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Orfebreria

ClaudiaSrsen25 de Septiembre de 2012

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INTRODUCCION

La orfebrería es la propia historia del hombre, pues surge de forma independiente en todo el mundo, con técnicas muy semejantes por la propia naturaleza de la materia, en la cual no solo es posible apreciar el valor estético de los objetos, sino también reconocer en ellos a un pueblo, su cultura, sus normas, sus creencias y su sociedad.

La metalurgia y la orfebrería comienzan con el primer hombre que transformó el oro para una función decorativa o ritual, permitiendo así el nacimiento del primer orfebre, y por tanto, dando lugar a una evolución de funciones, estilos, materiales, disciplinas que va desde el Neolítico con la orfebrería tradicional hasta nuestros días con la orfebrería moderna.

En el presente trabajo se mostrara las diferentes técnicas,

1.- HISTORIA

En Mesopotamia, hace 5.000 años el pueblo sumerio creó las bases de las primeras civilizaciones de la historia. Los centros urbanos fueron un campo propicio para el florecimiento de la escritura, la arquitectura, el arte y el desarrollo industrial. La industria de los metales prosperó sin interrupción en esas tierras durante miles de años, extendiéndose a gran parte del Oriente Medio, Egipto y posteriormente a Europa.

La relación del hombre con los metales había comenzado milenios antes con la confección de simples y rudimentarios objetos de oro y plata, ornamentales o destinados al culto. Unos 6.000 años atrás la metalurgia adquiere un nuevo impulso con la industria del cobre. Un mineral más abundante y un excelente recurso para alear con otros metales. Su explotación a gran escala dio paso a la elaboración del bronce (aleación de cobre y estaño). Finalmente, la industria del hierro es introducida por los filisteos hacia el año 1.200 a. de C.

El refinado gusto y perfecta técnica de los antiguos orfebres hicieron de estos metales un arte. No gozaban de entera libertad para crear pues los objetos debían ceñirse a estrictas normas estéticas y de diseño, respetando los códigos y simbología sagrada, establecida por la tradición, la religión y el poder.

Así todo, la creación y la genialidad también tuvo su oportunidad, considerando el sentido teatral y de ostentación de la orfebrería, que predominó en las cortes reales y sacerdotales.

1.1 La Orfebrería en la Historia

Un aspecto común en la producción de los orfebres era que sus motivos y diseños se relacionaban con aspectos relevantes de su sociedad, es decir, la religión, el poder y la muerte.

Como se ha dicho, la manufactura e industria de los metales tuvo gran importancia para las nacientes sociedades. El oficio de los metales llegó a ser tan destacado que los buenos orfebres gozaban de un status de privilegio, que otros no poseían. Estos trabajadores, literalmente, vivían en los talleres reales y dedicaban su vida a desarrollar este oficio. La materia prima utilizada, es decir, el oro, la plata y ciertos materiales (piedras, marfil y nácar), ocupaban un lugar destacado en la mitología de estos antiguos pueblos: poseían un origen sagrado y un valor simbólico; se asociaban a dioses, ceremonias y ritos específicos. En las civilizaciones donde prevaleció el culto solar; Egipto «Ra», Incas «Inti», Aztecas «Tonatiuh», etc. Al oro se le atribuyó poderes relacionados directamente con el Dios Sol. Fue el metal más apreciado y utilizado en objetos rituales, para representar deidades, realizar ofrendas a los dioses y prestigiar a sacerdotes, reyes y miembros importantes de la sociedad. En el vastísimo material arqueológico, legado de los antiguos orfebres, no sólo es posible apreciar el valor estético de los objetos, sino también reconocer en ellos a un pueblo, su cultura, sus creencias y su sociedad.

1.2 La metalurgia en América

El surgimiento de la metalurgia en América se remonta 1.500 años antes de nuestra era. Los habitantes de la costa y sierra, al norte de Perú y sur de Ecuador, fueron los pioneros en el trabajo de los metales en esta región del mundo. Tardíamente llegará la metalurgia a las culturas del hemiferio norte del continente, aproximadamente en el 1.000 d. de C.

