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Semiotica


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2014  •  5.917 Palabras (24 Páginas)  •  214 Visitas

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El estudio de los signos. Peirce y Saussure - Alejandra Vitale

Capítulo 1. La semiótica de Peirce

La semiótica de Peirce tiene una perspectiva filosófica pues constituye una teoría de la realidad y del conocimiento que podemos tener de ella por el medio exclusivo del que disponemos: los signos. El único pensamiento que puede conocerse, sostiene Peirce, es pensamiento en los signos, no se puede pensar sin signos.

La semiótica tiene por objeto de estudio a la semiosis, que es el instrumento de conocimiento de la realidad, es un proceso triádico de inferencia mediante el cual a un signo (llamado representamen) se le atribuye un objeto a partir de otro signo (llamado interpretante) que remite al mismo objeto. La semiosis es una experiencia que hace cada uno en todo momento de la vida, mientras que la semiótica constituye la teoría de esa experiencia, cuyos componentes formales son el representamen, el objeto y el interpretante.

El signo

El signo en Peirce recibe el nombre técnico de representamen, es una "cualidad material", que está en el lugar de otra cosa, su objeto, de modo que despierta en la mente de alguien un signo equivalente o más desarrollado al que se denomina interpretante, que aclara lo que significa el representamen y que a su vez representa al mismo objeto.

Peirce mismo define al signo del siguiente modo:

"Un signo o representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo más desarrollado... El signo está en lugar de algo, su objeto… no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que... he llamado el fundamento del representamen…”

Esta definición implica que existen tres condiciones para que algo sea un signo:

1) Condición necesaria pero no suficiente: el signo debe tener cualidades que sirvan para distinguirlo.

2) Segunda condición necesaria pero no suficiente: el signo debe tener un objeto, aunque la relación del representamen con el objeto no basta para hacer de uno el signo de otro. Para ello es necesario un interpretante.

3) Tercera condición necesaria y suficiente: la relación semiótica debe ser triádica, comportar un representamen que debe ser reconocido como el signo de un objeto a través de un interpretante.

El interpretante

Es otro signo, o sea otra representación, que se refiere al mismo objeto que el representamen y que puede asumir diversas formas:

* Un signo equivalente de otro sistema semiótico. Por ejemplo, el interpretante de la palabra "perro" puede ser el dibujo de un perro, es decir un signo de otro sistema semiótico respec¬to del lenguaje verbal al que pertenece dicha palabra.

* Una definición ingenua o científica formulada en el mismo sistema de comunicación, en la misma lengua que en la que es construido el representamen. Por ejemplo, para el representamen "sal" el interpretante puede ser "cloruro de sodio".

* La traducción del término a otra lengua.

* La traducción del término a otro de la misma lengua mediante un sinónimo. Por ejemplo, "remedio" para "medicamento".

* Una asociación emotiva con un valor fijo. Por ejemplo, el interpretante de la palabra "perro" puede ser "fidelidad".

La interpretación de un signo como la entiende Peirce es la traducción de un signo en otro signo, el interpretante, que se corresponde con el significado del primer signo. El significado es, en su acepción primaria, la traducción de un signo a otro sistema de signos.

Se pueden distinguir tres interpretantes de un signo: el interpretante inmediato, el interpretante dinámico y el interpretante final.

a. El interpretante inmediato

El interpretante inmediato es el concepto o significado que comporta todo signo independientemente de su contexto y de las circunstancias de su enunciación. Está implícito, es una abstracción: consiste en una Posibilidad, no existe en el plano concreto. Permite relacionar un signo con un objeto sin considerar una situación comunicativa concreta en la que dicho signo aparezca, por ello Peirce afirma que se trata de una abstracción y de una posibilidad. Es del orden de la primeridad.

b. El interpretante dinámico

Se trata del efecto particular que un signo provoca en la men¬te de un intérprete en una situación concreta de enunciación, en un contexto determinado de utilización. Consiste en el efecto directo real¬mente producido en el “aquí y ahora”por un Signo en su Intérprete, que lo convierte en un evento singular y real. Es del orden de la segundidad.

