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Efecto Dragon

vianetzam29 de Mayo de 2013

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Efecto Dragón, es una crisis que se da a partir de 1995 con el desplome de sus exportaciones, colapso de la rentabilidad empresarial, endeudamiento insostenible de empresas y gobierno. A partir de 1996 se comenzaron a ver las caídas en el crecimiento económico por parte de países asiáticos como: Japón, China y Hong-Kong, tuvieron un crecimiento casi nulo, Corea del Sur y Taiwán se redujo su crecimiento tres cuartas partes, Malasia fue pequeño su crecimiento y Tailandia de 2.9% bajo su crecimiento. Para el 27 de Octubre de 1997 se da el crack bursátil iniciando en Hong-Kong del 15.7% de caída, contagiando de inmediato a las bolsas de Sao Paulo, Argentina y México provocando caídas de entre 13% y 15% el 7% en la de Nueva York y 4% en las bolsas de Tokio y Frankfurt.. Para 1997, el won se devalúa el 70% con respecto al dólar. A esta crisis se le puede llamar de sobre acumulación, institucional y política

A manera de conclusión de estas dos crisis podemos decir que: Las crisis de México y de los países asiáticos presentaron una salida muy fuerte de capitales a finales de 1997, provocando cracks en las bolsas de valores, presión sobre las reservas internacionales, devaluación de las monedas y elevación de las tasas de interés.

Durante dos años el "efecto dragón" y sus secuelas constituyen el fenómeno dominante del panorama económico internacional, frenando y revirtiendo la dinámica de expansión cíclica del comercio y la producción mundiales observadas desde fines de 1995, y amenzan las perspectivas de evolución de la naciente economía global y los procesos de integración regionales. En los meses recientes, de inicios de 1999 a la fecha, el efecto dragón en particular pareciera disiparse en medio de una crisis económica internacional que, rebasando las fronteras del asia-pacífico, se ha reafirmado propagándose primero hacia Rusia y luego hacia América del Sur.

Una periodización de la crisis permitiría identificar que de julio de 1997 a octubre de ese año tuvo lugar la fase primera del efecto dragón, la cual aquejó especialmente a los nuevos tigres asiáticos, comenzando por la economía tailandesa; la segunda fase estuvo marcada -hacia fines de ese año- por el derrumbe sudcoreano; en cambio los primeros cinco meses de 1998 estuvieron signados por la crisis de la economía indonesia y los estira-y-afloja en torno a la propuesta de instalar un Consejo Monetario; en una siguiente cuarta etapa, a partir de mayo de 1998, la crisis llega de lleno a la economía líder de la región, Japón, llevándo a ésta a una situación recesiva nunca antes vista desde el fin de la segunda guerra mundial. Esos meses marcan el momento recesivo más profundo de la crisis en Asia. Marcan también el inicio del contagio de la economía rusa, la cual se convierte en el nuevo epicentro de la inestabilidad financiera durante agosto y septiembre de 1998. Pero aún cuando las tensiones sobre la economía mundial y especialmente las acumuladas en los sistemas financieros parecieran estar a punto de estallar a inicios del último trimestre de 1998, las sucesivas bajas en las tasas de interés en los EUA en octubre y noviembre, abrirán nuevos márgenes de maniobra en dichos sistemas. No obstante, en enero de 1999 tiene lugar la anunciada caída del real brasileño y con ello el posicionamiento claro de la crisis en América del Sur.

Pero limitándose al efecto dragón habría que indicar que a raíz del mismo la percepción general que se tenía sobre el ‘modelo asiático’ se ha trastocado profundamente. De considerarlo modelo de desarrollo alternativo al ‘esquema neoliberal’ vigente en Europa y particularmente en América Latina, hoy día se pasa a adjudicar, en ocasiones unilateralmente, la crisis del capitalismo asiático a los recientes procesos de "apertura financiera neoliberal

*****Cuando EE UU estornuda, el mundo se resfría. Este eslogan del siglo XX se revela ahora más real que nunca, puesto que las economías europeas se tambalean por culpa de una crisis económica creada a miles de kilómetros. En el sistema financiero interconectado que existe actualmente, lo que empezó como una serie de poco acertadas decisiones para los intereses de EE UU, se ha expandido por todo el mundo y amenaza con hundir al mundo en otra gran depresión.

