Joe Arroyo La Leyenda Protagonizada Por Jair Romero
lumajo116 de Septiembre de 2011
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Hace unos años, Jaír Romero, no contemplaba entre sus planes convertirse en un fenómeno de la TV.
“Para entrar a la televisión hay que ser ‘mono’, tener ojos claros, pelo liso y una supernariz. Y alardear de la ‘chocolatina’ en el abdomen. Nunca lo lograré: soy negro, bocón, ñato, flaco y con pelo chuto”. Eso pensaba Jaír Romero hace años, cuando veía telenovelas y buscaba una oportunidad en el medio. Pero hoy, a los 29 años, convertido en Joe Arroyo en la telenovela ’El Joe, la leyenda’, agradece su físico, que está generando pasiones entre las televidentes.
“Por fortuna, soy negro, bocón y ñato. Y es muy bacano que en el Año Internacional de la Afrodescendencia, por designación de las Naciones Unidas, nos reconozcamos como uno, sin pensar en el color”, comenta.
Aunque así piensa este guajiro, hijo de un mulato y de una negra, expertos en temas sociales afirman que el hecho de que Romero esté enloqueciendo a muchas colombianas no es una señal del fin del racismo. El sociólogo Fabián Sanabria, dice que hay mucho de imaginario en este hecho: “Se dice que los negros son eróticos, sensuales y buenos amantes. Puede ser que se esté aclamando a Romero por eso mismo”. Para Claudia Mosquera, trabajadora social, profesora de la Universidad Nacional y miembro del Grupo de Investigación sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos Ambientales y Racismos en las Américas Negras (Idcaran), Romero es un “negro que representa un tipo de masculinidad marginada, pero que en este caso es un hombre bonito”.
La experta agrega que “sería interesante saber si generaría este tipo de reacción colectiva si fuera lo que en el Caribe llaman un negro ‘champetúo’, maluco y bembón. Este caso sirve para pensar cómo se vive la discriminación étnico-racial cuando se es un hombre con una buena apariencia física”.
Más allá de la belleza física de Romero, están sus ganas de ser actor. A la audición de ’El Joe, la leyenda’ se fue con indumentaria setentera, propuesta de personaje y “afro al aire”, recuerda.
Antes de encarnar a Joe Arroyo, trabajaba en bares y como anfitrión de eventos, e hizo cursos de actuación. En uno de ellos conoció a Humberto Rivera, hombre de televisión, quien le presentó a una mánager y le ayudó a abrirse camino.
Las cosas no fueron fáciles para este guajiro. Cuando decidió venir a vivir a Bogotá, en el 2000, para estudiar actuación -se había ganado una beca en la Academia de Rónald Ayazo-, su supervivencia fue dura. Su compañera en ese momento quedó en embarazo (el actor tiene dos hijos) y, para cumplir con su obligación, tuvo que cantar en buses, vender minutos de celular y cargar bultos.
“A las 9 a.m. empezaba a cantar en los buses -sobre todo, ‘Mi fórmula de amor’, de José Feliciano-. Cogía uno en la carrera 7a. para el norte o el sur y luego la vía a Suba o por Galerías. Trabajaba hasta las 5 p.m. Tenía que llevar leche para mis hijos”, cuenta.
Hoy, cuando su economía es buena, trabaja “por lo mismo: mis hijos”, y aclara que las monedas que recolectaba en el transporte público tienen un gran valor.
La música no es una prioridad para su futuro, aunque canta y compone en su casa. Le gusta escribir cuentos, guiones y poemas. Quiere seguir estudiando actuación y, a mediados de año, hará cine. Hace un mes terminó de grabar El Joe, la leyenda.
El reto de ser Joe Arroyo
Jaír Romero dice que en próximos capítulos de la telenovela, en los que Joe Arroyo tendrá fuertes pruebas de la vida, se verá con más fuerza su papel. Por ahora, se hace énfasis en su voz y su baile, y ya hay muchas personas cercanas al ‘Joe’ que manifiestan que Romero camina igual que la estrella de la
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