La difusión de la tradición metalúrgica se extendió a otras culturas y latitudes, a través del intercambio comercial y la expansión territorial de algunos pueblos, alcanzando gran parte de la actual Colombia, norte de Chile y la sierra peruana, especialmente Chavín de Huantar. En estas regiones la metalurgia, particularmente la orfebrería, alcanzó un nivel de desarrollo sorprendente, produciendo una de las expresiones más destacadas del arte precolombino. El cronista español Juan de Torquemada (1613), escribe al respecto.

«En lo que atañe al arte de la fundición y del modelado, eran muy hábiles y fabricaban unas joyas de oro y de plata de gran belleza, que ofrecían muchas ventajas comparadas con las de los orfebres españoles, porque podían fundir un pájaro que movía la cabeza, la lengua y las alas, y hacer un mono u otro animal. Además sacaban de la fundición una pieza, mitad oro, metal plata, lo que maravilla a los orfebres españoles».

Sólo un ejemplo del nivel alcanzado, es el gran

Imperio Chimú, pueblo que habitó la costa norte de Perú, entre el 900 y el 1.500 d. de C. Allí sus orfebres destacaron por su gran sentido artístico y su alto grado de perfección técnica.

Conocieron las técnicas del laminado, dorado, soldadura por «sudado», repujado y vaciado. El método de vaciado a la cera perdida fue conocido y ampliamente usado. Conocieron y utilizaron el oro, la plata, el cobre y el bronce. Los objetos de metales no eran sólo de uso ritual, sino que además lo emplearon en armas, instrumentos de producción agraria y de construcción.

Además, los avances técnicos permitieron desarrollar la producción en serie mediante el uso de moldes de madera o metal. De esta forma se fabricaron vasos, cuchillos y máscaras ceremoniales. Utilizaron materiales diversos para decorar y destacar la belleza de sus obras, entre ellos: esmalte rojo, incrustaciones de turquesa, nácar de spóndilus.

El prestigio de los orfebres del Gran Chimú traspasó las fronteras de su Imperio. Después de la derrota sufrida a manos de los ejércitos del Inca Topa Yupanqui en 1460, los orfebres fueron conducidos al Cusco para integrar los talleres del soberano Inca Pachacutec.

La codicia y la imaginación de los Conquistadores españoles terminaron por convertir en leyenda la existencia de una mítica ciudad de oro, ubicada, para muchos, en la región que hoy ocupa Colombia. «El Dorado» nunca se encontró, porque la imaginación superó la realidad. Sin embargo, la leyenda se gestó en una tierra donde sí, abundaba el «metal amarillo». Eran los territorios de los sinú, taironas, musicas y quimbayas; pequeñas tribus cuya actividad principal era la orfebrería. La población poseía una larga tradición dedicados al trabajo del oro, desde su extracción, hasta la producción y comercialización de los objetos. Desarrollaron un arte sofisticado y de estilo propio, diferente en cada región según la tradición de cada grupo social.

La ceremonia muisca que dio origen a la fantástica leyenda del dorado, es narrada así por un cronista español de la época:

«...en aquella laguna de Guatavita se hacía una gran balsa de juncos, adornada todo lo más vistoso que podían... Desnudaban al heredero, lo untaban con una tierra pegajosa y lo espolvoreaban con oro en polvo, de tal manera que en la balsa iba cubierto todo de este metal.» «Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba en el medio de la laguna, y los cuatro caciques que iban con él hacían lo propio; y partiendo la balsa a tierra comenzaba la fiesta...»

Otra tribu de orfebres de la región de Colombia fueron los quimbaya (100 a 1.000 d. de C.). Habían habitado las vertientes cercanas al Río Cauca algunos siglos antes de la llegada de los españoles. Los hallazgos arqueológicos nos hablan de un arte naturalista de gran oficio y maestría. Sus «poporos» (recipientes) se inspiran en formas vegetales utilizando la técnica del laminado y repujado. Otros motivos lo constituyen estilizaciones de personajes, probablemente chamanes y retratos de rostros serenos y actitud hierática. Fueron también maestros de la fundición a la cera perdida.

Modelaban sus piezas en cera de abejas para luego cubrir el modelo con arcilla; calentando el molde, la cera dejaba su forma en el interior del molde; la aleación de cobre y oro o tumbaga (75% de cu. y 25% de au.) vertida en el molde, tomaba la forma que había tenido el modelo de cera.

Representación de un personaje en actitud serena, demostrativo del alto perfeccionamiento del

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