Juegos Olimpicos
alejo27bernal22 de Abril de 2015
3.109 Palabras (13 Páginas)488 Visitas
Martes 17 de junio de 2014
Juegos Olímpicos y Copa del Mundo
Terrenos de juego de un neoliberalismo de choque
Olivier Petitjean
Las grandes competiciones deportivas planetarias resultan cada vez más caras. Sobre todo, el Comité Olímpico Internacional (COI) y la FIFA, que comercializan estos productos estelares del entretenimiento mundial, se han convertido en verdaderas sociedades financieras no sometidas a ningún control. Resultado: las sospechas de corrupción, la optimización fiscal, las violaciones del derecho laboral, el desplazamiento de poblaciones pobres para hacer sitio a infraestructuras a menudo inútiles y el cuestionamiento de la democracia acompañan a estos eventos. Y todo en beneficio, principalmente, de esas sociedades financieras y de sus patrocinadores, entre los aplausos del público en los estadios.
¿El Comité Olímpico Internacional y la FIFA? Son “sociedades financieras transnacionales con estatutos de club de petanca”, considera Fabien Ollier, director de la revista Quel Sport y uno de los autores del libro La coupe est pleine ! Les désastres économiques et sociaux des grands événements sportifs/1. ¿Los productos estelares de estas sociedades? Los Juegos Olímpicos (JO) de verano y de invierno en el caso del COI, la Copa del Mundo de fútbol en el de la FIFA. Para organizar estos eventos y venderlos al planeta entero, ahora está permitido todo, o casi todo. Considerados acontecimientos festivos y consensuales, esos grandes momentos de competición deportiva se han convertido en sinónimos de despilfarro de dinero público, de desplazamientos masivos de gente pobre de las ciudades, de degradación de las condiciones de trabajo en el sector de las obras públicas, de ocupación del espacio público por las fuerzas de seguridad y de inundación publicitaria a gran escala.
Ni la FIFA ni el COI tienen que rendir cuentas a nadie ni están sujetas a obligación de transparencia financiera alguna. Con la sede social en Zúrich, Suiza, al igual que la mayoría de las entidades deportivas internacionales, la FIFA tiene una plantilla de unas 300 personas y en 2012 tuvo un beneficio de 89 millones de dólares. Sus reservas económicas, por las que no ha de tributar en virtud de su condición de organización sin ánimo de lucro, ascienden por lo visto a 1378 millones de dólares. La opacidad de su funcionamiento interno y de su gobernanza es objeto de críticas regulares, en particular por parte de la ONG Transparencia International.
“A veces es preferible un menor grado de democracia”
No obstante, la FIFA ha estado implicada en varios escándalos de corrupción, de falsedad y de malversación de fondos. Su presidente desde 1998, Sepp Blatter, ha sido acusado por periodistas y ex colaboradores. Una investigación judicial suiza sobre la empresa ISL, encargada del marketing de la FIFA, ha dado pie a varias inculpaciones. También ha obligado al ex presidente de la organización, João Havelange, y a su yerno, Ricardo Teixeira, presidente de la federación brasileña y del comité organizador del Mundial 2014, a dimitir de sus funciones. La atribución de la organización de las Copas del Mundo de 2018 y 2022 a Rusia y a Catar, respectivamente, es objeto de acusaciones de corrupción y de conflictos internos que han forzado la dimisión de varios miembros del comité ejecutivo. Pero la FIFA ha podido lavar sus trapos sucios en familia: las autoridades suizas han constatado que a raíz de los privilegios y del estatuto especial otorgado a la organización, ya no disponen de medios jurídicos para perseguir a sus dirigentes acusados de corrupción y de tráfico de influencias…
La manera en que la FIFA concibe la organización de las Copas del Mundo es fiel reflejo de su estatuto extraterritorial y del modo en que disimula el interés financiero tras un velo de prestigio simbólico. La organización impone a los países anfitriones un régimen de excepción draconiano: exoneraciones fiscales para la FIFA y sus socios comerciales, compromisos estrictos en materia de infraestructuras y equipamientos, libertad total de exportación y conversión de divisas, suspensión de las obligaciones de visado, derogaciones del derecho laboral, delimitación de “zonas comerciales exclusivas” para las multinacionales patrocinadoras, protegidas por una “policía de marcas”… Como lo explicaba ingenuamente Jérôme Valcke, secretario general de la FIFA, “voy a decir un dislate, pero a veces es preferible un menor grado de democracia para organizar una Copa del Mundo. Cuando se tiene a un hombre fuerte a la cabeza del Estado capaz de decidir (…), resulta más fácil para nosotros los organizadores.”
