, hace o representa el ‘ser humano’, este juego más bien es de azares igual le toca al hombre x como al perro x: “…la naturaleza… Dice que nada le importan la vida o la muerte del individuo, y esto lo expresa entregando la vida del animal y también la del hombre a menores azares, sin hacer ningún esfuerzo para salvarlos” (Schopenhauer, 1998: 289), [Cita textual corta] de esta forma, nadie se lo gana ni como castigo ni como gloria, sólo es parte de ese vaivén de la naturaleza, no hay razón, causalidad, ni méritos que determinen o
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