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VIDA DE SAN BUENAVENTURA


Enviado por   •  15 de Junio de 2013  •  Exámen  •  2.879 Palabras (12 Páginas)  •  405 Visitas

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VIDA DE SAN BUENAVENTURA

Buenaventura nació en 1221 en Bañoregio cerca de Viterbo (Italia). Su infancia está marcada por una intervención milagrosa de San Francisco, como él lo declarará en dos ocasiones: “Mi madre, cuando yo era todavía niño, hizo voto por mí a San Francisco, porque estando yo gravemente enfermo, fui arrebatado a las fauces mismas de la muerte y restituido sano y salvo al vigor de la vida”.

Entró joven en la Orden de los Hermanos Menores y fue enviado a París, donde llegó a ser maestro de teología. Es memorable la disputa sostenida en la defensa de los derechos de los Frailes Mendicantes al estudio y a la enseñanza. Su línea teológica fue acorde con la filosofía aristotélica, y ligada a la filosofía platónica y a la teología agustiniana.

Fue discípulo del gran Alejandro de Hales, franciscano y después maestro en el estudio de la “Sorbona” de París. Fue autor, como se sabe, de muchas obras de teología y de alta mística y biógrafo de San Francisco.

En 1257 fue elegido ministro general de la Orden, a la que rigió por 17 años en uno de los momentos más delicados de su desarrollo, equilibrando con su prudencia las posiciones opuestas, con firmeza y caridad grande. Promovió y llevó a cabo diversas actividades respecto a los estudios, el ministerio pastoral, la predicación y las misiones. Encargado por

el capítulo, escribió una nueva biografía de San Francisco, que fue llamada “leyenda mayor, leyenda en el sentido de que se debía leer en las asambleas de los religiosos, destinada a sustituir todas las precedentes hagiografías.

Hecho cardenal y obispo de Albano, participó en el II Concilio ecuménico de Lyón, y fue su mente directiva; murió durante el concilio el 15 de julio de 1274. Sus numerosos escritos de teología, mística, hagiografía y poéticos, unidos a la santidad de su vida, han hecho de San Buenaventura uno de los grandes maestros de la espiritualidad cristiana, y para la Orden Franciscana uno de los intérpretes más profundos del mensaje de San Francisco. La humildad, la doctrina, la espiritualidad de San Buenaventura, su sincero amor a Cristo, dejaron una impronta indeleble en la piedad cristiana de la Edad Media y le merecieron el título de “Doctor Seráfico.

Es raro encontrar en la historia de la Iglesia un Santo tan rico en todos los campos de la santidad, tan amado en vida, y a través de sus palabras, a lo largo de los siglos. De inteligencia sutil, de palabra fácil y persuasiva, transfunde en su enseñanza el calor de sus convicciones maduradas en la experiencia y en la contemplación, y lleva al amor de Dios, particularmente de Jesús Crucificado. El amor, o mejor, la caridad está en la base de la doctrina bonaventuriana. Estando en la Verna escribió el Itinerario de la mente hacia Dios .

San Buenaventura murió en Lyón durante el Concilio; tenía 53 años. Sepultado en la iglesia de San Francisco de Lyón, su cuerpo fue quemado por los hugonotes en mayo de 1562. Sixto V lo proclamó Doctor Seráfico.

Dicen que a San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor, y que si se hace una votación entre los cristianos (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en declarar que es un verdadero santo. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman.

Lo quieren los pobres, porque él se dedicó a vivir en total pobreza, pero con gran alegría.

Lo estiman los ecologistas porque él fue el amigo de las aves, de los peces, de las flores, del agua, del sol, de la luna y de la madre tierra.

Nació en Asís (Italia) en 1182.

Su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él durante toda su vida. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por la cual le puso el nombre de Francisco, que significa: "el pequeño francesito".

Cuando joven a Franciscolo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y al muchacho le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.

Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida.

Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu.

Francisco no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: "¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?". Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar en serio acerca de su futuro.

La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco probablemente estaba enamorado. Él comentaba: "Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe". Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús. Y se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.

Paseando un día por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió un gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración divina que le decía que si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder sacrificarse siempre a favor de los demás. Desde aquel día empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.

Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, le pareció oír que Cristo le decía tres veces: "Francisco,

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