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Biografia De Jose Marti

SORANGELA12 de Diciembre de 2011

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José Martí

Nació en La Habana, el 28 de enero de 1853. Hijo de los españoles Mariano Martí y Leonor Pérez, su vida fue una auténtica lucha a favor de la libertad en Cuba y para Cuba. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación.

El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la guerra de los Diez Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó una gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema «Abdalá».

A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama Adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza.

Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México.

Allí se casó con la cubana Carmen Sayes Bazán y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la guerra de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria.

Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.

Dos años más tarde, tras entrevistarse con el generalísimo Máximo Gómez, logró poner en marcha un proceso de independencia. Pese al embargo de sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente hacia Cuba. Fue abatido por las tropas realistas cuando contaba cuarenta y dos años. Martí es, junto a Bolívar y San Martín, uno de los principales protagonistas del proceso de emancipación de Hispanoamérica.

La obra literaria de José Martí

Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa de transición al modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos ideales artísticos.

Como poeta se le conoce por Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; Versos libres (1878-1882), La edad de oro (1889) y Versos sencillos (1891), esta última decididamente modernista y en la que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular.

En José Martí encontramos ya los rasgos que caracterizarían una de las épocas más fecundas no sólo para el arte, sino para todas las manifestaciones artísticas y humanas acaecidas con el cambio de siglo. Lo que se ha dado en llamar Modernismo surge ya en su prosa audaz y en su profunda poesía, pero no sólo ahí, sino en cualquiera de las demás expresiones literarias que conforman un todo en el caso de Martí.

Martí periodista

Entre 1880 y 1892, José Martí publicó más de cuatrocientas crónicas sobre Hispanoamérica, Estados Unidos y Europa, así como un centenar de acertados y bellos retratos. Su publicación corrió a cargo de diarios como La Nación de Buenos Aires, La Opinión Nacional de Caracas, La Opinión Pública de Montevideo, La República de Tegucigalpa, El Partido Liberal de México y Las Américas de Nueva York. En el conjunto de su obra, la parte periodística ocupa voluminosamente casi la mitad de su producción literaria, dato que redunda si observamos que la mayoría del resto de su producción apareció primeramente publicada en periódicos.

No se debe menospreciar este aspecto no ya en la obra de Martí, sino en la de otros autores modernistas como él, pues la prensa escrita fue el medio de difusión de un estética identificativa de un grupo muy amplio de escritores, pensadores y artistas de finales del siglo XIX y principios del XX. En Martí, por ejemplo, sus crónicas sirvieron para introducir elementos tan variopintos y alejados entre sí como los consejos para dormir con gorra, las nuevas vajillas para tomar el té, las guerras y la política internacional, la educación, la arquitectura, la moda y todos aquellos adelantos vinculados a la ciencia y a la literatura. Todo ello no fue óbice para que reflexionara sobre la ética y la condición humana mediante imágenes detalladas, información exhaustiva, gracejo narrativo y un estilo personalísimo que le llevó a ser una de las más genuinas personalidades periodísticas del momento, entremezclando rasgos del género en Francia con otros adquiridos en su estancia en Nueva York, donde colaboró en algunos diarios como The Hour o The Sun.

Martí pensador

Sin duda, la faceta que ha hecho de José Martí algo más que un mito fue su ideario político. A pesar de que su lucha directa se circunscribió a «su» Cuba, concibió la libertad de los países de Latinoamérica como un todo. Su idea de libertad nunca pudo partir de la República española, pues la inconsecuencia de lo que ésta propugnaba con los hechos que Martí observaba en la «Metrópoli» le convenció de que el problema cubano sólo podría ser resuelto fuera de los marcos políticos del poder español.

Las dos tesis principales del pensamiento martiano son, por una parte, abogar por la entrega de la riqueza nacional, cuya distribución exclusiva en pocas manos le parecía injusta; por otra, la cuestión indígena que afrontan las jóvenes naciones americanas como uno de los más tristes resultados de la dominación colonial sufrida, en la cual los indios fueron aplastados y reducidos a la condición de bestias; resucitarles el hombre que llevan dentro debe ser la tarea primera de todos aquellos que aspiren a una patria libre. El futuro de la revolución americana está vinculado, en su opinión, a la raza indígena y a la unión de los pueblos, pues sin ella no habría garantía alguna de triunfo para esa revolución. Precisamente por ello se opuso siempre a la intervención del autoritarismo militar que se había intentado imponer al movimiento revolucionario y no se identificó nunca con éste. Según el Apóstol, independizar a Cuba era, primero, arrancar de América los últimos restos del colonialismo español y, segundo, afianzar la unión de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas para contener así los impulsos imperialistas de los Estados Unidos.

El testimonio político más importante de Martí es su ensayo titulado Nuestra América: no es un manifiesto americanista en el que se predique un fatuo nacionalismo o en el que se cante la superioridad de los valores autóctonos de los pueblos de hispanoamérica, sino que plantea, fundamentalmente, un programa político-cultural establecido de acuerdo con las necesidades más urgentes del continente. No hay romanticismo en la afirmación del hombre natural, de la Naturaleza americana. La afirmación de estos elementos cumple una determinada función política porque únicamente a partir de ellos podrá realizarse una liberación total. Nuestra América no es un canto a un pasado glorioso ni una invitación de retorno a él. Martí, que está mucho más cerca de Marx que de Rousseau, afirma lo natural para poder mostrar mejor el proceso de inversión de valores producido por el dominio colonial. Con la colonización se impuso para América una serie de costumbres y tradiciones que impidieron el desenvolvimiento de sus culturas nativas. De esta manera se produjo la típica sustitución de valores que toda potencia imperial realiza, y por la que se engendran las colonias. Este deplorable cuadro lo describió Martí con plasticidad asombrosa al escribir:

«Eramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Eramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norte América y la montera de España.»

Una de las preocupaciones máximas que plasma Martí aquí es la integración de todos los cubanos bajo una única bandera de amor y respeto al hombre, que, a su juicio, debía ser la norma suprema de la futura república:

«Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre.»

El humanismo que desprenden estas palabras es la constante más profunda del quehacer político martiano, y la piedra angular de la reconstrucción del movimiento revolucionario cubano.

Martí escritor

Si sus incursiones en el teatro (Abdala, Adúltera y Amor con amor se paga) no tuvieron mucha fortuna, su única irrupción en el mundo de la novela, Amistad funesta (Lucía Jerez), si bien no podemos decir que sea una obra maestra del género, sí introduce por primera vez en el mismo los rasgos que

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