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Clasificacion De La Fisica

natalie020628 de Abril de 2013

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La importancia de la enseñanza de las ciencias

La finalidad de este trabajo es destacar la importancia de promover, que los profesores del área científica de todos los niveles educativos, centremos nuestra atención en un enfoque que privilegie los valores éticos y sociales, que subyacen tanto la producción, como las repercusiones del saber científico, que han colocado a la ciencia en una posición con gran prestigio social. Esto, redundará en un mayor acercamiento y comprensión de los alumnos en torno a la realidad de la actividad científica que por un lado, conduzca a eliminar la tradicional etiqueta del científico "neutral" desde el punto de vista de sus compromisos políticos y por otro, permitirá que los estudiantes perciban la labor científica como es, una empresa colectiva y no individual como hasta ahora lo presentan los esquemas histórico-cronológicos, que pretenden explicar la evolución del pensamiento científico, en la mayor parte de los libros de texto, desde el nivel básico hasta el superior.

Esto también permitirá que los alumnos que cursan alguna carrera científica, adopten una posición respecto a lo que es y lo requiere la formación de los científicos mexicanos en la actualidad, que les oriente a un mayor compromiso por el desarrollo de la ciencia nacional que promueva la solución de los graves problemas en que incide esa labor.

Quienes nos formamos en algún campo de la ciencia, vemos con preocupación el futuro de la ciencia mexicana poco promisorio; tanto por el desprecio de las instituciones gubernamentales en torno a su importancia, mismo que se expresa en el raquítico presupuesto que le destina, como por el fomento a la educación tecnológica a través de multiplicidad de estructuras como los cebetis, conaleps, cetis y similares (instituciones educativas mexicanas técnicas de nivel medio superior), que se crearon para responder a los requerimientos de maquila de los grandes monopolios extranjeros y la marcada especialización técnica tanto de las profesiones como de los posgrados.

Si además de lo anterior se mantiene la tendencia que se manifiesta en una considerable reducción de la matrícula de las carreras científicas,1 nos corresponde a los profesores del bachillerato universitario, independientemente de que la mayor parte de los estudiantes elijan profesiones alejadas de la ciencia, brindar, a partir de su último contacto con ella, una cultura integral, que sea posible lograr gracias a una óptica que contemple la real y estrecha vinculación ciencias y humanidades, que retome el valor de uno de los pilares fundamentales desde el origen del Colegio de Ciencias y Humanidades, de la Universidad Nacional Autónoma de México, última alternativa de vanguardia en el bachillerato mexicano, que sin duda permanece vigente y que representa un factor determinante en la producción de bachilleres con una cultura amplia, que integre ambas esferas del conocimiento.

El enfoque antisocial en enseñanza de las ciencias

La tradición en la enseñanza de las ciencias, muestra una constante desvinculación entre la producción de teorías y conceptos y las razones e intereses por los que se imponen líneas prioritarias de investigación científica, soslayando el impacto social que dicho conocimiento tiene y los aspectos éticos inherentes a su aplicación.

Desafortunadamente, muchos profesores tendemos a ser poco reflexivos en cuanto ese esquema antisocial, respecto a la producción y aplicación del saber científico y, en nuestras aulas exclusivamente reproducimos esa anquilosada pedagogía.

Recordemos que en todas las sociedades modernas la ciencia esta sólidamente asentada como forma dominante de autoridad cognitiva. Por ello, es importante que los alumnos perciban claramente los límites y alcances derivados del enorme prestigio social de la ciencia; conocemos múltiples casos en los que el ignorar dichos límites, ha conducido al uso ideológico de la ciencia, es decir extrapolaciones inadecuadas de algunas teorías científicas con fines políticos para justificar, incluso, el exterminio de un grupo social.2

Un claro ejemplo de lo que se sostiene anteriormente podemos detectarlo en la frecuente práctica de múltiples etólogos, quienes consideran que los patrones conductuales estudiados en animales, pueden aplicarse directamente al complejo comportamiento humano, haciendo abstracción de un componente exclusivo y esencial de nuestra especie, la cultura. Ampliar el valor de la ciencia más allá de sus límites -situación que caracteriza al cientificismo- ha resultado en múltiples casos, de nefastas consecuencias para la humanidad.