c. El interpretante final

Presupone a los otros dos tipos de interpretantes (inmediato y dinámico). Es el interpretante pensado como un hábito que hace posible la interpretación recurrente y estable de un signo. Por un lado, se trata del hábito que consiste en atribuir a un representamen un objeto y, por otra parte, del interpretante que despierta la unanimidad de los eruditos en un campo del conocimiento. El interpretante final permite que ante un signo "cualquier mente" llegue a un "único resultado interpretativo". El interpretante final es también la regularidad en la disposición a actuar en el mundo y a intervenir en las cosas que un signo despierta en su intérprete. El interpretante final del signo conformado por la luz roja del semáforo, entonces, será el hábito de detenerse.

El interpretante inmediato (el interpretante pensado como concepto), el interpretante dinámico (el interpretante pensado como electo real en el intérprete) y el interpretante final (el interpretante pensado como hábito) son tres instancias de la interpretación de un signo que funcionan simultáneamente en un acto de semiosis.

El principio del pragmatismo

En un primer momento, Peirce utilizó el término "pragmatismo" para referirse a su principio según el cual la creencia en la verdad de un concepto determina hábitos de conducta.

La creencia en la verdad del concepto de estufa como objeto que calienta un ambiente desarrolla el hábito de conducta que consiste en prender una estufa cuando hace frío. Para el pragmatismo el Interpretante Inmediato de todo pensamiento propio es la Conducta, el pragmatismo hace que la esencia de cada concepto sea presentada dentro de una influencia sobre posibles conductas. El Significado lógico de los conceptos se encarna en hábitos generales de conducta.

El objeto

Peirce hace hincapié en que para que algo sea un signo "debe 'representar' a otra cosa, llamada su Objeto. Cuando se desea distinguir entre aquello que representa y el acto o relación de representar, lo primero puede ser llamado el 'representamen' y lo segundo la 'representación'".

Para atenuar las dificultades de su estudio, Peirce se refiere a los signos como si tuvieran un único objeto, pero aclara que un signo puede tener más de un objeto ("objeto complejo"

A su vez, Peirce distingue en el objeto dos tipos: el objeto inmediato (interior a la semiosis) y el objeto dinámico (exterior a la semiosis). El Objeto Inmediato, es el Objeto tal como es representado por el Signo mismo. El Objeto Dinámico es la Realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el Signo a su Representación.

Según Peirce, el objeto dinámico tiene una existencia independiente respecto del signo que lo representa pero para que el signo pueda representarlo, este objeto debe ser algo conocido para el intérprete, es decir, debe tener de él un conocimiento colateral que es el resultado de semiosis anteriores.

El objeto tiene también la naturaleza de un signo, dado que pensamiento y signo son en Peirce equivalentes.

En síntesis, el objeto dinámico es el objeto de una realidad que tiene una existencia independiente de la semiosis, pero para que el signo pueda decir algo de él es necesario eme ya haya sido objeto de semiosis anteriores a partir de las que el intérprete tiene un conocimiento de dicho objeto, que es, por ello, concebido también como un signo. Los tres componentes formales de la semiosis (representamen-objeto-interpretante) son signos.

El fundamento

Peirce afirma que el signo representa a su objeto "no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea", que ha llamado el fundamento del representamen. Dicho fundamento es uno o vanos rasgos o atributos de un objeto que permiten identificarlo, es decir, los rasgos distintivos que lo diferencian de otros objetos.

