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Adam Smith (1723-1790) Y "LA MANO INVISIBLE" DEL MERCADO


Enviado por   •  15 de Febrero de 2014  •  855 Palabras (4 Páginas)  •  571 Visitas

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RECUADRO 1.7

Adam Smith (1723-1790)

Y “LA MANO INVISIBLE” DEL MERCADO

Muchos economistas afirmarían que la economía

moderna data de 1776, año en que se publicó la obra de Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones, uno de los libros más importantes de economía jamás escritos.

Adam Smith nació en 1723 en Kirkcaldy, pequeña ciudad costera situada al norte de Edimburgo. Su padre murió cuando Adam sólo era un niño y durante la mayor parte de su vida vivió con su madre: nunca se casó: Tras graduarse en la Universidad de Glasgow a los 17 años, fue primero miembro del Ballil College Oxford, pero más tarde regresó a Escocia y a los 29 años se convirtió en profesor de filosofía moral de la Universidad de Glasgow. A los 40 años dimitió y estuvo tres años viajando por el continente donde conoció a muchos influyentes economistas y filósofos. Posteriormente, volvió a Escocia, a su ciudad natal de Kirkcaldy, y se dispuso a trabajar en la obra La riqueza de las naciones.

Esta obra, compuesta por cinco libros, abarca muchos temas, pero su argumento fundamental es que las economías de mercado generalmente sirven bien al interés público. Aun cuando todo el mundo busque su propio interés privado, su interacción con el mercado conduce al bien social.

En el libro I, capítulo 2, dice lo siguiente:

Pero el hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide. Quien propone a otro un trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así obtenemos de los demás la mayor parle de los servicios que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas.

Mas adelante, en el libro IV, capítulo 2, continúa diciendo:

Cada individuo en particular se afana continuamente en buscar el empleo más ventajoso para el capital de que puede disponer.

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Lo que desde luego se propone su propio interés, no el de la sociedad;

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