TRÁFICO DE ESPECIES.

Este “negocio” consiste en tomar a una especie y sacarla de su hábitat natural, y sacar el mayor “beneficio” material posible. En pocas palabras; explotarla.

El tráfico de especies se encuentra por debajo del tráfico de drogas y el tráfico de armas, pero no por eso, tiene menos importancia. Esta práctica es un atentado al planeta mismo, ya que se saca a la especie (ya sea que esta pertenezca a la flora, o la fauna) de su ecosistema, alterando el curso del mismo. Lo que conlleva al sufrimiento innatural que podría sufrir la especie, así como el daño irreversible a su entorno y el futuro fin de la biodiversidad.

Sin embargo, así como en los cuentos existen las hadas madrinas, en esta situación tenemos a el Convenio Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que protege la biodiversidad y controlar el comercio legal de la vida silvestre de cada país.

Aunque el CITES no garantiza la abolición de esta terrible actividad lucrativa, el que regule la exportación, reexportación e importación de animales y vegetales , ya sean vivos o muertos, es de de hecho, ya una muy grande “ayuda” para que los estragos del Trafico de Especies, no sean tan duros.

Debido a que este es un delito menos grave, el cuidado que se aplica es muy bajo, casi nulo. Lo que es un grave error, ya que se fomenta el crecimiento del mismo. Por tráfico de especies se pueden dar hasta 6 años de cárcel. Lo que la convierte en una sanción muy benévola, tomando en cuenta los daños irreparables que obtendremos en un futuro.

Brasil, Bolivia y Ecuador, son los principales países involucrados con esta práctica. En ellos las leyes no son tan rigurosas con los traficantes, debido a que son países pobres y el tráfico de especies les deja buenos ingresos.

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