Miguel Cabrera

Miguel Cabrera, nacido en Oaxaca el 27 de mayo de 1695, fue el máximo exponente de la pintura virreinal novohispana al aportar a la adusta escuela de arte sacro una pasión llena de colorido que salpica de mexicanismo el rigor académico de sus composiciones (1).

Llegó a México en 1719 para sumarse al taller de José de Ibarra e iniciar su formación artística, la cual estuvo influenciada por las escuelas flamenca y española.

Cabrera fue pintor de cámara del arzobispo José Manuel Rubio y Salinas,gracias a quien pintaría una de sus obras más trascendentes, Nuestra Señora de Guadalupe. Además, en 1753, fue presidente de la primera academia de pintura en México, antecedente de la Academia de San Carlos (2).

Autor de una gran cantidad de imágenes, entre las que destacan El Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, La Vida de San Ignacio, El Martirio de San Sebastián de la iglesia de Taxco, La Virgen del Apocalipsis y una serie de 16 pinturas sobre castas.

No fue ni desconocido ni desestimado en su tiempo, se colocó en el gusto de la sociedad, a tal grado que, para satisfacer a sus clientes, se cree que su taller asemejaba una cadena de montaje. Lo que dio como resultado la producción de más de 45 obras.

Miguel Cabrera fue considerado un gran artista en la Nueva España, y aunque años más tarde, su trabajo sería revaluado y se encontrarían fallas, su título de pintor por excelencia es irrefutable.

Vi una gran señal en el cielo…”, es como San Juan Evangelista inicia su descripción en el libro del Apocalipsis, sobre las tres visiones que el pintor Miguel Cabrera uniría en su obra La Virgen del Apocalipsis. Éste es un óleo de 340 x 352.7 cm, firmado en 1760 y costeado por José Riaño y su esposa (de acuerdo con la inscripción en el mismo), que se sabe pertenece a la última etapa de producción del artista oaxaqueño.

José Bernardo Couto, autor de los Diálogos de la pintura, pone en boca de Pelegrín Clavé, pintor académico, las siguientes palabras:

“A Cabrera bien puede conocérsele con sólo este cuadro grande que tenemos con la Visión del Apocalipsis: cuando la mujer, vestida de sol y dotada de alas, que había parido al niño huye de la bestia de siete cabezas con la que San Miguel y su ejército celestial libran una batalla. La visión está aplicada a la Virgen. Note la belleza de su figura, la del niño que levanta con ambos brazos y respectivamente la de los demás personajes. Creo que todas las dotes de Cabrera se registran en este lienzo”[1].

Es muy probable que el artista se inspirara en Rubens, compartiera ideas con Ibarra y se alimentara de la iconografía típica de la época para la realización de la obra, pero es importante reconocer que Cabrera enriqueció con numerosas variantes los modelos iniciales, hasta desembocar en una composición nueva, efectista y grandiosa,tal como lo percibió Clavé en su época.

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