Es el fundamento del representamen lo que construye al objeto inmediato, es decir que el signo instituye al objeto inmediato por medio del fundamento. Eco afirma que el fundamento es "un atributo del objeto en la medida en que dicho objeto se ha seleccionado de determinada manera y sólo algunos de sus atributos se han elegido como pertinentes para la construcción del objeto inmediato del signo". El fundamento es un componente del significado del signo, entendido como la suma de rasgos semánticos que caracterizan su contenido. Para Eco, el fundamento, el significado y el interpretante de un signo "son, de hecho, una misma cosa", pues sería imposible definir al fundamento si no es en cuanto significado, y definir algún significado como no sea en forma de una serie de interpretantes.

La semiosis infinita

Los componentes formales de la semiosis son el representamen, el objeto y el interpretante. Dado que el interpretante es también un signo, está en lugar de un objeto y remite a su vez a un interpretante. Este interpretante es, asimismo, un signo, que está en el lugar de un objeto y está ligado a un interpretante, que es un signo, y así de modo ilimitado. Un signo, no está aislado, sino que integra una cadena de semiosis: cada signo es a la vez interpretante del que lo antecede e interpretado por el que le sigue. Como todos los pensamientos son signos, también se remiten unos a otros. A su vez, como todo conocimiento es una relación entre signos, Peirce postula que todo conocimiento está determinado por otros conocimientos.

Puesto que un interpretante es en general un signo más desarrollado que el representamen, la cadena de la semiosis infinita determina un paulatino aumento del conocimiento sobre un objeto. Hay que distinguir entre la semiosis infinita y la denominada "semiosis en acto", que le pone un término provisional a la cadena cuando un interpretante final designa el objeto de un representamen en un acto semiótico particular.

Las categorías

La concepción triádica del signo en Peirce (representamen-objeto-interpretante) tiene como origen la división triádica de las categorías, que son el objeto de reflexión de lo que Peirce denomina faneroscopía (es la descripción de lo que está frente a la mente o en la conciencia, tal como aparece).

Las tres categorías que postula Peirce son tres modos de ser del fanerón, tres maneras en que el fanerón está presente en la mente. Peirce sostiene que todos los fanerones (o ideas) pueden ser pensados desde tres categorías: la Primeridad, la Segundidad y la Terceridad.

La categoría de primeridad implica considerar a algo tal como es sin referencia a ninguna otra cosa; a su vez, la primeridad se vincula con las ideas de libertad, posibilidad, indeterminación, comienzo, no¬vedad. Peirce da como ejemplo de primero a la cualidad tomada independientemente de cualquier realización existencial; en tanto tal, es una pura posibilidad indeterminada. En el signo, el representamen (cualidad) se corresponde con la categoría de primeridad.

La categoría de segundidad implica considerar a algo tal como es pero en relación con otra cosa, es decir, establecer una relación diádica que no involucre a una tercera cosa. Peirce vincula la categoría de segundidad con la idea de existencia y de hecho en bruto. En el signo, el objeto se corresponde con la categoría de la segundidad, la de existencia, pero si nos limitáramos a la relación diádica entre un primero (el representamen) y un segundo (el objeto) nos encontraríamos ante una relación sin regularidad.

La categoría de terceridad es la que hace posible la ley y la regularidad. En el signo, el interpretante se corresponde con la categoría de terceridad, pues constituye una ley que pone en relación a un primero (el representamen) con un segundo (el objeto) con el que él mismo está en relación.

El interpretante, como tercero, incorpora una auténtica relación triádica, pues establece: a. La relación del primero (representamen) con el segundo (objeto); b. Su propia relación con el segundo (objeto); c. El hecho de que la relación entre el primero (representamen) y el segundo (objeto) es la misma que la del segundo (objeto) con el tercero

Saussure, F.: Curso de Lingüística General

Capítulo III

OBJETO DE LA LINGÜÍSTICA

- La Lengua; Su definición

El lenguaje tiene un lado individual y un lado social y no se puede concebir e uno sin el otro. En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolución; en cada momento es una institución actual y un producto del pasado.

En ninguna parte se nos ofrece entero el objeto de la lingüística. El objeto de la lingüística se nos aparece como un montón confuso de cosas heterogéneas y sin trabazón.

