Harvey
marcos0422Informe12 de Mayo de 2014
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Los miembros del grupo se describían como “liberales” (en el sentido europeo tradicional)
debido a su compromiso fundamental con los ideales de la libertad individual. La etiqueta
neoliberal señalaba su adherencia a los principios de mercado libre acuñados por la
economía neoclásica, que había emergido en la segunda mitad del siglo XIX (gracias al
trabajo de Alfred Marshall, William Stanley Jevons, y Leon Walras) para desplazar las
teorías clásicas de Adam Smith, David Ricardo y, por supuesto, Karl Marx. No obstante,
también se atenían a la conclusión de Adam Smith de que la mano invisible del mercado era
el mejor mecanismo para movilizar, incluso, los instintos más profundos del ser humano
como la glotonería, la gula y el deseo de riqueza y de poder en pro del bien común. Así
pues, la doctrina neoliberal se oponía profundamente a las teorías que defendían el
intervencionismo estatal, como las de John Maynard Keynes, que ganaron preeminencia en
la década de 1930 en respuesta a la Gran Depresión. Después de la Segunda Guerra
Mundial, muchos de los responsables políticos miraron hacia el faro de la teoría keynesiana
en su búsqueda de fórmulas para mantener bajo control el ciclo económico y las recesiones.
Los neoliberales se oponían aún más fieramente a las teorías en torno a la planificación
estatal centralizada, como las propuestas por Oscar Lange, cuya obra se aproximaba a la
tradición marxista. Las decisiones estatales, argüían, estaban condenadas a estar sesgadas
políticamente en función de la fuerza de los grupos de interés implicados en cada ocasión
(como podían ser los sindicatos, las organizaciones ecologistas, o los grupos de presión
empresariales). Las decisiones estatales en materia de inversión y de acumulación de capital
siempre habrían de ser erróneas porque la información disponible para el Estado no podía
rivalizar con la contenida en las señales del mercado.
Este marco teórico no es, tal y como varios analistas han señalado, enteramente
coherente.25 El rigor científico de su economía neoclásica no encaja fácilmente con su
compromiso político con los ideales de la libertad individual, al igual que su supuesta
desconfianza hacia todo poder estatal tampoco encaja con la necesidad de un Estado
23 Obliteración: Acción de obliterar; extirpación de una parte u órgano, ya quirúrgicamente, ya espontáneamente por enfermedad.
24 Véase el sitio web: http://wwwmontpelerin.org/aboutmps.html.
25 Un acertado análisis se puede encontrar en H. J. Chang, Globalisation, Economic Development and the Role of the State,
Londres, Zed Books, 2003. Sin embargo, tal y como señala J. Peck en “Geography and Public Policy. Constructions of
Neoliberalism”, cit., con frecuencia el neoliberalismo ha absorbido otros elementos dentro de su marco, de tal modo que es
difícil concebirlo como una teoría “pura”.
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fuerte y si es necesario coactivo que defienda los derechos de la propiedad privada y las
libertades individuales y empresariales. La ficción jurídica de definir a las corporaciones
como individuos ante la ley introduce sus propios prejuicios, haciendo parecer irónico el
credo personal de John D. Rockefeller que se encuentra grabado en piedra en el
Rockefeller Center en Nueva York y que afirma que él coloca “el valor supremo del
individuo” por encima de todo lo demás. Y, tal y como veremos, hay suficientes
contradicciones en la postura neoliberal como para tornar las prácticas mutantes del
neoliberalismo (frente a cuestiones como el poder monopólico y los fallos del mercado)
irreconocibles
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