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Cazadores De Microbios


Enviado por   •  12 de Mayo de 2013  •  6.653 Palabras (27 Páginas)  •  357 Visitas

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Cazadores de Microbios

I: El Primer cazador de microbios:

Hace 250 años, Leeuwenhock fue el primero en asomarse a un mundo nuevo. Llevando por el afán de revelar el misterio de ciertos milagros, se atrevió a penetrar en las regiones habitadas por enemigos alevosísimos. Éstos cazadores no vacilan en conocer a aquellos seres mortíferos, los persiguen hasta sus guaridas más recónditas y nos dibujan un mapa a simple viste, esos hombres atrevidos desafían a la muerte, muchas veces triunfadora de ella durante décadas sufriendo infinidad de decepciones.

Cuando en Leeuwenhock nació el deseo de hacer investigaciones, la investigación científica aún no había llegado a ser una “profesión”. El hombre europeo apenas había empezado a sacudirse de supersticiones más obscuras: ni siquiera se había percatado de su ignorancia. Leeuwenhock había oído decir que fabricando lentes de un trozo de cristal transparente se podían ver las cosas, a través de tales lupas, mucho mayores de lo que parecen a simple vista. Visitó las tiendas de óptica y aprendió los rudimentos necesarios para tallar lentes y se inició en el arte de los orfebres, montó sus lentes en cuadriláteros de oro, plata y cobre.

Encontraba la manera de fabricar una lente minúscula de un diámetro inferior a 3 mm, tan simétrica, tan perfecta que le permitiría ver las cosas más pequeñas enormemente agrandadas y con una nitidez fantástica, con el fin de observar otras cosas, se fabricó cientos de microscopios; luego, volvía a examinar aquellas preparaciones con el de las anteriores. En este aislamiento trabajó durante 20 años.

En Inglaterra, Francia y en Italia los hombre extraordinarios miraban con recelo todo lo que tenía visos de ciencia nueva, en Inglaterra fundaron una sociedad llamada “The invisible College” , que tuvo que ser invisible porque Cromwell los habría ahorcado por conspiradores y herejes si hubiera llegado a enterarse de los extraños asuntos que intentaban dilucidar. Leeuwenhoek por aquellos años ya era muy arisco y desconfiaba de todo el mundo, al fin permitió a Graaf que mirase por aquellos ojos mágicos suyos, aquellas diminutas lentes sin igual en Europa. Su extravagancia aparente, se reveló más tarde como preparación para aquel día imprevisto en que observó una pequeña gota límpida agua de lluvia, en los cuales había bichitos, son mil veces más pequeños que cualquier de los bichos que podemos ver a simple vista. Un mundo fantástico de seres su visibles, criaturas que habían vivido, seres de una casta que destruye y aniquila razas enteras de hombres diez millones de veces más grandes que ellos mismo, asesinos silenciosos que matan a los niños en sus cunas tibias y a los reyes en sus seguros palacios. De nuevo vio aquellos seres, no una sola especie sino otra más grande que la primera “moviéndose con gran agilidad, porque tenían varios pies increíblemente sutiles” . Unos cuentos miembro de la Academia lo tomaron en serio, todo lo que hasta ahora les había comunicado había resultado cierto. La Real Academia encargó a Robert Hooke y a Nehemiah Grez que construyesen los mejores microscopios de que fueran capaces. Antonio Leeuwenhoek no había mentido, poco más tarde, la Real Academia lo nombró de número y le envió un vistoso diploma de socio en una caja de plata cuya iba grabadas los emblemas de la sociedad. La contestación de Leeuwenhoek fue “les serviré fielmente durante el resto de mi vida”.

Cansado de observar aquellos animalitos, salió a dar un paseo bajo los altos árboles que dejaban caer sus hojas amarillentas en los espejos obscuros de los canales. Se encontró con un viejo, que no se había limpiado los dientes en su vida, lo llevó a laboratorio y encontró que en la boca del anciano, había dado albergue a una especie nueva de criaturas, pero no se le ocurrió pensar que aquellos animalitos pudieran ser la causa de una enfermedad. Examinó su boca después de haber bebido café y se dio cuenta de que había matado a todos esos bichitos maléficos, y al beber agua fría, éstos no recobraron su vitalidad. En 1723, a la edad de 91 años, en su lecho de muerte, da a su amigo Hoogvliet unos escritos para que los tradujera en latín y los enviara a Londres a la Real Academia y cumple, su palabra de se fiel hasta su lecho de muerte.

II: Los microbios nacen de microbios:

Leeuwenhoek ha muerto, en Scandiano nacía en 1729 otro cazador de Microbios, este era Lázaro Spallanzani, examinaba atentamente a los serenes vivos de la naturaleza, quería saber como funcionaban las cosas sin que le importaran tanto los destinos ulteriores de los animales “operados”. El joven Italiano, tuvo que sostener grandes luchas con su familia para llegar a ser un cazador de microbios, a hurtadillas visitó a Vallisnieri, el célebre hombre de ciencia, a quien dio cuenta de todos sus conocimientos. Spallanzani fue enviado a la Universidad de Regio para emprender la carrera de la ciencia. En aquella época el ser hombre de ciencia era profesión mucho más respetable y segura que cuando Leeuwenhoek empezó a fabricar lentes. El Invisible College, ya no tenía que esconderse y obtenían en todas partes el apoyo generoso de los parlamentos y de los reyes. A los 25 años de edad, hizo una traducción de los poetas clásicos. Se ordenó sacerdote católico y se ganaba la vida diciendo misa. Antes de cumplir los 30 años, fue nombrado profesor en la Universidad de Regio, donde explicaba sus lecciones ante un auditorio entusiasta que le escuchaba pasmado, ahí fue donde dio comienzo a sus estudios sobre los animalillos. Empezó torpemente a aprender a cultivar bichejos microscópicos y a manejar el microscopio.

Needham, al mismo tiempo, iba recobrando fama en Inglaterra, con la pretensión de que el caldo de carnero engendraba animales microscópicos. Éste descubrimiento, produjo enorme sensación entre los miembros de la Real Sociedad, se reunieron y pensaron en nombrarlo miembro de aquella restringida aristocracia del saber. Spallanzani, leía las sensacionales noticias referentes a los animalillo creadores por Needham y acabó por bufar. Spallanzani, empezó a afilar sus armas para emplearlas contra su colega de sacerdocio, se esforzaba por descubrir el punto vulnerable del experimento de Needham. Tenía que fundar su objeción en un experimento contundente y debería desechar sus propias explicaciones, si fuera necesario. Dedicó los días que siguieron a múltiples cosas que no eran suficientes para consumir su infatigable actividad. En aquel momento ya no era el Spallanzani animado y brillante, era un hombre lento,

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