Contaminación

En la antigua Roma existían normas para controlar el ruido emitido por las ruedas de hierro de los vagones que golpeaban las piedras del pavimento y perturbaban el sueño y molestaban a los romanos.

En 1988 el Parlamento Europeo emitió la Carta Europea de los Derechos del Peatón, que dice: “El peatón tiene derecho al respeto de las normas relativas a las emisiones acústicas de los vehículos de motor consideradas científicamente como soportables”.

En 2008, fue reformada la Ley de Tránsito ecuatoriana.

En el artículo139, literal A, se señala que: “Incurren en contravención leve de primera clase y serán sancionados con multa equivalente al 5% de la remuneración básica del trabajador en general y la reducción de 1.5 puntos en su licencia de conducir”.

A las 09:30 de ayer, José Ortiz, vigilante de la Comisión de Tránsito del Guayas (CTG), controlaba el tráfico en la avenida Machala, en el centro de la urbe. El oficial, quien tiene 14 años trabajando en la institución, comenta que cada semana emite alrededor de 20 citaciones por uso inadecuado de la bocina. De ese número -precisa- la mitad es para choferes de servicio de transporte y la otra para conductores particulares.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el oído humano está en capacidad de soportar hasta 65 decibeles (unidad empleada para medir los niveles acústicos) en el día y 55 en la noche. No obstante, en Guayaquil y Quito esos promedios se sobrepasaron hace tres años.

En el caso de la ciudad porteña, en 2008 el nivel de ruido llegó a los 82 decibeles durante el día, según estudios realizados por la Fundación contra el ruido, aire contaminante y tabaquismo. Mientras que en la capital alcanzaron los 92,5, según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio Metropolitano.

En ambas ciudades, cerca del 35% de esos niveles de ruido ambiental es ocasionado por el uso inadecuado de la bocina, pese a que la Ley de Tránsito sanciona esa acción con la reducción de 1,5 puntos en la licencia de conducir, más una multa económica.

Según estadísticas de la CTG, en el primer trimestre de 2008 se citó a 33.605 choferes por esta causa. Y de lo que va del año a 5.955.

Para Fernando Carrión, coordinador del programa de Estudios de la Ciudad, de la Flacso, el hecho de que cada año el parque automotor de las ciudades se incremente -en Guayaquil 7,5% y en Quito en 10%- produce que el espacio se congestione. “Y con ello aparecen nuevos conductores agresivos”, dice.

Sergio Campoverde, quien vive en la calle Noguchi, se queja de que por su sector “no se puede vivir”.

Contrariado, comenta que a partir de las 03:00 ya no duerme más porque un conductor del bus de la línea 120 llega a pitar. “Y busco qué hacer para distraerme y no volverme histérico”, reconoce.

La OMS indica que la contaminación acústica tiene consecuencias directas y acumulativas, sobre la salud -física y psicológica- de las personas.

Miguel Palacios, psiquiatra del hospital Lorenzo Ponce, explica que esta actitud refleja una sociedad violenta y reprimida y que usa la bocina de los autos para manifestar su frustración y descontento.

La ansiedad generalizada, el estrés y la depresión están presentes en las personas que se exponen al ruido ambiental.

Delia Salazar, 55 años, comenta que, todas las mañanas cuando toma la línea 37, se siente nerviosa “porque los conductores se pegan al pito como si con eso fueran a desaparecer a los carros de adelante o fueran a pasar por encima de ellos”.

Por casos como estos es que Palacios dice que “el verdadero problema de salud mental está en quienes hacen uso indiscriminado del claxon y quienes están alrededor

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