Beatificación

El 24 de marzo de 2015 se cumplen 35 años de la muerte martirial de Mons. Óscar Romero. A medida que pasan los años se comprende mejor la entrega de un gran pastor que quiso acompañar y sentir con su pueblo que sufre. La tumba del obispo, asesinado de un disparo frente al altar de la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador mientras celebraba Misa, sigue siendo motivo de esperanza para quienes la visitan en la cripta de catedral metropolitana de San Salvador. Para celebrar el centenario de su nacimiento la Conferencia Episcopal de El Salvador ha promovido un trienio de preparación con catequesis que contienen el tesoro de su pensamiento, espiritualidad y amor a Dios y al prójimo profesado, vivido y ratificado con su sangre. Romero, un mártir. Con la llegada del Papa Francisco a la sede de Pedro, la causa de beatificación ha encontrado un impulso incomparable. No está de más recordar que el cardenal Bergoglio conocía a fondo al obispo Romero asesinado en 1980 y también conocía la historia compleja del pequeño país centroamericano. Cada vez aparece más claro que Mons. Romero fue un hombre de Dios, un obispo, un hombre de Iglesia y un servidor de los pobres. “Para mí Romero es un hombre de Dios”, así lo expresó el Papa Francisco en el vuelo de regreso desde Corea en agosto de 2014. En esa ocasión mencionó que el proceso de Óscar Romero estaba detenido en la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero había recibido un nuevo impulso al ser transferido a la Congregación para los Santos.

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