La crisis ha alcanzado proporciones peligrosas. Comenzó con la explosión de la burbuja inmobiliaria estadounidense en 2005 tras un largo período de incesante incremento de los precios de las viviendas. Por aquel entonces, el número de familias que podía pagar una hipoteca había aumentado. Los prestamistas habían empezado a llevar a cabo una práctica llamada crédito ‘subprime’, que consistía en hacer préstamos a gente que normalmente no podría acceder a una hipoteca para una casa por existir mayor riesgo de impago. Las hipotecas ‘subprime’ comenzaban con un bajo interés los primeros años para luego elevarse drásticamente. En muchas ocasiones, a los prestatarios no se les explicaban todos los riesgos y se les decía que podrían refinanciar la hipoteca en unos años para mantener las tasas de interés bajas. Los economistas advirtieron de los peligros, pero, en general, nadie en los EE UU quería interrumpir el ambiente de fiesta que rodeaba a la burbuja inmobiliaria. Todo el mundo parecía estar ganando dinero, tanto las empresas de construcción como los agentes inmobiliarios y las compañías de materiales; y los consumidores eran felices: tenían casa propia por primera vez en sus vidas. La industria se encontraba en gran parte al margen del gobierno estadounidense tras décadas de firme desregulación por parte del partido republicano.

Pero en 2005-2006 llegó la hora de pagar el pato. Las tasas de interés de las hipotecas ‘subprime’ se dispararon y muchos de los nuevos propietarios no podían pagarlas o refinanciarlas. La crisis tendría que haberse quedado en los propietarios de viviendas estadounidenses pero, desafortunadamente, tanto los bancos como los prestamistas de estos asuntos habían traspasado la deuda a los inversores. Los activos de la deuda se repartieron y se vendieron a otros inversores y a bancos de todo el mundo en complicados paquetes financieros que poca gente parecía entender del todo. Durante 2007, casi un 1,3 millones de viviendas estadounidenses fueron sujeto de actividades financieras, un 79% más que en 2006. Cundió el pánico: nadie parecía tener ninguna idea de quién era el dueño de estas deudas ‘inútiles’, extendidas por todo el sistema financiero mundial. De repente, los bancos ya no estaban dispuestos a hacer más préstamos, lo que resultó en una crisis de crédito o credit crunch; es decir, un período en el que hay poca liquidez (dinero en efectivo) en el sistema porque nadie está prestando. Las pérdidas empezaron a acumularse. En julio de 2008, los bancos y las principales instituciones financieras de todo el mundo anunciaron pérdidas de alrededor de 435.000 millones de dólares.

En la actualidad, tanto bancos como otras instituciones financieras no pueden conseguir ningún crédito y se encuentran estancadas con activos negativos en sus cuentas. Muchos han tenido que declarar la bancarrota o están a punto de hacerlo. Los gobiernos han tenido que rescatar a estas instituciones por miedo a lo que su colapso podría significar en la economía general. Entre estas instituciones se encuentran Freddie Mac y Fannie May en EE UU, el gigante de los seguros AIG, Northern Rock en Reino Unido y Fortis y Dexia en Bélgica. Estas bancarrotas anticipadas han movido al gobierno estadounidense a preparar un plan de rescate de 700.000 millones de dólares para estar preparados en caso de quiebra y es posible que Reino Unido esté preparando algo similar.

El bum de las materias primas provoca la caída

La crisis de las hipotecas ‘subprime’ y de crédito no son los únicos factores en la mala situación económica de 2008. Los precios del petróleo están en su récord máximo, provocado por las cada vez mayores necesidades energéticas de las economías emergentes de China e India. Esto ha afectado de forma dramática a los consumidores de Norteamérica y Europa de dos formas. Obligados a pagar precios mucho más elevados por la gasolina y la calefacción, los costes incrementados han hecho que los precios de la comida aumentaran también dramáticamente, puesto que es necesario el petróleo para producirla y transportarla. La comida es ahora mucho más cara en el mundo desarrollado de lo que lo ha sido durante los disturbios por su causa en algunos casos.

Desde el año 2000, se ha experimentado un significativo bum en el precio de las materias primas después de que la depresión de los 80 y los 90 bajara extremadamente los precios. Para enero de 2008, el petróleo había alcanzado un nivel que la gente ya no podía permitirse, superando los 100 dólares por barril por primera vez en la historia. Pero esto no era nada comparado con los precios que alcanzó en julio de este año: 147 dólares. Después, hubo una rápida ralentización en las economías norteamericanas y europeas. El 30 de septiembre, Reino Unido reveló que había experimentado crecimiento cero en el trimestre pasado. Junto a Alemania, las previsiones anunciaban recesión para finales de 2008. La eurozona, como un todo, se enfrenta a unos indicadores económicos realmente nefastos.

La crisis económica es el resultado de una serie de fallos humanos en EE UU y del crecimiento natural de las economías del Este. Los precios del petróleo nunca van a volver a experimentar los niveles del pasado y el mundo tiene que aprender a adaptarse a esta nueva realidad. Al mismo tiempo, la crisis de crédito (que se creó en EE UU) solo puede resolverse en EE UU. Hay, por tanto, poco que Europa pueda hacer salvo esperar

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