Ashaninkas
pioangel24 de Mayo de 2015
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Los Asháninkas presencian milenaria en el VRAE
Los Asháninka mantuvieron contacto con poblaciones andinas desde épocas anteriores a los incas, como lo prueban las herramientas de piedras y cerámicas de arcilla encontradas en los cerros de Selva de Oro en las cavernas húmedas, como hachas de piedras y de bronce, encontradas en el territorio Asháninka en la jurisdicción del distrito de Río Tambo. De acuerdo a las versiones de los nativos de la zona, entre ellos el señor Ever Mianto Chenike, manifiestan que se encuentra la ciudad perdida de los incas en un valle lejano donde el acceso de las personas que tuvieron contacto con la civilización es difícil, debido al imein del gran tasorenchi (poder de dios) probablemente es el guardián de las maravillosas ruinas que dejaron sus antepasados y ahí también se encuentran los fieles guardianes nativos calatos que aun no tienen contacto con la civilización alguna, donde aún mantienen una vida nómada que sobreviven de la cacería, recolección de frutas y del cultivo rudimentario de las plantas oriundas de la zona como la yuca y otro.
Es probable que el gran desarrollo de los tejidos y la adopción de instrumentos musicales de viento, como la antara y la flauta similar a la quena, sean también resultado de estos intercambios que tuvieron con los pueblos de las zonas alto andinas que se desarrollaron a través de los siglos, desde mucho antes del desarrollo del imperio incaico.
En 1635 los franciscanos fundaron el Convento de Ocopa en el valle del Mantaro con miras a impulsar la evangelización de los Asháninka. Las entradas hacia el territorio de este pueblo se hicieron por Tarma, La Merced y por Satipo. Establecieron varias misiones en Chanchamayo y zonas aledañas con la finalidad de controlar el territorio Asháninka y el de sus vecinos y parientes, como el de los Yanesha. Hacia 1675 los franciscanos habían fundado 38 misiones en la región, la mayoría reducciones de población Asháninka.
A inicios del siglo XVIII los religiosos habían comenzado a expandirse hacia el Gran Pajonal donde los nativos del lugar entraron en conflicto territorial de caza con los asháninkas de la margen derecha del río Ene y Apurimac, que hasta la actualidad los nativos asháninkas del VRAE los temen por su carácter de sanguinario y guerreros. Pero sin embargo, la aparición de epidemias detuvo en gran medida esa expansión de los Jesuitas. A ello se sumó, la rebelión encabezada en 1742 por Juan Santos Atahualpa, originario del Cusco, quien concentró las fuerzas de pueblos diversos como los Asháninka, los Yanesha, los Shipibo y los Conibo para luchar por su independencia. Durante un siglo la región permaneció cerrada para los franciscanos y jesuitas que se internaban en las tierras de los nativos amazónicos peruanos.
De igual forma para 1678 casi paralelo a las primeras incursiones que se realizaron por Ocopa, también se desarrolló la incursión a las selvas del valle del río Apurimac y Ene guiados por los mapas realizadas por los padres del convento de Ocopa.
Las incursiones realizados en los años de 1782, nos dejaron las evidencias escritas de cómo realizaron y de cómo fue, tal es así que la entrada que se realizó fue por la zona de Luricocha – Vizcatan – Sana bamba, iniciando su recorrido el 5 de abril del año de 1678 tal como consta en el registro de sus diarios de los padres Fray Joaquín Soler y otros, quien al ver el majestuoso paraíso quedo asombrado y manifestó lo siguiente:
“…llegamos y el siguiente día despejados las nubes de los bajos , me vi como en un total distinta región, rebozando de gozo mi corazón casi cayéndome las lagrimas de alegría y de sentimiento, al mismo tiempo de no hallar fuerza superiores o de ver que no se aplicaban eficazmente los que tenían a conquistar ,tierras las mas pingues y hermosas del Perú…“
En estos tiempos
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