Para Saussure no hay más que una solución para todas estas dificultades: hay que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje. Entre tantas otras definiciones la lengua parece ser lo único susceptible de definición autónoma y es la que da un punto de apoyo satisfactorio para el espíritu.

La lengua no es más que una determinada parte del lenguaje, aunque sea esencial. Es a la vez producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos. Tomado en su conjunto el lenguaje es multiforme y heteróclito, es a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio individual social; no se deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos.

La lengua, por el contrario, es una totalidad en sí y un principio de clasificación. Es cosa adquirida y convencional que debería quedar subordinada al instinto natural en lugar de anteponérsele. Es una convención. No es el lenguaje hablado el natural del hombre, sino la facultad de constituir una lengua, es decir, un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas.

Para atribuir a la lengua el primer lugar en el estudio del lenguaje, se puede finalmente hacer valer el argumento de que la facultad de articular palabras no se ejerce más que con la ayuda del instrumento creado y suministrado por la colectividad. No es quimérico decir que es la lengua la que hace la unidad del lenguaje.

- Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje

Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corresponde a la lengua, hay que situarse ante el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra. Este acto supone por lo menos dos individuos: es el mínimo exigible para que el circuito sea completo.

El esquema permite distinguir las partes físicas, de las fisiológicas y de las psíquicas. Pues es de capital importancia advertir que la imagen verbal no se confunde con el sonido mismo, y que es tan legítimamente psíquica como el concepto que le está asociado.

Es necesario también añadir una facultad de asociación y de coordinación, que se manifiesta en todos los casos en que no se trate de signos aislados. Pero para comprender bien este papel, hay que salirse del acto individual, que no es más que el embrión del lenguaje, y encararse con el hecho social. Entre todos los individuos así ligados por el lenguaje, se establecerá una especie de promedio: todos reproducirán los mismos signos unidos a los mismos conceptos.

La lengua no está completa en ninguno de los individuos que conforman la sociedad. No existe perfectamente más que en la masa. Al separar la lengua del habla se separa a la vez: 1º lo que es social de lo que es individual; 2º lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental. La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación, y la reflexión no interviene en ella más que para la actividad de clasifica. El habla es, un acto individual de voluntad y de inteligencia en el cual se conviene distinguir: 1º las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código. 2º el mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combinaciones.

Caracteres de la lengua:

1. Es un hecho bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos del lenguaje. Se la puede localizar en la porción determinada del circuito donde una imagen acústica viene a asociarse con un concepto. La lengua es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, que por sí so no puede ni crearla n modificarla; no existe más que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de la comunidad.

2. La lengua, distinta del habla, es un objeto que se puede estudiar separadamente.

3. Es de naturaleza homogénea, es un sistema de signos en el que sólo es esencial la unión de sentido y de la imagen acústica.

4. La lengua es un objeto de naturaleza concreta y esto es ventaja para su estudio. Los signos lingüísticos no por ser esencialmente psíquicos son abstracciones; las asociaciones ratificadas por el consenso colectivo, y cuyo conjunto constituye la lengua, son realidades que tienen su asiento en el cerebro. Además, los signos de la lengua son, por decirlo así, tangibles; la escritura puede fijarlos en imágenes convencionales, mientras que sería imposible fotografiar en todos sus detalles los actos del habla; la fonación de una palabra, por pequeña que sea, representa una infinidad de movimientos musculares extremadamente difíciles de conocer e imaginar. En la lengua, por el contrario, no hay más que la imagen acústica, y esta se puede traducir en una imagen visual constante.

- El lugar de la lengua en los hechos humanos. La semiología

La lengua ahora es clasificable entre los hechos humanos. Es una institución social, pero se diferencia por muchos rasgos del resto de las instituciones políticas, jurídicas, etc. Para comprender su naturaleza peculiar, hay que hacer intervenir un nuevo orden de hechos.

