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Alfred Jarry


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2012  •  Biografías  •  2.278 Palabras (10 Páginas)  •  539 Visitas

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Alfred Jarry (Francia, 1873-1907)

Dramaturgo y poeta francés, nacido en Laval. Destaca en la literatura por sus hilarantes obras de teatro y su estilo de vida disoluto y excéntrico. Su primera obra, Ubu rey (1896), la escribió cuando tenía 15 años y se interpretó por primera vez en el teatro de marionetas de Pierre Bonnard (1898), siendo una de sus voces la de la actriz Jovita Nadal. La obra la llevó a escena Firmin Gémier en 1896 y desde la noche del estreno se convirtió en una referencia clave para el surrealismo francés. En ella Jarry arremete contra la visión tradicional de la autoridad a través de la llegada al poder de un grotesco y pomposo rey, Ubu, y su esposa, Madre Ubu, que simbolizan la codicia, la ignorancia y las actitudes burguesas. Esta farsa, cuya presentación provocó un auténtico escándalo, está considerada como la primera obra del teatro del absurdo; realizó después dos secuelas sobre el mismo tema. Jarry escribió también poesía simbolista y una novela surrealista, El supermacho (1902). La revista literaria y teatral Airón, de Buenos Aires, fundada en 1960, tradujo y difundió la obra de Jarry. © eMe

JARRY ALFRED ( 1873 - 1907 )

Dramaturgo y poeta francés.

POEMAS

Nació en Laval en el año 1873. Estudió en el liceo de Rennes, siendo un adolescente escribió sus primeros textos literarios que recopiló en Ontogénie, después de trasladarse a París en 1891 para preparar el ingreso en l’Ecole Normale Supérieure.

Su primera obra, Ubu rey (1896), la escribió cuando tenía 15 años y se interpretó por primera vez en el teatro de marionetas de Pierre Bonnard (1898), siendo una de sus voces la de la actriz Jovita Nadal. La obra la llevó a escena Firmin Gémier en 1896 y desde la noche del estreno se convirtió en una referencia clave para el surrealismo francés. En ella Jarry arremete contra la visión tradicional de la autoridad a través de la llegada al poder de un grotesco y pomposo rey, Ubu, y su esposa, Madre Ubu, que simbolizan la codicia, la ignorancia y las actitudes burguesas. Esta farsa, cuya presentación provocó un auténtico escándalo, está considerada como la primera obra del teatro del absurdo.

A estas obras siguieron Les Jours et les Nuits (1898), L’Amour en visite (1898), L’Amour absolu (1899), Messaline (1901), les Almanach du Père Ubu (1899 y 1901), Le surmâle (1902), Le moutardier du pape (1907).

Jarry escribió también poesía simbolista y una novela surrealista, El supermacho (1902). La revista literaria y teatral Airón, de Buenos Aires, fundada en 1960, tradujo y difundió la obra de Jarry.

Entre los artistas que suscitaron su interés hasta el punto de convertirse en amigos se encontraban Henri Rousseau, llamado el Aduanero, nacido como él en Laval; Paul Gauguin, con quien residió una temporada en la pensión Le Gloanec de Pont-Aven, donde también conoció a Charles Filiger, simbolista que se sitúa en el origen de la abstracción y al que dedicó su más largo ensayo. También mantuvo amistad con los artistas nabis Edouard Vuillard y Pierre Bonnard, así como con Félix Vallotton, que ilustraron algunas de sus obras. Tras la desaparición de Jarry fue otro grupo artístico el que tomó el relevo en la persona de Jean Puy y Georges Rouault, que ilustraron varios libros de Ambroise Vollard sobre Ubu.

En 1907 murió en el hospital de la Charité a la edad de treinta y cuatro años.

COSTUMBRES DE LOS AHOGADOS

Alfred Jarry

Hemos tenido ocasión de entablar relaciones bastantes íntimas con estos interesantes borrachos perdidos del acuatismo. Según nuestras observaciones, un ahogado no es un hombre fallecido por submersión, contra lo que tiende a acreditar la opinión común. Es un ser aparte, de hábitos especiales y que se adaptaría a las mil maravillas a su medio si se lo dejase residir un tiempo razonable. Es notable que se conserven mejor en el agua que expuestos al aire. Sus costumbres son extrañas y, aunque ellos gustan desempeñarse en el mismo elemento que los peces, son diametralmente opuestas a la de éstos, si se permite expresarnos así. En efecto, mientras los peces, como es sabido, navegan remontando la corriente, es decir en el sentido que exige más de sus energías, las víctimas de la funesta pasión del acuatismo se abandonan a la corriente del agua como si hubieran perdido toda energía, en una perezosa indolencia. Su actividad sólo se manifiesta por medio de movimientos de cabeza, reverencias, zalemas, medias vueltas y otros gestos corteses que dirigen con afecto a los hombres terrestres. En nuestra opinión, estas demostraciones no tienen ningún alcance sociológico: sólo hay que ver en ellas las convulsiones inconscientes de un borracho o el juego de un animal.

El ahogado señala su presencia, como la anguila, por la aparición de burbujas en la superficie del agua. Se los captura con arpones, lo mismo que a las anguilas; el uso de garlitos o líneas de fondo resulta a este efecto menos provechoso.

En cuanto a las burbujas, se puede caer en el error por la gesticulación desconsiderada de un simple ser humano que sólo se halla en el estado de ahogado provisorio. En este caso, el ser humano no es en extremo peligroso y en todo comparable como lo hemos dicho más arriba, a un borracho perdido. La filantropía y la prudencia exigen distinguir dos fases en su salvamento: 1) la exhortación a la calma; 2) el salvamento propiamente dicho. La primera operación, imprescindible, se efectúa muy bien por medio de un arma de fuego, pero hay que estar familiarizado con las leyes de la refracción; en la mayoría de los casos, basta con un golpe de remo. Sólo queda - segunda fase - capturar al objeto por el mismo método que a un ahogado ordinario.

Es raro que los ahogados se desplacen formando bancos, a la manera de los peces. De ello se puede inferir que sus ciencias sociales son aún embrionarias, a menos que se juzgue más simple suponer que su combatividad y valor guerrero es inferior al de los peces. Es por ello que éstos se comen a aquellos.

Estamos en condición de probar que hay un solo punto en común entre los ahogados y los demás animales acuáticos; desovan como los peces, aunque sus órganos reproductores, para el observador superficial, parezcan conformados como los de los humanos. Desovan, a pesar de esta grave objeción: ninguna ordenanza de la prefectura protege su reproducción por la veda momentánea de su pesca.

Corrientemente, un ahogado se vende a 25 francos en el mercado de la mayoría de los departamentos, constituyendo una fructífera y honesta fuente de recursos para la población

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