Si analizamos los peligros de promover una visión neutral del desarrollo de la ciencia y de las artes, podemos retomar el discurso pronunciado en 1750 por Jean-Jacques Rousseau, al recibir el premio anual de la Academia de Dijon, para quien el origen de las ciencias y las artes, reside en el interés, en la ausencia de valores y en la maldad humana; esta concepción, reforzada en la actualidad, se amplifica exponencialmente, si tomamos como ejemplo el uso potencial del saber derivado del Proyecto Genoma Humano:

“Pueblos, sabed por fin que la naturaleza ha querido preservaros de la ciencia, como una madre arranca una arma peligrosa de las manos de su hijo. […] Los hombres son perversos, serían aún peores si hubieran tenido la desdicha de nacer sabios. La Astronomía ha nacido de la superstición; la Elocuencia, de la ambición, del rencor de la adulación de la mentira; la geometría de la avaricia; la Física de una vasta curiosidad y todas, incluso la Moral, [derivan] del orgullo humano. Las ciencias y las artes deben pues su nacimiento a nuestros vicios; dudaríamos menos sobre sus ventajas, si derivaran de nuestras virtudes.”3

La tradicional y mañosa concepción de que sólo la ciencia representa el conocimiento objetivo por excelencia y más aún si es acompañada de algún tipo de cuantificación y que representa, en principio, la única posibilidad de resolver todos nuestros problemas, etcétera, induce al ciudadano común, es decir, alejado del campo de la ciencia, a tener que confiar en los argumentos creados por los expertos que constituyen la comunidad científica. Una clara crítica a esa visión popular del saber científico, se expresa en la ironía de los argumentos de Paul Feyerabend: "La ciencia no es sacrosanta. El mero hecho de que exista, sea admirada y produzca resultados, no basta para hacer de ella medida de la excelencia".4 Y agregaríamos, ni de la verdad.

El análisis social e histórico del desarrollo de la ciencia, ha permitido descubrir los intereses de los científicos y de quienes les patrocinan, por ello cada vez con mayor frecuencia, las comunidades científicas son vistas por la sociedad con inquietud, desconfianza e incluso temor. Recordemos sólo algunos casos de aplicaciones de la ciencia, como la inseguridad de las centrales nucleares, la reciente y falsa búsqueda de armas de destrucción masiva o las manipulaciones genéticas, son temas que inevitablemente se relacionan con aspectos como enfermedad y sobrevivencia, desempleo, libertad y derechos humanos fundamentales.

El profesor Hamburguer, encargado de las políticas de salud pública a finales de los ochenta en Francia, señalaba ya el error acostumbrado de confundir el progreso científico o técnico con el uso que se hace de él al afirmar: "...no es la ciencia, ni siquiera la tecnología las que son inhumanas, sino la manera en que las utilizan los hombres5”. Pierre Chambón connotado genetista francés, quien gozado de gran apoyo financiero estatal por su intervención en torno a los proyectos de ingeniería genética, al ser interrogado acerca de los peligros de la manipulación genética, afirmó: "...no son los científicos quienes deciden, son las sociedades, los gobiernos, los políticos los que juegan con el fuego, no nosotros6”. Como vemos, no es precisamente el fuerte de destacados científicos el asumir su responsabilidad en el uso de los saberes que producen.

Valores sociales, poder de la ciencia y enseñanza

Afortunadamente los tiempos cambian, las sociedades evolucionan igual que se cuestionan los sistemas económicos a nivel mundial, frente a la miseria que vive la humanidad resultante de las glorias del neoliberalismo, el grito popular orienta hacia el cambio de fondo que cuestiona los valores de la ciencia que hoy son puestos en tela de juicio. El pensamiento kuhniano reconoce cada vez más la necesidad de una historiografía de la ciencia que rebase la mera descripción de las circunstancias pasadas, que contemple el análisis de los aspectos internos y externos al contexto estrictamente científico, lo que además necesariamente implica confrontar los escenarios pasados, presentes y futuros; que conduzcan un mayor compromiso social, que permita prever los límites éticos del uso del conocimiento científico, que deberán además imponerse y evaluarse también sobre la base del consenso social. Este enfoque es trascendental que lo presentemos al analizar los temas que se incluyen en los programas educativos vigentes. La mayor parte de ellos no puede, ni debe circunscribirse a la utilización de técnicas que poco les dejan, e ignorar un análisis más profundo de las repercusiones sociales de las teorías y conceptos que conforman los programas de las asignaturas que impartimos.

Es innegable que gran parte de los usos de la ciencia han contribuido al bienestar de la humanidad, pero la desconfianza hacia el saber científico producto de otras aplicaciones profundamente destructivas, ha llevado a una situación en que ya "no es posible hablar de la ciencia de manera inocente, ignorando sus numerosas implicaciones prácticas. Como

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