POESIA.

Era una fría mañana de 1963, Carla era una joven pequeña, no era la más rápida ni la más lenta, era una joven promedio, pero más allá de su apariencia, había algo que la hacía diferente; su familia había decidido enviarla a un convento porque creían que su hija tenía serios problemas sexuales y psicológicos. Luego de que su madre le diera la noticia huyó de su casa, y dio a parar en un parque cercano, allí se sentó a pensar, cuando algo dispersó sus pensamientos, un pequeño saludo de un desconocido, confundida se lo regreso y este tomo asiento a su lado:

-¿cómo te llamas?

-Carla –dijo de mala gana-

-Me llamó Nicolás –extendió su mano y Carla la tomó sorprendida- vi que llegaste algo agitada y triste, ¿Qué te pasa?

-Nada –respondió cortante-

-Puedes confiar en mí, ¿Qué tienes?

-Eso no es de tu incumbencia, ni siquiera me conoces –respondió ya enojada-

-Creó que necesitas ayuda, creó que eres diferente, eres especial.

-Gracias –sus pequeñas mejillas se tornaron carmesí-

-Quiero que me encuentres aquí todas las tardes

-Creo que eso no pasara, mis padres van a enviarme a un convento, lo siento

-Iré a buscarte

-¿Como?

-El día en que te vi, supe que había algo en ti, algo de lo que tenía que alejarme, pero no lo hice sentí que te necesitaba –sus ojos tratando de contenerse-

-Pero jamás te había visto –dijo con un poco asustada-

-Pero yo a ti si, cuando cumpliste 16 quise hablarte, pero había algo que me lo impedía, yo no podía tocarte y tu cada vez estabas más lejos, estabas perdida y no podías verme –O tal vez no querías, pensó- luego de eso intente llamarte pero no me escuchabas, me habías olvidado.

-sus mejillas se llenaron de lágrimas, lo había recordado, pero ya no podía hacer nada; ambos se habían perdido.

...