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Las arquitecturas del deseo


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2015  •  Ensayos  •  2.050 Palabras (9 Páginas)  •  219 Visitas

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Comunicación Visual.

Ensayo

Las arquitecturas del deseo.

Alumno: Hernández García Omar Abraham.

Profesor: José Luis Cárdenas.

Grupo: 105

Primer Cuatrimestre.

Introducción.

En este hablare un poco acerca del libro Las arquitecturas del deseo. El libro habla y se enfoca un poco más a lo que es el deseo y primero que nada debemos saber que es el deseo. El deseo es anhelar, sentir apetencia, aspirar a algo y entre otras cosas o sus derivados.

Nosotros como seres humanos siempre hemos estado experimentado deseos de cualquier tipo ya sea por si queremos adquirir algo nuevo o cuando vamos hacer algo que deseamos o estamos esperando algo y hay veces que esto no se controla o no lo podemos controlar, pero en épocas pasadas se puede decir que el deseo era algo más brutal pero se podía controlar al menos eso es lo que nos dice Norbert Elias. El deseo por otra parte se podría decir que es como la entrada al placer porque cuando nosotros adquirimos lo que deseamos automáticamente nos da placer.

Ahora en cambio, el deseo es considerado y organizado una forma de vida montada sobre la excitación continuada y un placer asumible. Por otro lado la publicidad ya  no nos da a conocer lo atractivo del producto, hoy en día solo quieren gente que en verdad lo desee lo cual fabrica deseos y nos lo presenta en un mundo sonriente y despreocupado.

Durante años, la humanidad ha desconfiado de la fuerza del deseo y ha intentado frenarlo. La sociedad en que vivimos altera radicalmente esa tradición. Tiene que estimular constantemente los deseos para sobrevivir. Hasta ahora, la economía estaba dirigida por la demanda. Ahora se rige por la oferta: primero se produce y, después, utilizando los implacables medios de la publicidad, se crea en el público la necesidad de lo producido. Después de tantos siglos diciendo que el deseo esclaviza, ahora decimos que el deseo es la gran liberación. ¿No estaremos colaborando todos en una gigantesca estafa? Al investigar este asunto, nuestro detective descubre que carecemos de una teoría del deseo. ¿Qué es, de dónde procede, cuáles son sus determinismos, cómo se manipulan o se educan? A lo lejos resuena la suave voz del inevitable Spinoza: «La esencia del hombre es el deseo.»  

En otras palabras este libro debía de ser más que un estudio de la sociología, un caso práctico del psicoanálisis social. Es decir investigar mucho más a fondo a toda la saciedad en general y lo que la gente piensa.

Desarrollo.

La sociedad de consumo es un modo activo de relación, un modo de actividad sistemática y de respuesta global en el que se funda nuestro sistema de cultura. La economía en abundancia ha alterado radicalmente las funciones de la economía, como señaló Galbraith. En la actualidad el sistema de producción ya no está dirigido a satisfacer las necesidades existentes. Primero se fabrica un producto y luego se induce a comprarlo aunque no lo creamos necesario de adquirir y eso pasa con frecuencia con los diferentes tipos de productos que conocemos hoy en día, por eso la gente como ya lo mencione anteriormente se hace una sociedad de consumo es decir nos hacemos consumistas.

La publicidad deja de ser una ayuda para convertirse en un componente esencial de la nueva economía, esto quiere decir que ya la publicidad ya no es solamente un anuncio como tal si no ya es una ayuda para la economía de la empresa que anuncia su producto lo cual pues es lamentable porque cada vez la publicidad se va haciendo dependiente de las grandes empresas y ya no es como la conocíamos antes. La función de la publicidad es producir sujetos deseantes o, lo que es igual, hacer a los individuos conscientes de sus carencias, obligarles a que se sientan frustrados, fomentar la envidia hacia el vecino, inducir una torpe emulación inacabable, para ofrecer después una salida fácil a su decepción: comprar. Un ejemplo de esto puede ser cuando una persona no tiene la suficiente economía para comprar algo y solo porque vio algo en TV o en radio pues lo quiere comprar solo por la envidia que esto puede causar y esto hay veces que lleva a problemas entre la sociedad solo por las envidias.

La invitación permanente de la publicidad ósea los comerciales, anuncios publicitarios y todo ese tipo de cosas nos invita a consumir, más allá de nuestras necesidades y posibilidades, produce una frustración inevitable y permanente y los psicólogos saben que una decepción duradera tiene dos derivaciones emocionales: la depresión y la violencia. El consumismo actúa en un plano de las apariencias. Que algo nos apetezca significa por un lado que ese algo no es indispensable y eso nos hace ser unos consumidores de algo que realmente no necesitamos (no es una necesidad) y por otro lado que no lo anhelamos desde lo más profundo de nuestro ser porque hay veces que compramos algo que siempre hemos querido y no nos satisface tal y como nos lo habíamos imaginado es decir nos defrauda (no es un verdadero deseo).

La publicidad recurre a modelos que dan envidia, hace apetentes a los consumidores y la fuerza a una adaptación tan caprichosa como rápida es la renovación que hay que poseer para identificarse con los estereotipos que propone.

El placer es proporcional a la intensidad del deseo, que crece con el tiempo de la privación. La apetencia es el grado cero del deseo lo que quiere decir es que si entre más quiero algo pues menos lo deseamos con el paso del tiempo. Nada proporciona un gran placer, y la única solución es encadenar múltiples y veloces placeres que nos ayuden a satisfacer esos deseos plenamente sustituibles. Se trata de un “hedonismo de la cantidad”.

La arqueología del sujeto restante.

El deseo forma parte del circuito de la acción. Introduce en él un momento de claridad consciente, detenida y tensa que rompe la fluida secuencia que lleva al animal de la pulsión al acto. El deseo, en sentido estricto, es una exclusiva humana. El deseo está en el origen de toda actividad humana. Toda nuestra vida está mantenida y dirigida por él, hasta el punto que cuando se desploma, como ocurre en las grandes depresiones, ya no se sabe vivir. La historia de la cultura puede contarse como el empeño de la humanidad por satisfacer sus deseos, incluido el inagotable deseo de tener deseos.

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