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Grap


Enviado por   •  18 de Octubre de 2022  •  Trabajos  •  2.367 Palabras (10 Páginas)  •  64 Visitas

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A comienzos de este año, con muchas dudas e inquietudes, se dio inicio a un nuevo año académico de manera hibrida, es decir, virtualidad y presencialidad como modalidades de cursada. Esta materia, desde el inicio de la pandemia, fue la que más tuvo que adaptarse y la que más cambios sufrió. Con la virtualidad como modalidad obligatoria desde 2020 se creía poco alcanzable el clima que se genera en los encuentros presenciales; desde las amistades que se podrían haber formado, hasta las diferencias cara a cara entre compañeros con los que se podría no haber simpatizado tanto. Poco de esto se pudo lograr en los últimos años, pero de igual manera no faltó la oportunidad y la intención de que dichos encuentros puedan darse de manera diferente.

En lo que respecta a mi experiencia, este año se me dio la oportunidad de participar por primera vez en clases presenciales, por lo que fui rescatando de las historias de mis compañeros y compañeras, no era la única novata en tal situación. Si bien parece un dato irrelevante, para la mayoría resultaba justificante, el hecho de ser primerizos en presencialidad universitaria, para nuestra inhibición y/o desorientación en los primeros encuentros de GRAP II.

Esta materia ha dado mucho de qué hablar, en primer lugar, porque únicamente es llevada a cabo en la Facultad de Psicología de la UNMDP. Pasa a pensarse como un espacio y una experiencia de la cual no se sabe mucho para quienes se inician o son ajenos a la carrera de psicología, es necesario cursarla para entenderla de la manera cercana posible. Se trata de ir, poner el cuerpo y la voz.

Como primera experiencia en rol de integrante de los grupos de reflexión, con respecto al trabajo grupal, fue notorio el desafío que iba a implicar lograr una participación fluida. Si bien las consignas e indicaciones de la docente demostraban ser suficientemente claras, lo que no parecía fácil era indagar, hablar de nosotros y entre nosotros. De eso trataban las primeras actividades, de darnos a conocer con el otro y viceversa. En el momento sonaba sencillo, es decir, ¿A quién le puede parecer difícil relacionarse con sus compañeros?

Las cosas no sucedieron con la misma facilidad con la que uno podría haberlas pensado. En la mayoría de los encuentro iniciales, predominaba el cruce de miradas entre compañeros y compañeras, sin palabras de por medio. El grupo era un cruce de miradas constantes como si se buscara la respuesta en los ojos del otro, o como si se intentara trasmitir la sensación de confianza para que se empiece a hablar.

Casi siempre me resultó difícil hacer mi aporte, pues nada me parecía más facilitador que tomar como referencia los comentarios de los demás, pero en este caso pocos se animaban a dar el primer paso.  Así funcionaba GRAP para mi desde la virtualidad, ingresaba al foro, leía participaciones previas a las mías y me era más sencillo formular mi aporte. Ahora en el ámbito presencial parecía que estábamos en ausencia de aquel disparador común.  

Otro punto de comparación con la virtualidad, involucra al tiempo y la reflexión de cada uno. En pandemia, desde las respectivas casas, quien inauguraba el foro tenía el tiempo y la comodidad necesaria para formular su participación. En cambio, la presencialidad pareciera que rompió todo ese confort en el que nos había situado la virtualidad; ahora nos encontrábamos en un aula, en presencia de mucha más gente, que pareciera espera que alguien más de inicio al debate.

Como bien explican Lucila Edelman y Diana Kordon en su libro Trabajando en y con grupos, “Los apoyos, muchas veces silenciosos, son necesarios para el sostenimiento de la identidad personal y se ponen en juego especialmente en las condiciones de crisis y cambios.” 

En las pocas participaciones que se lograban realizar, no solo se intentaba buscar algún tema para debatir, sino que principalmente lo que se transmitía era el interés por que el grupo entero se desenvuelva. Estaba presente el hecho de que se quería participar, pero por alguna razón u otra no se lograba hacerlo. Esa sensación de querer y no poder, está vigente hasta el día de hoy.

En los primeros encuentros los temas giraban en torno a la carrera, como iba cada uno transcurriendo su camino, se transmitían diversas inseguridades y dudas. El espacio creado otorgaba la seguridad necesaria para que los integrantes puedan sentirse seguros y entendidos.

El tema facultativo, parecía ser lo más sencillo de elegir, pues no había como errarle si lo que se buscaba era algo que nos incumba a todos y todas. Pero fue cuestión de unos pocos encuentros, para que una de las compañeras decidiera preguntar si podía hablarse de otras cosas. Ese día ocurrió el primer encuentro en el cual el tema “facultad” no estuvo casi presente.

Se trató de una propuesta diferente, otro intento de suscitar el intercambio entre compañeros. El resultado fue favorable. La compañera compartió su experiencia, de carácter no tan grato, en terapia, fue particularmente la actitud de indiferencia de su psicóloga la cual le generó cierta incomodidad durante sus consultas, llevándola a tomar la decisión de abandonar las sesiones.

Varios compañeros se animaron a involucrarse durante ese encuentro, había posturas que comunicaban como hubiesen actuado en el lugar de la compañera, otros se posicionaban del lado de la profesional y suponían que su actitud era más bien una herramienta de trabajo. También hubo quienes se vieron reflejados en dicha anécdota y se sumaban al debate contando experiencias propias en terapia.

A medida que cada uno lograba desenvolverse, eran notorias actitudes muy puntuales, por ejemplo, la necesidad de saber el nombre del otro compañero a la hora de querer darle respuesta y/o continuación a su participación. Se empezó a dejar de lado el término “Compa”, el cual era muy común entre todos, y se incorporó la pregunta inicial de “¿Cómo es tu nombre?”.

Otro encuentro dónde la mayoría logró desenvolverse, surgió de la temática “libertad” ¿Qué es ser libre?, ¿Somos libres?, ¿Donde?, ¿Cuándo?, fueron algunas de las preguntas que se escucharon a lo largo de la clase. Entre respuestas y respuestas, una de las compañeras decidió compartir una experiencia de vida, en ella relató su transcurso por una relación violenta, de ella destacó su incapacidad de decidir, de hacer y decir, por cuenta propia, entre otras situaciones de las cuales no tomó dimensión hasta tiempo posteriores al vínculo.

El grupo demostró interés y respeto hacía su palabra, los comentarios de devolución al respecto fueron cautelosos, pero intencionalmente precisos. Es cierto que uno nunca sabe qué puede tener el otro para decir, pero la impronta y predisposición a cualquier tema o propuesta se notó.

Entrando en el receso invernal, de a poco comenzaron a asomarse las propuestas para las jornadas de GRAP, donde la asistencia, de carácter obligatorio, podía ser virtual y/o presencial.

Por mi parte, fue el taller de “La escucha de y en el cuerpo” dictado por la licenciada Catalina Brescia, el cual se llevó mi atención. El principal tema que abordaban las participaciones de otros estudiantes, se relacionaba con la corporalidad, la pandemia y en como definir a la práctica de la conexión mente cuerpo que Catalina intentó transmitirnos a través de la palabra como imagen.

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