Miles de millones para el Mundial y los Juegos Olímpicos de invierno…
Este conjunto de medidas genera un verdadero agujero negro financiero en detrimento del público destinatario final y en beneficio de la FIFA, de sus socios comerciales y de ciertos sectores empresariales locales (inmobiliario, construcción, seguridad). Si los excesos presupuestarios que ha supuesto la organización de los JO de Sotchi, que suscitan fuertes sospechas de corrupción, están hoy en boca de todos, el desbordamiento masivo de los presupuestos son de hecho la norma en los grandes eventos deportivos. Así, el presupuesto de la Copa del Mundo en Sudáfrica pasó de 240 a 4100 millones de euros, lo que equivale a un aumento del ¡1709 %! Al mismo tiempo, la FIFA ha podido repatriar tranquilamente a Suiza varios millones de beneficios libres de impuestos. El incumplimiento del presupuesto de los JO de Atenas en 2004 contribuyó a la crisis financiera que experimentó después Grecia/2.
En cuanto a los frutos económicos para los países anfitriones, nunca se evalúan realmente de forma precisa. Un economista ha cifrado en 24 000 millones de euros –tres veces más de lo previsto inicialmente– el presupuesto de los JO de Londres (incluidas las infraestructuras no deportivas), y en tan solo 6 o 7 mil millones los efectos positivos (el gobierno británico avanza por su parte la cifra de 17 000 millones), todo ello en un periodo de draconiana austeridad presupuestaria. Para el Mundial de 2014 en Brasil, la inversión total asciende al parecer a 18 000 millones de dólares, en un 95 % de fuentes públicas, a cambio de unos ingresos fiscales del orden de 6 000 millones. Para los JO de invierno en Sotchi, Rusia habrá gastado, según estimaciones, entre ¡17 y 36 mil millones de euros! Es cierto que los grandes eventos deportivos comportan aparentemente toda una serie de ventajas económicas indirectas e intangibles, pero parecen bastante dudosas a la vista de las sumas invertidas.
¿Por qué, en estas condiciones, los dirigentes políticos están ansiosos de presidir la organización de grandes eventos deportivos? Por razones de prestigio, de cohesión nacional y de legitimación de su poder, sin duda. El “producto” es atractivo y popular. Pero también lo hacen en nombre de una determinada concepción del desarrollo. A veces, los representantes elegidos parecen no tener otra visión económica que la esperanza de atraer la atención de las fuerzas inmateriales de la globalización (a los inversores, los capitales, los turistas, el “talento”…) en el marco de la competencia entre ciudades de “categoría mundial”. Los eventos deportivos sirven entonces de pretexto para vastas operaciones de renovación y de construcción de infraestructuras que a menudo se asemejan a una verdadera limpieza urbana, de la que invariablemente son víctimas las capas más pobres de la población.
“Peor que el régimen de apartheid”
En Brasil, “la Copa del Mundo de la FIFA conculca derechos humanos como el derecho a la vivienda, la libertad de reunión y de circulación, y el derecho al trabajo”, denuncian los organizadores de los Public Eye Awards/3, el “premio de la vergüenza” de las grandes empresas mundiales, que en la edición 2014 tenía como candidatas a la FIFA, a los fabricantes de pesticidas BASF, Syngenta y Bayer, a la marca de ropa Gap, al banco HSBC y a la empresa petrolera rusa Gazprom (es esta última la que ha salido elegida por los internautas). Se trata de violaciones de derechos directamente vinculadas a las exigencias de la FIFA. La relatora especial de la ONU, Raquel Rolnik, cifra en 150 000 el número de familias amenazadas de expulsión en las ciudades que serán sedes del Mundial. En Sudáfrica, los habitantes expulsados de las áreas de construcción de los “espacios FIFA” fueron trasladados a lugares de realojamiento temporal. Comentarios de una militante: “¡Es peor que el régimen del apartheid! En aquel entonces al menos teníamos derecho a una casa de ladrillos.” Un informe del Centro de Derecho a la Vivienda y Desahucio (COHRE) considera a su vez que los JO comportaron, entre 1988 y 2008, la expulsión directa o indirecta de dos millones de personas, la mitad de ellas tan solo con motivo de los JO de Pekín.
¿Hacia un saldo de 4000 obreros muertos en Catar?
La “renovación” de las ciudades implica sobre todo un proceso de privatización y de segregación espacial destinada a perdurar mucho más allá del evento en sí. Proliferan los grandes proyectos inútiles: equipamientos que dejan de utilizarse después del evento o que permanecen crónicamente subutilizados, tanto si se trata de equipamientos deportivos –el Stade de France...– como de infraestructuras de transporte, como el aeropuerto de Durban o el tren de alta velocidad de Johanesburgo, construidos con ocasión del Mundial de 2010. Por supuesto, los países anfitriones prometen ahora organizar los eventos deportivos más “verdes” de la historia. Una pretensión que a veces ha podido traducirse en la concepción de determinados equipamientos “ejemplares” desde el punto
...