La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y comparable a la escritura, el alfabeto, los ritos simbólicos, las formas de cortesía, señales militares, etc. Solo que es el más importante de todos los sistemas.

Se puede pues concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia, sería parte de la psicología social, y por consiguiente de la psicología general. Saussure la llama Semiología. Ella enseñará en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. La lingüística no es más que una parte de esta ciencia general.

Capítulo IV

LINGÜÍSTICA DE LA LENGUA Y LINGÜÍSTICA DEL HABLA

El estudio del lenguaje comporta dos partes: la una, esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo. La otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje, es decir, el habla, incluida la fonación, y es psicofísica.

Ambos objetos están estrechamente ligados y se suponen recíprocamente: la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos. Pero el habla es necesaria para que la lengua se establezca, precede siempre. El habla es la que hace evolucionar a la lengua.

Hay pues interdependencia de lengua y habla: aquella es a la ve el instrumento y el producto de esta. Pero eso no les impide ser dos cosas absolutamente distintas.

La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos.

El habla es la suma de todo lo que las gentes dicen, y comprende: combinaciones individuales, actos de fonación, voluntarios.

Por todas estas razones sería quimérico reunir en un mismo punto de vista la lengua y el habla. Saussure se va a ocupar de la lingüística cuyo único objeto es la lengua.

PRINCIPIOS GENERALES – PRIMERA PARTE

Capítulo I.

NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO

- Signo, significado (sdo), significante (ste).

La unidad lingüística es una cosa doble hecha con la unión de dos términos. Los términos implicados en el signo son ambos psíquicos y están unidos en nuestro cerebro por un vínculo de asociación.

Lo que un signo une no es una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. La imagen acústica no es el sonido material sino su huella psíquica. El signo es una entidad psíquica de dos caras. Concepto e imagen acústica están íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente. Saussure denomina signo a la combinación de concepto (sdo) e imagen acústica (ste).

- Primer principio: lo arbitrario del signo

El lazo que une el ste al sdo es arbitrario. El signo, es arbitrario. Todo medio de expresión recibido de una sociedad se apoya en principio en un hábito colectivo o, lo que viene a ser lo mismo, en la convención.

Los signos enteramente arbitrarios son los que mejor realizan el ideal del procedimiento semiológico; por eso la lengua, el más complejo y el más extendido de los sistemas de expresión, es también el más característico de todos.

La palabra arbitrario no significa libre elección del hablante, sino que quiere decir que es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad, ningún lazo natural.

- Segundo principio: carácter lineal del Ste.

El ste por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo únicamente y tienen los caracteres que toma del tiempo: representa una extensión, y esa extensión es mensurable en una sola dimensión, es una línea. No disponen más que de una línea de tiempo, sus elementos se presentan uno tras otro, forman una cadena.

Capítulo II

INMUTABILIDAD Y MUTABILIDAD DEL SIGNO

- Inmutabilidad

A la masa social no se le consulta ni el significante elegido por la lengua podría tampoco ser reemplazado por otro. Un individuo sería incapaz de modificar en un ápice la elección ya hecha, sino que la masa misma no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra; la masa está atada a la lengua tal cual es.

La lengua no puede pues equipararse a un contrato puro y simple, y justamente en este aspecto muestra el signo lingüístico su máximo interés de estudio.

La lengua aparece como una herencia de una época precedente. El único objeto real de la lingüística es la vida normal y regular de una lengua ya constituida.

a) Lo arbitrario del signo pone a la lengua al abrigo de toda tentativa que pueda modificarla.

b) La lengua sería fácil de reemplazar si estuviera compuesta de un número limitado de elementos. Pero los signos lingüísticos son innumerables.

c) El carácter demasiado complejo del sistema. Una lengua constituye un sistema. Es un mecanismo complejo, y no se le puede comprender más que por la reflexión; hasta los que hacen de él un uso cotidiano lo ignoran profundamente.

d) La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. La lengua es en cada instante tarea de todo el mundo, la legua es una cosa de que todo el mundo se sirve a lo largo del día entero. Esas fuerzas sociales actúan en función del tiempo. Si la lengua tiene carácter de fijeza, no es solo porque esté ligada a la gravitación de la colectividad, sino también porque está situada en el tiempo. Estos dos hechos son inseparables. Esta lo arbitrario, y el tiempo gracias al cual la elección se halla ya fijada. Porque el signo es arbitrario no conoce otra ley que la de la tradición, y precisamente por fundarse en la tradición, puede ser arbitrario.

