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Whitehead

Lenne30 de Mayo de 2014

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INTRODUCCION

Consideramos que la tesis de Alfred North Whitehead (1861-1947) sobre los fines de la educación (educar para la sabiduría) es pertinente y relevante en nuestros días. Sin embargo, regularmente se piensa que si un artículo o investigación pueden ser interesantes deben referirse a los “grandes” estudiosos o corrientes en “moda”, nos empeñamos en suscribir ideas de filósofos de renombre o analizar temáticas desde las perspectivas predominantes y es un infortunio acercarnos a las reflexiones educativas sólo por los nombres o porque están en boga y no por los argumentos. Esta es una de las razones por las que nos permitimos escribir el presente artículo y, en cierta forma, compensar esa limitación en nuestro estudio.

Whitehead escribe diversos textos: Ciencia y Mundo Moderno (1925), Proceso y realidad (1929), La función de la Razón (1929), Aventura de Ideas (1933), Modos de pensamiento (1938) y, con Bertrand Russell, Principia Mathemática, (1910-1913) lo que permite ubicarlo como un filósofo de las ciencias formales, familiarizado con la física, la matemática y la biología de principios del siglo XX.

En parte, caracterizar a Whitehead como un filósofo de la ciencia es correcto. Sin embargo, como habremos de mostrar en este trabajo es también un filósofo de la educación. Respecto de su obra se afirma:

Positivo en el modo de enfrentarse a los problemas, gran trabajador en los detalles y dotado extraordinariamente para la visión sintética, Whitehead representa con su obra el arquetipo del filósofo en el sentido más noble de la palabra. (Bochenski, 1982, p.58.)

El objetivo de este artículo es presentar las ideas más destacadas del filosofo y científico inglés en su obra Los fines de la Educación (1929) precisando tres aspectos: 1.- Los ideales educativos, 2.- El proceso educativo y 3.- La misión de la universidad. Nuestra intención es mostrar que sus argumentos, a pesar del tiempo transcurrido, conservan una gran relevancia en nuestros días, siendo avalados por otros autores.

LOS IDEALES EDUCATIVOS

La principal preocupación de Whitehead en Los fines de la educación es poner en evidencia el debilitamiento de ideales educativos. Considera que en las escuelas de la antigüedad se aspiraba a impartir sabiduría, en los modernos colegios de nuestra época el propósito es más humilde: enseñar materias.

Los ideales descienden al nivel exclusivamente de la práctica, lo que conduce al estancamiento de las aptitudes de los alumnos, en particular cuando la formación intelectual se concibe como la simple adquisición de habilidades mecánicas y de fórmulas establecidas para expresar información.

Whitehead propone, en principio, defender la importancia de los ideales educativos distinguiendo entre educar e instruir. Cuando los profesores se dedican a instruir tienen como finalidad impartir conocimientos o crear habilidades; en cambio, si los docentes se proponen educar su finalidad es infundir sabiduría. En palabras del autor:

“La finalidad de la educación es infundir sabiduría, la cual consiste en saber usar bien nuestros conocimientos y habilidades. Tener sabiduría es tener cultura y la cultura es la actividad del pensamiento que nos permite estar abiertos a la belleza y a los sentimientos humanitarios.”

Otro filósofo importante del siglo XX, José Ortega y Gasset, reafirma la importancia de la cultura (de la sabiduría, en términos de Whitehead) en su obra La misión de la Universidad, donde afirma:

La cultura es un menester imprescindible de toda vida, es una dimensión constitutiva de la existencia humana, como las manos son un atributo del hombre. El hombre a veces no tiene manos; pero entonces no es tampoco un hombre, sino un hombre manco. Lo mismo sólo que mucho más radicalmente, puede decirse que una vida sin cultura es una vida manca, fracasada y falsa. El hombre sin cultura no vive a la altura de su tiempo, vive por debajo de lo que sería su auténtica vida, es decir, falsifica o estafa su propia vida, la desvive. (Ortega, 1982, p. 46.)

Whitehead defiende la relevancia de impartir sabiduría, cultura, como uno de los fines de la educación. Considera que la simple instrucción favorece las ideas inertes, es decir, los conocimientos muertos, el conjunto de pensamientos que la mente recibe pero no utiliza, verifica o transforma en nuevas combinaciones. Una sociedad que da lugar a las ideas inertes debilita los ideales educativos, permitirlo resulta inútil y perjudicial.

