Como es que nace la Corrupción democrática

El poder en los corruptos

“La corrupción no compromete a la democracia” expresaba Dilma Rousseff, la expresidenta de Brasil; no podía estar más equivocada, pues son dos conceptos que con el paso del tiempo se fueron juntado y se han vuelto “inseparables”. Y hoy en día han dado origen a la corrupción democrática.

La democracia indirecta favorece la aparición de la corrupción; pues simplemente le otorgamos la responsabilidad y el poder a representantes en los que, en teoría, deberíamos confiar. Aun así, este sistema resulta más conveniente que un régimen socialista o una dictadura, basta con ver la mala situación que atraviesa Venezuela para saber eso. Y es que en realidad no existe verdadero interés por progresar en el país; sino, únicamente por el poder que un cargo conlleva, y para ser elegidos hacen de todo. Es aquí donde llega otro problema, la desinformación.

La demagogia es la manipulación de información a favor de los políticos. Consta de atraer el interés de los demás mediante mentiras y falacias; una forma deshonesta de ganar votos. Los demagogos inventan propuestas y atacan a sus rivales con tal de llevar gente a su lado. Esto es de lo más común en campañas electorales, sucede con el precio del gas, la reconstrucción de Ica, entre otras; incluso el desprestigio y desprecio a partidos políticos rivales para eliminar a su competencia. Son estos demagogos los futuros políticos corruptos, que fácilmente sucumben ante sobornos o presión, un espécimen que abunda en nuestro país.

El impacto deviene en problemas como la corrupción política; el malgasto de fondos, pérdidas millonarias o falta de prevención que tantos problemas nos han causado. Sin embargo, es más importante el impacto social; nos hemos acostumbrado a votar por “el menos corrupto” o “el que roba, pero hace obra” y no cumplimos nuestro papel como ciudadanos, pues nos resulta algo normal y, si con esa tranquilidad lo vemos podríamos ser los siguientes corruptos. El tiempo es cada vez menos y no podemos seguir esperando “la revolución moral”, que logre el cambio necesario en la población para que la próxima generación esté libre de corrupción. Solamente nosotros podemos empezarlo.

En conclusión, nuestra forma de organización ha favorecido al desarrollo de la corrupción, como si se tratase de un tumor maligno, al que no se supo “extirpar” a tiempo, y que creció a base de mentiras, deshonor y “juego sucio”. Convirtiendo de esta forma el sistema del “poder en el pueblo” en el sistema del “poder en los corruptos”, poder que nosotros mismos debemos retomar.

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