El Juicio De Los Ciento Veinte

EL JUICIO DE LOS CIENTO VEINTE

Cierta vez un comerciante perdió una bolsa con cien monedas de oro. Sin perder tiempo anunció que se recompensaría con diez monedas a quien se le devolviera la bolsa.

A los pocos días, un pobre campesino se presentó al comerciante con la bolsa de oro. Pero éste, como buen pícaro que era, en vez de agradecerle al honrado hombre y recompensarlo como había prometido, se puso a gritar furioso:

¿Qué es esto; mi bolsa tenía ciento veinte monedas! ¡Ladrón! ¿Y todavía pides recompensa?

El campesino no se quedó callado y se armó tal escándalo que los dos fueron ante el juez.

El comerciante no hacía más que repetir:

Eran ciento veinte monedas; ¡ciento veinte y ciento veinte!

-El juez ordenó silencio y como conocía la avaricia de los comerciantes, dijo pausadamente:

-Así que en tu bolsa había ciento veinte monedas.

- Sí, sí señor juez. Ciento veinte; ni una más ni una menos.

-¿Estás seguro que no eran sólo cien?

-No señor. Eran ciento veinte bien contadas.

Luego dirigiéndose al campesino, el juez preguntó.

-¿La bolsa que tu encontraste tenía ciento veinte monedas?

-¡No señor! Cien. Sólo cien.

- Entonces, todo está claro- dijo el juez. Esta bolsa no es del comerciante. Llévatela: nadie ha reclamado una bolsa con cien monedas.

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