Para superar las ideas inertes, el estancamiento mental, el filósofo propone que las instituciones educativas y el docente deben asumir dos premisas: “no enseñar demasiadas materias y lo que se enseña, enseñarlo a fondo.”

Una característica de la educación que se propone lograr el ideal de la sabiduría es otorgar conocimientos útiles, siendo indispensable que el profesor vincule este saber con el interés del alumno, pues en cualquier disciplina a impartir se debe exhibir la importancia del “aquí y del ahora.”

Obtener conocimiento es uno de los principales objetivos de la formación intelectual. Sin embargo, insiste el autor, existe otro ingrediente que tiene mayor predominio e importancia: la sabiduría. Ésta no se puede poseer sin tener cierta base de conocimientos, pero es factible tener sólo información y permanecer carente de ella.

Hay que distinguir entre erudito y sabio (o culto), el primero posee conocimientos amplios adquiridos por el estudio en una o varias materias, en cambio, la persona sabia o culta es poseedora de esos conocimientos, sabe usarlos, los domina en función de los valores más altos del género humano, como son: la creatividad, la tolerancia, la veracidad, la justicia.

El proceso educativo es una tarea compleja que se propone lograr del estudiante la aprehensión de ideas generales, hábitos intelectuales y un interés placentero en la realización mental. El profesor que aspira a contribuir en esta tarea no puede confiar exclusivamente en las palabras. La práctica educativa, para ambos, es un paciente proceso de dominio de los detalles, día a día, en donde no hay un camino real hacia el aprendizaje, por más que nos ofrezcan brillantes generalizaciones.

Whitehead enfatiza que es imposible educar primero y después, en consecuencia, utilizar lo aprendido. No se puede equiparar la actividad educativa con un instrumento al que primero se deba de afilar para luego utilizarlo, tal idea sería equivalente a proponer que la educación es una actividad consistente en postergar la vida hasta haber sido afilada, como el instrumento.

La educación debe considerarse como un proceso activo el cual comprende conocimiento, eficiencia e interés. En palabras del autor:

La educación es la adquisición del arte de utilizar los conocimientos. Es un arte muy difícil de impartir...lleva implícito el problema de mantener vivo el conocimiento, de evitar que se vuelva inerte. (Whitehead, 1957, p.20.)

Si aceptamos que la educación es análoga a una actividad creativa y provechosa, entonces, nos dice el filósofo inglés, hemos de luchar por extirpar la fatal desvinculación de las asignaturas con la realidad; tal separación mata la vitalidad de cualquier programa moderno de estudios. Sólo hay una materia para la educación y es la vida en todas sus manifestaciones. Si bien, no podemos poner la vida dentro de un plan de estudios es necesario mostrar la relación de cualquier disciplina educativa con las diferentes expresiones de vida.

La propuesta de Whitehead acerca del sentido vital con el que debemos emprender la teoría y la práctica educativa encuentra fortaleza en nuestros días con los argumentos de Delors (1996), donde expresa que los sistemas educativos formales pretenden dar prioridad a la adquisición de información, en detrimento de otras formas de aprendizaje, por lo que es necesario concebir la educación como un todo que implica aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser.

Para Whitehead, la educación posee una característica vital que consiste en ser la guía del individuo hacia la comprensión del arte de vivir. Y éste comprende tres momentos:

El arte de la vida consiste, primero, en estar vivos; segundo, en estar vivos de una manera satisfactoria; y tercero, en lograr un incremento de la satisfacción. (Whitehead, 1985. p. 48.)

Nuestro autor considera que el proceso educativo debe guiarnos a la comprensión de lo que significan estos tres aspectos: estar vivos, vivos de manera satisfactoria y vivos para incrementar esta satisfacción. Por tal motivo, la educación debe conducir a la sabiduría, fundamentarse en la ciencia, el arte, la religión y la moral.

La sabiduría no es saberlo todo, para el autor significa la manera de poseer el saber, concierne al manejo, selección de conocimientos, determinación de las cuestiones importantes, su empleo para valorar la experiencia inmediata. El estar bien informados no basta, resulta inútil si el conocimiento es inerte.

Para lograr que la educación, efectivamente, nos permita la comprensión del arte de vivir, el proceso educativo debe seguir un ritmo, un orden metodológico adecuado, de acuerdo a las diferentes materias que se imparten en los diversos grados institucionales. Aspecto a explicar a continuación.

EL RITMO DE LA EDUCACION

Desde la perspectiva de Whitehead, los ideales que la educación ha de perseguir son: interés por aprender, saber utilizar los conocimientos, ser una guía que conduzca

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