Comparativo

ARQUIMEDES. GALILEO.

PROBLEMA. El problema se originó cuando se supone que Herón le pidió que determinara si una corona que acababa de recibir del joyero era realmente de oro puro, como debía de ser, o si contenía una mezcla de plata. Arquímedes fue estrictamente prevenido de hacer la determinación sin dañar la corona. Demostrar (si es que la teoría era acertada) por primera vez en 2000 años si Aristóteles se había equivocado en su teoría.

HIPÓTESIS. La hipótesis surgió cuando un día al meterse al baño se dio cuenta de que el agua se desbordaba. Y de repente se lo ocurrió que la cantidad de agua que se desbordaba era igual en volumen a la porción de su cuerpo que estaba metido dentro del baño. Por tanto, si sumergía la corona dentro del agua podría saber, por la subida del nivel del agua, el volumen de la corona. Si ambos volúmenes eran iguales, la corona sería de oro puro. Pero si la corona tenía una mezcla de plata (que es más pesada que el oro) tendría un volumen mayor. La hipótesis surgió cuando estableció que la velocidad de caída de los cuerpos era proporcional a su peso. En una demostración que hizo sobre esa hipótesis grito: “¡Observen, señores!” En esta bolsa hay bolas de plomo de distintos tamaños, o sea de pesos muy diferentes. En esta otra también hay bolas de plomo, pero todas iguales; y en esta última, bolas de madera del mismo tamaño que las otras. Todo ello podrán comprobarlo recogiendo las bolas ahí abajo, porque las voy a tirar de dos en dos desde lo más alto de la torre. ¡Sostengo que todas llegarán al suelo al mismo tiempo!”

COMPARACIÓN. La comprobación se dio cuando Arquímedes salió corriendo del baño completamente desnudo por las calles de Siracusa hasta el palacio gritando: “¡Lo encontré! ¡Lo encontré!”. El vocablo griego que utilizó Arquímedes fue “¡Eureka! ¡Eureka!”, que desde entonces se ha convertido en el más propio para proclamar un descubrimiento. Y es así como se comprueba que es verdad su teoría.

La comprobación se dio cuando la cosa no funcionó porque las bolas no llegaban todas abajo a la vez, pero, a pesar de las cuchufletas de los estudiantes más descarados para muchos, sobre todo para los profesores, quedó claro que el aserto de Aristóteles era falso porque la diferencia con la que llegaban las bolas al suelo eran muchísimo menor que la proporcionalidad que predecía el griego. Hoy sabemos que esa diferencia se debía a la resistencia del aire, al volumen y al peso.

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