Necrópolis

Necrópolis

Hace miles de años en un pueblo muy alejado, vivía una joven dulce, amable, hermosa y de rostro fino, llamada Anabel. Todos los muchachos del pueblo suspiraban por ella y deseaban tenerla como esposa.

Cierto día llega un joven apuesto, elegante y muy bien vestido, llamado Roberto; era el hijo del alcalde de la ciudad, el motivo de su visita era para donar víveres al pueblo, Roberto al ver a Anabel quedó pasmado. Él cautivado por la belleza de Anabel decidió frecuentar el pueblo para poder conocerla más y conquistar su corazón.

Pasaron meses, Roberto y Anabel ya tenían una relación; él quería casarse con Anabel pero ella no quería. En una oportunidad Roberto declaró su amor hacia Anabel frente a todo el pueblo, lo que causó molestia en ella y salió corriendo de la ceremonia. Él fue detrás de ella y la encontró en un lugar descampado y arenoso, estaba llorando frente a una cruz; Roberto al verla así de preocupó y le preguntó: ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras frente a la cruz? Ella exaltada y con lágrimas en el rostro respondió: ¡no, no quiero! ¡No quiero sufrir la pesadilla de mi madre! ¡No quiero! Roberto desconcertado con la respuesta de Anabel la abrazó y le dijo: tranquila, cálmate… no entiendo lo que me dices. Anabel respondió: ¡no entiendes! No quiero casarme contigo, no quiero sufrir lo mismo que mi madre, no quiero que me maltrates, que me uses como si fuese un objeto que solo me quieras por mi belleza. Roberto asombrado dijo: que cosas dices, yo no te amo por tu belleza, sino por la gran persona que eres; y nunca te trataría mal, te adoro con todas mis fuerzas, solo pedía que nos unamos para siempre y jamás no separemos.

Por un tiempo hubo calma, todo marchaba bien y, ellos vivían tranquilamente como pareja; hasta que todo cambió cuando Roberto le propuso nuevamente matrimonio a Anabel pensando que había cambiado, pero al mencionárselo Anabel reaccionó de un modo que Roberto no se lo esperaba, salió corriendo y no dudo en seguirla, llegaron hasta un risco, Anabel se encontraba cerca de caer, Roberto corrió para alcanzarla pero llego muy tarde, Anabel ya se había lanzado diciendo: ¡no quiero sufrir como mi madre, llévame donde ella!

Roberto se deprimido por varios días, y decidió enterrar a Anabel en el lugar donde estaba su madre. Después de enterrarla ahí, Roberto iba todas las tardes a visitar a su amada Anabel, conversaba con ella y llevaba flores; con el paso del tiempo él colocó césped, cercó el terreno y modificó el lugar, para que ante cualquier pérdida de un ser querido, los familiares lo pusieran ahí y fuesen a visitarlo; a este lugar le llamo cementerio y le puso el nombre de su querida.

A partir de ese momento las personas empezaron a enterrar a sus familiares que fallecían y esta costumbre se fue difundiendo y se crearon distintos cementerios.

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