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La Nave Voladora


Enviado por   •  15 de Abril de 2014  •  830 Palabras (4 Páginas)  •  247 Visitas

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La nave voladora

Autor: Lo Desconozco.

La nave voladora

Vivía una vez un matrimonio anciano que tenía tres hijos: dos de ellos eran listos, pero el otro era tonto. La madre quería a los dos primeros y casi los viciaba, pero al otro lo trataba siempre con dureza. Supieron que el Zar había hecho publicar un bando que decía: "Quien construya una nave que pueda volar se casará con mi hija, la Zarevna". Los dos mayores decidieron ir en busca de fortuna y pidieron la bendición de sus padres. La madre les preparó las cosas para el viaje y comida para el camino y una botella de vino. El tonto quería también acompañarlos, pero su madre le negó el permiso.

- ¿Adónde irías tú, necio? -le dijo- ¿No sabes que los lobos te devorarían?

Pero el tonto no cesaba de repetir:

- ¡Quiero ir, quiero ir!

Viendo la madre que no sacaría nada de él, le dio un pedazo de pan seco y una botella de agua y le puso de patitas en la calle.

El tonto empezó a andar y más andar, hasta que, por fin, encontró a un anciano. Se cruzaron los saludos y el anciano preguntó al tonto:

- ¿Adónde vas?

- ¿No lo sabes? -dijo el tonto.- El Zar ha prometido dar su hija al que construya una nave que vuele.

- ¿Y tú eres capaz de hacer semejante nave?

- ¡Claro que no, pero en alguna parte hallaré quien me la haga!.

- ¿Y dónde está esa parte?.

- Sólo Dios lo sabe.

- Entonces, siéntate y come un bocado. Saca lo que tienes en la alforja.

- Es tan poca cosa que me da vergüenza enseñarlo.

- ¡Tonterías! ¡Lo que Dios nos da es bastante bueno para comer! ¡Sácalo!

El tonto abrió la alforja y apenas daba crédito a sus ojos. En vez de un pedazo de pan duro contenía los más exquisitos manjares, que compartió con el anciano. Comieron juntos y el anciano dijo al tonto:

- Anda al bosque y ante el primer árbol que encuentres santíguate tres veces y da un hachazo en el tronco, luego échate al suelo de bruces. Cuando te despiertes verás una nave completamente aparejada; siéntate en ella y vuela a donde quieras y recoge todo lo que encuentres por el camino.

El tonto, después de dar las gracias y despedirse del anciano, se encaminó al bosque.

Se acercó al primer árbol e hizo lo que se le había ordenado, se santiguó tres veces, descargó un hachazo en el tronco y, echado de bruces en el suelo, se quedó dormido. No tardó mucho en despertar, se levantó y vio un barco

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