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Querer y poder


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2013  •  Ensayos  •  1.557 Palabras (7 Páginas)  •  270 Visitas

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Querer y poder: Jacotot hizo enviar el libro a los estudiantes a través de un intérprete y les pidió que aprendieran el texto francés ayudándose de la traducción. A medida que fueron llegando a la mitad del primer libro, les hizo repetir una y otra vez lo que habían aprendido y les dijo que se contentasen con leer el resto, al menos para poderlo contar. Pidió a los estudiantes así preparados que escribiesen en francés lo que pensaban de todo lo que habían leído. Cuál no fue su sorpresa al descubrir que sus alumnos, entregados a sí mismos, habían realizado este difícil paso tan bien como lo habrían hecho muchos franceses. Entonces, ¿no hace falta más que querer para poder? ¿Eran pues todos los hombres virtualmente capaces de comprender lo que otros habían hecho y comprendido?

Enseñar y explicar: Hasta ese momento, Jacotot había creído lo que creían todos los profesores concienzudos: que la tarea del maestro es transmitir sus conocimientos a sus discípulos para elevarlos gradualmente hacia su propia ciencia. Sabía que no se trataba de atiborrar a los alumnos de conocimientos, ni de hacércelos repetir como loros, pero sabía también que es necesario evitar esos caminos del azar donde se pierden los espíritus incapaces de distinguir lo esencial de lo accesorio y el principio de la consecuencia. En definitiva, sabía que enseñar era, al mismo tiempo, transmitir conocimientos y formar espíritus, conduciéndolos, según un orden progresivo, de lo más simple a lo más complejo.

El grano: Así razonaban todos los profesores concienzudos. Y así razonó y actuó Jacotot en los treinta años de profesión. Pero ahora el grano de arena se había introducido por azar en la maquinaria. No había dado a sus alumnos ninguna explicación. No les había explicado ni la ortografía ni las conjugaciones. Ellos solos buscaron, ellos solos aprendieron. Entonces, ¿eran superfluas las explicaciones del maestro? O si no lo eran, ¿a quiénes y para qué eran entonces útiles esas explicaciones?

Maestro y poder: En el orden explicador hace falta generalmente una explicación oral para explicar la explicación escrita. Eso supone que los razonamientos están más claros, se graban mejor en el espíritu del alumno, cuando están dirigidos por la palabra del maestro, la cual se disipa en el instante, que cuando están inscritos en el libro con caracteres imborrables. ¿Cómo hay que entender este privilegio paradójico de la palabra sobre el escrito, del oído sobre la vista? ¿Qué relación hay entonces entre el poder de la palabra y el poder del maestro?

El incapaz: La revelación que se apoderó de Jacotot es la siguiente: es necesario invertir la lógica del sistema explicador. La explicación no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión. Todo lo contrario, esta incapacidad es la ficción que estructura la concepción explicadora del mundo. El explicador es el que necesita del incapaz y no al revés; es él el que constituye al incapaz como tal.

Mito: Explicar alguna cosa a alguien es, primero, demostrarle que no puede comprenderla por sí mismo. Antes de ser el acto del pedagogo, la explicación es el mito de la pedagogía, la parábola de un mundo dividido en espíritus sabios y espíritus ignorantes, maduros e inmaduros, capaces e incapaces, inteligentes y estúpidos.

La trampa: La trampa del explicador consiste en un doble gesto inaugural. Por un lado, es él quien decreta el comienzo absoluto: sólo ahora va a comenzar el acto de aprender. Por otro lado, sobre todas las cosas que deben aprenderse, es él quien lanza ese velo de la ignorancia que luego se encargará de levantar. Hasta que él llegó, el niño tanteó a ciegas, adivinando. Ahora es cuando va a aprender. Oía las palabras y las repetía. Ahora se trata de leer y no entenderá las palabras si no entiende las sílabas, las sílabas si no entiende las letras que ni el libro ni sus padres podrían hacerle entender, tan sólo puede la palabra del maestro.

Atontamiento: El mito pedagógico divide el mundo en dos. Pero es necesario decir más precisamente que divide la inteligencia en dos. Lo que dice es que existe una inteligencia inferior y una inteligencia superior. La primera registra al azar las percepciones, retiene, interpreta y repite empíricamente, en el estrecho círculo de las costumbres y de las necesidades. Ésa es la inteligencia del niño pequeño y del hombre de pueblo. La segunda conoce las cosas a través de la razón, procede por método, de lo simple a lo complejo, de la parte al todo. Es ella la que permite al maestro transmitir sus conocimientos adaptándolos a las capacidades intelectuales del alumno y la que permite comprobar que el alumno ha comprendido bien lo que ha aprendido. Tal es el principio de la explicación.

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