SHIRLEY CARMEN

UN DÍA DE PASEO EN FAMILIA

Una mañana como es nuestra costumbre nos levantamos temprano, nos cepillamos los dientes, nos duchamos y pasamos a tomar el desayuno, mamá ya estaba disponiendo la mesa, las tazas estaban servidas con una rica leche con milo, en platitos pequeños había un huevo sancochado para cada uno, con un pan que se compraba en la panadería Don Alex, hecho por manos que hacían delicias. Mis hermanos y papá, se sentaron juntos y con ese aroma y calor de hogar ingerimos nuestros alimentos, que puestos allí por nuestra madre nos sabía a delicia.

Terminado el desayuno nos alistamos para ir de paseo, mamá proponía vamos a Sechura a conocer la Iglesia, las ruinas de Chusís, el zoológico e ir a la playa más cercana después, papá dijo mejor vamos a Sullana a la Casa Club; Ana, Rodrigo y Yo, pedimos ir a Catacaos para ver como realizan las diversas joyas como las dormilonas, los filigranas, etc. Y además conocer su alfarería y sobretodo la famosa Iglesia San Juan Bautista en cuyo frontis se encuentran los doce apóstoles. Como no estábamos de acuerdo lo echamos a la suerte, primero perdió papá, segundo mamá, y nosotros fuimos los ganadores, entonces dijimos vamos a Catacaos.

Al poco rato, estábamos rumbo a dicha ciudad, en el trayecto íbamos contemplando el paisaje, en uno de tantos lugarcitos vimos un letrero que decía Simbilá, también conocida como la ciudad del Alfarero, donde dimos la primera parada y según los pobladores que habitan en esta tierra, aquí se fabrican huaquitos, ollas, cántaros, tinajas, fuentes, etc., estas son hechas de barro y moldeadas por el Alfarero en forma artesanal.

Continuando nuestro paseo, llegamos a nuestro destino, ya en Catacaos, visitamos distintos lugares como Iglesia, tiendas y en una de ellas se expendía trabajos de cerámica, a mamá le atrajo la atención un ceramio cuyo estampa costumbrista estaba diseñada por una señora vestida de chola llevando su cabeza un cántaro, toda ataviada con faldón negro, blusa blanca con flecos de colores sin sandalias y peinada con trenzas, le acompañaba un churre que vestía pantalón corto, camisa blanca amarrada a la cintura con sombrero y descalzo, mamá preguntó el precio, le contestaron que el valor era de s/25.00, papá pagó, lo envolvieron, nos lo dieron y pasamos a retirarnos. Luego avanzamos y observamos distintos modelos de joyas.

Al promediar las dos de la tarde, fuimos a Narihualá, cuando llegamos a la ruina, había un letrero que decía que los domingos solo se atiende hasta las doce y media, por lo que optamos, regresar. Por el camino divisamos una choza con un banderín blanco, en ella una señora y un paisano conversaban

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