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La Comunicaciom


Enviado por   •  5 de Octubre de 2014  •  2.265 Palabras (10 Páginas)  •  136 Visitas

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Enfoque su mente en la cosecha

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by Kenneth Copeland

Si usted ha sembrando semillas en el reino de Dios, le tengo una noticia que dibujará una sonrisa en su rostro, lo hará saltar y traerá gozo a su corazón. ¡Ya llegó el tiempo de la cosecha! Es cierto. Como Cuerpo de Cristo, hemos iniciado el momento que todos estábamos esperando. Fuimos trasladados a la época en que debemos recoger la cosecha de las semillas financieras y espirituales que hemos sembrado, cuidado, y por las cuales hemos creído. Es hora de regocijarse y celebrar. No hay nada mejor que la emoción del tiempo de la cosecha. Hace poco, Oral Roberts —mi padre espiritual—, Gloria y yo conversábamos respecto al tema, pues el Señor se lo había estado mostrando al hermano Roberts. Él le recordó los días cuando él realizaba reuniones en tiendas de campaña en las comunidades agrícolas. Algunas veces, iba a los pueblos en donde la cosecha ya había sido segada y vendida a un buen precio; y como resultado las personas estaban felices. Cada uno sonreía y se saludaba con gran emoción. Estaban ocupados comprando uniformes para los niños y abasteciéndose para el invierno. Era una escena gloriosa. Por experiencia propia, sé lo significativo de esa temporada. De niño, solía ir a la granja de mi abuelo. Cuando se acercaba el momento de la cosecha, grandes vehículos traían a muchas personas para ayudar a recoger la cosecha. Los niños jugaban juntos, y para la hora de la cena, todos comían afuera, pues había mucha gente y no cabía en una casa. ¡Qué divertido era! Todos producían dinero, todos trabajaban y todos disfrutaban el fruto de su trabajo.

Nadie pensaba en el calor ni en el cansancio cuando salían a trabajar a los campos; tampoco en las ampollas de sus pies o en los callos de sus manos que les salían cuando cortaban el algodón o quitaban la maleza. Ellos olvidaban todo eso. Sólo se ¡enfocaban en la cosecha!

Realice el cambio

Como creyentes sembradores, esa debe ser nuestra actitud hoy en día. Nuestra fe por la cosecha debería estar en óptimas condiciones, y nuestra mente enfocada en la mies.

Ése es el cambio que todos necesitamos realizar, pues hasta ahora sólo nos hemos enfocado en la siembra. Nos hemos concentrado en las promesas de Dios que proveen semilla al que siembra y pan al que come. Gracias a Dios que recibimos ese pan y la semilla de fe; ¡es maravilloso! La puerta se encuentra abierta para que el Señor supla nuestras necesidades y nos dé lo suficiente para invertir en la obra de Su reino. Sin embargo, eso no es todo lo que Él desea para nosotros. El Señor no sólo promete darnos comida para comer y semilla para segar, sino también multiplicar la semilla y darnos una gran cosecha. Él declaró:

«Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios» (2 Corintios 9:6-11).

Dios siempre visualiza el tiempo de la cosecha. Por esa razón, Él nos enseñó acerca de la siembra y la cosecha. Y por ello, Él nos sustenta —suple nuestras necesidades— mientras esperamos nuestra cosecha. Su intención es que nuestra semilla se multiplique, pues quiere proveernos una mies abundante; a fin de que tengamos siempre en todo más que suficiente y que no necesitemos ayuda o apoyo externo. Desde el principio, el objetivo de Dios ha sido bendecirnos de manera abundante, con el propósito de demostrarte al mundo que sólo necesitamos de Jesús para vivir. Él es nuestra fuente, el único que nos enriquece en todas las cosas. Él es el Señor de la cosecha.

Más de lo que esperamos

Jesús es el Señor de la cosecha. En Lucas 10:2, Él se llamó a Sí mismo de esa manera cuando envió a Sus discípulos, de dos en dos, a las ciudades de Israel: «…La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies». El problema es que muchos creyentes no han ejercido su fe en lo que respecta a la cosecha del ministerio de Jesús. En lugar de ello, se han estancado en sembrar su semilla. Argumentan: “Pero, hermano Copeland, yo continúo sembrando, sembrando y sembrando; y nada sucede”.

Algunas veces se quejan por lo que le sucedió a su semilla después de sembrarla: “Le di US$50 a un ministro, y luego vi a su hijo montando una bicicleta nueva. Considero que él no debió haber gastado mi dinero de esa manera”. Las personas con esa actitud, desentierran su semilla. Interrumpen el proceso de crecimiento y matan su cosecha. Cuando el hermano Roberts nos compartió lo que Dios le había mostrado acerca del tiempo de la cosecha, nos expresó que ése es uno de los errores que los creyentes ya no deben cometer. Nos manifestó que todos necesitamos aprender a sembrar nuestra semilla, liberar nuestra fe y luego olvidarnos de la semilla. ¿Olvidarla? Sí, ¡olvidarla! Está enterrada en la tierra del reino de Dios. Nunca más la veremos; por tanto, ya no nos inquietemos ni nos preocupemos, ni tampoco preguntemos en qué se utilizará. Él me declaró: «Kenneth, deja de pensar en la siembra, y concéntrate en la cosecha». Desde esa conversación, lo he puesto cada vez más en práctica. En el proceso, el Señor me ha revelado algunos misterios. Por ejemplo: Él me mostró que la cosecha que esta generación de creyentes recogeremos será mayor de lo que esperamos. Segaremos lo que ni siquiera hemos sembrado. ¿Cómo es posible? Es sencillo. Muchos cristianos en generaciones pasadas sembraron fielmente su semilla en el reino de Dios, pero no sabían nada acerca de la cosecha. Y como resultado, no segaron lo que les pertenecía. Abandonaron su cosecha espiritual en el campo. Por mucho tiempo, mi mamá y mi papá actuaron de esta manera. Ellos poseían una fuerte revelación

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