La historia nacional

lla nueva era, la que con el siglo XX marcaría por nuevos derroteros la historia nacional.

Sobreviviendo a pasiones políticas, a regímenes fuertes y despó-

ticos, a las montoneras capitaneadas por líderes disolutos, a huracanes, terremotos, asonadas, madrugonazos y escaramuzas batidas

a tiro limpio, el país dominicano hizo el tránsito de todo este siglo

a costo de sacrificios inmensos, vueltas y vueltas sobre el mismo

eje retenedor de su progreso, y de incontables heroísmos de sus

mejores hombres y mujeres.

Al finalizar el siglo XX, la República Dominicana ha mejorado notablemente sus caminos, sus sistemas de comunicación, sus

comunidades urbanas y rurales; ha crecido notablemente su población, tiene una singular posición en el orden económico y

político en el Caribe y Latinoamérica habiendo superado los lastres de un pasado tormentoso que puso frenos, en algún momento, a su bienestar y a su desarrollo.

Siempre faltará mucho por hacer, pero no hay dudas de que el

balance de estos cien años de vida revela un esfuerzo de cambio y

progreso que los dominicanos que iniciaron el siglo o lo vieron

entrar ya maduros de edad no soñaron ni remotamente.

Como ocurre en todo final de tiempo -año, decenio, centuria,

milenio-, el ser humano busca el modo de plantearse el “debe y el

haber” de los antiguos. Pasar revista a lo que hemos sido para poder determinar lo que somos y lo que queremos. Por eso, al final de

este siglo, que ocurre que es también final de milenio, los dominicanos debemos mirar necesariamente hacia atrás para poder evaluar, desde las conquistas y los fracasos, desde los cielos y los abismos, desde los avances y los retrocesos, la historia de lo que ha sido

el país, de modo que podamos vislumbrar mejor el futuro, un futuro siempre al acecho, dispuesto a batirse con nuestras esperanzas y

con nuestras inquietudes.

Necesariamente debemos mirar hacia atrás para encontrarnos

con parte de lo que hemos sido en estos cien años de vida colectiva, para escudriñar en sus aristas de esfuerzo y libertad, de dolor y

vasallaje, de yerro y victoria. Para que entonces, invictos, iniciemos un nuevo recorrido por los senderos del futuro que plantea,

con

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