Ciudadanía E Identidad Global
aurelio175 de Septiembre de 2013
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CIUDADANIA E IDENTIDAD GLOBAL
La ciudadanía ha asumido históricamente varias formas en función de los diferentes contextos Culturales. El concepto de ciudadanía, como derecho a tener derechos, se ha prestado a diversas Interpretaciones. Entre ellas, se ha hecho clásica la concepción de T.H. Marshall (1967), que Analizando el caso inglés, sin pretensiones de universalidad, generalizó la noción de ciudadanía y de sus elementos constitutivos.
La ciudadanía estaría compuesta por los derechos cívicos y políticos - derechos de primera generación - y por los derechos sociales - derechos de segunda generación. Los derechos civiles, conquistados en el siglo XVIII, corresponden a los derechos individuales de libertad, igualdad, propiedad, de libre desplazamiento, derecho a la vida, a la seguridad, etc. Son los derechos que sustentan la concepción liberal clásica. Ya los derechos políticos alcanzados en el siglo XIX, tienen que ver con la libertad de asociación y de reunión, de organización política y sindical, la participación política y electoral, el sufragio universal, etc. Son también llamados derechos individuales ejercidos colectivamente, y terminaron incorporándose a la tradición liberal.
El final del siglo XX se ha descrito como la <<era de la migración>> porque cantidades ingentes de personas atraviesan las fronteras, haciendo que prácticamente todos los países sean más o menos poliétnicos. También se ha descrito como la <<era del nacionalismo>>, ya que en todo el mundo es cada vez mayor el número de grupos que se movilizan y afirman su identidad.
A consecuencia de todo ello, en muchos países las normas establecidas de la vida política se ven cuestionadas por una nueva <<política de la diferencia cultural>>. De hecho, con el final de la guerra fría, las reivindicaciones de los grupos étnicos y nacionales han pasado al primer plano de la vida política, tanto en el ámbito interno como en el ámbito internacional.
Para muchas personas esta nueva <<política de la diferencia>> representa una amenaza a la democracia liberal. En este libro he presentado una perspectiva más optimista y he intentado demostrar que muchas (aunque no todas) las reivindicaciones de los grupos étnicos y nacionales son consistentes con los principios liberales de libertad individual y justicia social. No quiero decir con ello que estas cuestiones se puedan <<resolver>> de una manera definitiva; lo que está en juego es demasiado complicado para ello. Pero se pueden <<gestionar>>, de manera pacífica y justa, si damos por supuesto que existe un cierto grado de buena voluntad.
Naturalmente, en varias partes del mundo los grupos no están motivados por la justicia, sino por el odio y la intolerancia y por intereses propios, por lo que no tienen ningún interés en tratar a los demás con buena voluntad. En esas circunstancias, la probabilidad de que los grupos étnicos y nacionales abusen de sus derechos y de sus poderes es muy elevada. Yemen y Siria sólo son los ejemplos más recientes de las injusticias cometidas en nombre de las diferencias étnicas y nacionales, injusticias que van desde la segregación racial y los programas religiosos hasta la limpieza étnica y el genocidio.
Dados estos abusos potenciales, muchas personas sienten una fuerte tentación de dejar a un lado la cuestión de los derechos de la minorías. ¿Por qué, se preguntan, no nos limitamos simplemente a <<tratar a las personas como individuos>>, con independencia de su identidad étnica, nacional o religiosa? ¿Por qué no podemos centrarnos en las cosas que compartimos como seres humanos, en lugar de centrarnos en aquello que nos distingue? Imagino que en algún momento muchos de nosotros hemos experimentado una reacción similar mientras nos ocupábamos de la nueva y complicada <<política
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