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Editorial


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2014  •  710 Palabras (3 Páginas)  •  151 Visitas

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Corrupción a dos manos. Carlos Silva, Historiador.

La corrupción de ningún modo es privativa del mexicano. El fenómeno ha existido en todas las culturas y en todos los tiempos, siempre que la especie humana ha buscado generar una realidad paralela a su circunstancia, una realidad simulada, para confrontar y burlar al régimen establecido. En nuestro país, sin embargo, ¿qué es lo que ha provocado su existencia, desarrollo y enraizamiento hasta convertirla de plano en signo de identificación cultural? Los especialistas han interpretado sus usos y costumbres desde diferentes enfoques. Durante el virreinato, por ejemplo, la importación de instituciones a la Nueva España, y con ellas de una burocracia poblada de todo tipo de ralea, de políticos y militares de ignominiosa moral y ambiciones desmedidas, amén de la distancia inefable con la madre patria, suscitaron un festín de negros. La tierra prometida para la explotación y el abuso. De hecho, las autoridades novohispanas hicieron su propio catecismo y manual de conductas al lema “Acátese, pero no se cumpla”, en referencia a lo ordenado por el rey y al incumplimiento del virrey y de las autoridades menores. Y entonces buena parte de la población (indígenas, criollos incipientes y mestizaje en general) vio la manera y los modos de evadir la opresión, el esclavismo, la subordinación, utilizando la burla, la omisión y la simulación.

La difícil transición de la Colonia al México independiente profundizó algunos de los rasgos corruptores en la sociedad mexicana, sobre todo como consecuencia de las endebles instituciones político-jurídicas en las que descansaba la república naciente, así como a raíz de las permanentes luchas intestinas por el poder (una constante en los dos primeros tercios del siglo xix), la profundización de la desigualdad social y la inconstancia del Estado a la hora de mantener la soberanía nacional. Más adelante, el “apoderamiento del monopolio de la violencia” que vino con el porfiriato comenzó a permear los métodos de corrupción en los distintos mecanismos de gobierno, según especialistas como Douglass C. North y Stephen Haber, primero en los procesos informales y luego, ya de plano, en forma de “rentismo” (tráfico de influencias). Así llegamos al movimiento armado de 1910, que desató el canibalismo institucionalizado por el poder, hasta que durante los años de la posrevolución la repartición de riquezas y balas por parte de los victoriosos suprimió las repetidas asonadas. Entonces, como en los tiempos virreinales, volvieron las contundentes frases coloquiales que eximen, disculpan y sistematizan la corrupción (“Ese gallo quiere maíz”, “Nadie aguanta un cañonazo de cincuenta mil pesos”, "La moral es un árbol que da moras", “El que se mueve no sale en la foto”, “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, “Un político pobre es un pobre político”,

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