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Marilyn Monroe


Enviado por   •  16 de Junio de 2013  •  1.008 Palabras (5 Páginas)  •  366 Visitas

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Marilyn Monroe

(1926 – 1962)

La Magdalena de la Casa Blanca

Ah, Marilyn, tu cruel América,

tu desdichada gran nación

te ha destrozado entre sus manos

como un paquete de pop-corn.

Y allí estás, pálida manzana,

bajo tu luna de neón.

Aquiles Nazoa

Al igual que Afrodita, le fue concedida una única virtud, ser bella, y cuando quiso ejercer el oficio de espía y delatora, quedó presa en la red de sus amantes –entre la mafia y la CIA–. Sin saberlo se convirtió en la Magdalena de la Casa Blanca, lugar cuyo espíritu masculino hizo que sus hijos se le murieran en el útero o se le desvanecieran de su mente. Comentan que solía llorar largos ratos, aun dormida, pues nunca los conoció, jamás le permitieron ver sus rostros. En los últimos años, intentando imaginárselos, aprendió el enigma misterioso de los árboles, y triste se abrazaba a los rugosos tallos para calmar la pena.

Hicieron de ella tal producto comercial que varios empresarios inelegantes fundaron la empresa Glamour Tours, y organizaban viajes secretos para aquellos seres frígidos que ansiaban ver de cerca a la diosa del deseo, la diosa del amor: los impotentes se revitalizaban con su sola presencia, con tocar un objeto que ella hubiese acariciado, o con posar manos y pies en el Grauman´s Chinese Theatre, donde están sus huellas. El cierre de los tours se celebraba con despedidas disolutas que ella a veces dirigía. Ella conoció todas las pasiones. Su belleza la perdió.

Con el tiempo, algunos de estos seguidores conformaron la secta Lesbos con el fin de adorarla. Por eso, van robando todo aquello que suponen estuvo relacionado con su diosa, para adornar el santuario donde hoy le rinden culto.

Marilyn aprendió a mirarse desnuda frente al espejo y a recorrer sus formas y cada línea de su hermosa piel. Se sentía sagrada y profana. Su cuerpo era un templo siempre violado por manos lascivas o por luces artificiales. Consciente o no de ser un Sex-symbol, era natural en ella mostrar los labios particularmente carnosos, que al cerrarlos se amaban el uno sobre el otro, acercar y ofrecer los pechos turgentes y rosáceos de pezón fresa; le gustaba exhibir los pies desnudos, que parecían las tímidas alas de un colibrí inmóvil; mirar con esos ojos dadores y su insinuante párpado derecho caído, y hacer mohín con esa nariz breve como su vida.

Sin embargo, le atormentaba ser objeto de deseo, llevar y representar una vida falsa, mantener el tinte de su cabello, el rouge de sus labios, las indispensables pestañas postizas y el insinuante derrière. Ella prefería el desnudo puro para no quedar debiendo nada… no ocultar nada de su cuerpo. Todo, todo lo daba de sí como se entrega el mar a los arrecifes, al acantilado.

Con cada pose que vende en los escenarios se sumerge en extrañas sensaciones: sufre las angustias

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