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Discurso De La Corrupcion


Enviado por   •  21 de Agosto de 2014  •  2.544 Palabras (11 Páginas)  •  436 Visitas

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Comenzamos con una cita:

a mí la / a mí no me gustan / los que pensamos que / el dinero es para vivir / y no sencillamente / para que no sea un problema / para / para vivir / y tratar de generar las circunstancias para que todo el mundo / pueda vivir exactamente igual / tenga las mismas oportunidades / para vivir exactamente igual / a mí las situaciones de la tentación / no me gustan / no me gustan nada / me parecen sencillamente incompatibles / en general / con cualquier circunstancia de la vida / e incompatibles / incompatibles también / o más incompatibles todavía / en unos momentos como los que estamos viviendo en nuestro país /

Carlos Floriano es Vicesecretario general de Organización del Partido Popular y esta es su respuesta a una pregunta que le hicieron recientemente en ‘Los Desayunos de TVE’ sobre el estilo de vida lujoso y extravagante de Miguel Blesa. Para quienes no lo sepan, Blesa es el expresidente del Consejo de administración de Caja Madrid y actualmente está imputado por dos casos: el primero está relacionado con su posible implicación en la compraventa del City National Bank of Florida, una operación que tuvo lugar en 2008 y que pudo acarrear a Caja Madrid unas pérdidas de hasta 500 millones de euros; el segundo se refiere a los créditos irregulares valorados en más de 25 millones de euros que fueron concedidos en 2010 al Grupo Marsans, una empresa multinacional dedicada al sector turístico.

Podría decir muchas cosas acerca de estas palabras, sobre todo lo difícil que es entender lo que Floriano está tratando de decir. Por ejemplo, ¿qué quiere decir con “tratar de generar las circunstancias para que todo el mundo pueda vivir exactamente igual [y que] tenga las mismas oportunidades para vivir exactamente igual”? ¿Es esta una nueva política del PP, una que parece alejarse del neoliberalismo exhibido por este partido con tanta firmeza y obstinación en los últimos años? No lo creo. Será que Don Floriano se ha expresado mal en esta ocasión.

Por otra parte, tengo la sensación de que está protestando demasiado, intentando distanciarse y distanciar a su partido de alguien que durante años mantuvo relaciones muy estrechas con muchos de los miembros más prominentes del PP, y nada menos que con el expresidente José María Aznar. De esta manera también hay aquí un cierto cinismo que ha llegado a caracterizar las declaraciones públicas de los políticos del PP. De hecho, el cinismo y su otro compañero de viaje, la mendacidad, han llegado a constituir dos elementos clave del libro de juego del PP para aquellas ocasiones en las que a un representante de este partido se le pregunta sobre los casos de corrupción en su partido, que son tan abundantes actualmente. Tal vez el caso más famoso se conoció el 25 de febrero de 2013, cuando María Dolores de Cospedal, Secretaria General del partido, intentó explicar por qué el PP había seguido pagando a su ex tesorero Luis Bárcenas un sueldo mensual de 21.300,08 euros, si bien afirmaba que había terminado su contrato más de dos años antes. Seguramente, muchos de los lectores de este texto recordarán que Cospedal explicó esta anomalía de la siguiente manera:

fue una indemnización indef / en diferido / en forma / efectivamente / de simulación / simulación / o lo que hubiera sido en diferido / en partes de una / de lo que antes era una retribución …

En los medios de comunicación se ha escrito y dicho mucho acerca de declaraciones como esta y la de Floriano anteriormente citada. Por ejemplo, La Sexta es un canal de televisión que suele proporcionar la interpretación y análisis de discursos como estos, especialmente en el programa de noticias/comedia ‘El Intermedio’, dirigido por el Gran Wyoming. En este programa se sigue una fórmula muy utilizada en las televisiones de otros países, que consiste en la reproducción de las palabras de los políticos como vehículo de humor: en algunos casos, se permite que las palabras hablen por sí mismas como ejemplos de discursos incoherentes motivados por la mentira y el cinismo, y en otros, se hace coincidir lo que se dice en una ocasión con lo que se dice en otra para señalar una falta de coherencia. Este último enfoque puede constituir a veces lo que en esencia es una forma light de la crítica inmanente, una forma de crítica inspirada en el marxismo, definido recientemente por John O’Regan como “un tipo de lectura atenta, cuyo propósito es poner de relieve las incoherencias y contradicciones emanadas de las auto-representaciones de un objeto de conocimiento, [...] ya sea como un argumento filosófico, una ideología, un concepto teórico, un discurso, un texto individual o una combinación de estos” (“English as a lingua franca: An immanent critique”. Applied Linguistics, 35 (2), en prensa; traducción mía).

Como sé que el Gran Wyoming y su equipo nunca van a llevar a cabo una crítica inmanente coherente con la definición de O’Regan, una crítica que iría al fondo y al corazón de los discursos del PP, me hago un par de preguntas: ¿Dónde están los analistas críticos del discurso que podrían llevar a cabo tal crítica? ¿Y por qué no lo hacen? Porque, si no me equivoco (y es posible que me equivoque, aunque también es verdad que he consultado diversas revistas como, por ejemplo, Discurso y Sociedad), nadie está sometiendo los discursos actuales del PP a un tipo de inspección sistemática y detallada como la que plantea Norman Fairclough en New Labour, New Language? escrito ya hace década y media (2000). En la que seguramente no es su mejor obra, el autor desmonta y analiza de una manera crítica y efectiva los discursos del New Labour, el invento de Tony Blair, Gordon Brown y otros políticos de su generación en el Reino Unido a partir de 1994. El libro llegó a tener éxito más allá del mundo académico, lo cual es significativo (o no, según se mire).

Estos son tiempos difíciles en España, ya que vivimos y observamos de una manera constante la devaluación interna de las bases de la economía, que a su vez significa un constante empeoramiento de las condiciones materiales de un número creciente de ciudadanos. En medio de lo que solo puede ser calificado como un estado deprimente de las cosas, está la actuación del partido del gobierno: cuando no está destruyendo la economía (véase, por ejemplo, su nefasta reforma laboral) o dedicándose a perturbar la armonía social (véase su igualmente nefasta ley del aborto), se dedica al encubrimiento de su participación en el creciente número de escándalos de corrupción, algunos de los cuales no podrían haber sido imaginados por mentes más creativas. Los analistas críticos del discurso han sido muy eficaces en los últimos años con respecto al descubrimiento

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