- Mutabilidad

El tiempo, tiene otro efecto, en apariencia contradictorio con el primero: el de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos, de modo que, en cierto sentido, se puede hablar a la vez de inmutabilidad y de la mutabilidad del signo.

En último análisis, ambos hechos son solidarios. El signo está en condiciones de alterarse porque se continúa. El principio de alteración se funda en el principio de continuidad. Se producen desplazamientos de la relación entre materia fónica y la idea. Una lengua es radicalmente incapaz de defenderse contra los factores que desplazan, minuto a minuto, la relación entre sdo y ste. Es una de las consecuencias de lo arbitrario del signo.

La continuidad del signo en el tiempo, unida a la alteración en el tiempo, es un principio de semiología general; y su confirmación se encuentra en los sistemas de escritura, en el lenguaje de los sordomudos, etc.

La lengua es el lenguaje, menos el habla. Hace falta una masa parlante para que haya lengua. Lo que la vuelve modificable es la acción del tiempo que se combina con la fuerza social. La lengua no es libre porque el tiempo le permitirá a las fuerzas sociales que actúan en ella desarrollar sus efectos, y se llega al principio de continuidad que anula la libertad.

Capítulo III

LA LINGÜÍSTICA ESTÁTICA Y LA LINGÜÍSTICA EVOLUTIVA

- Dualidad interna de todas las ciencias que operan con valores.

La lengua consiste en un sistema de equivalencias entre cosas de órdenes diferentes, estamos ante la noción de valor: sdo, y ste.

Habría que distinguir 2 ejes: 1º eje de simultaneidades, que concierne a las relaciones entre cosas coexistentes, de donde está vinculada toda intervención del tiempo. 2º eje de sucesiones, en el cual nunca se puede considerar más que una cosa cada vez, pero donde están situadas todas las cosas del primer eje con sus cambios respectivos.

Para señalar mejor esta oposición y este cruzamiento de dos órdenes de fenómenos relativos al mismo objeto, preferimos hablar de lingüística sincrónica y diacrónica. Es sincrónico todo lo que se refiere al aspecto estático de nuestra ciencia. Y diacrónico todo lo que se relaciona con las evoluciones. Se trata de un estado de la lengua y una fase de evolución.

- La dualidad interna y la historia de la lingüística.

- La dualidad interna ilustrada con ejemplos.

La oposición entre sincronía y diacronía es absoluta y no tolera componendas.

Los hechos diacrónicos en manera alguna tienen por finalidad señalar un valor con otro signo. Los hechos diacrónicos no tienden siquiera a cambiar el sistema. La modificación no recae sobre la ordenación, sino sobre los elementos ordenados. El sistema no se modifica directamente nunca; en sí mismo es inmutable; solo sufren alteraciones ciertos elementos, sin tención a la solidaridad que los ata al conjunto.

La lengua es un sistema en el que todas las partes pueden y deben considerarse en su solidaridad sincrónica. Como las alteraciones jamás se hacen sobre el bloque del sistema, sino sobre uno u otro de sus elementos, no se pueden estudiar más que fuera del sistema. Sin duda, cada alteración tiene su repercusión en el sistema; pero el hecho inicial ha afectado a un punto solamente; no hay relación íntima alguna con las consecuencias que se puedan derivar para el conjunto.

- La diferencia de los dos órdenes ilustrada por comparaciones.

Una partida de ajedrez es como una realización artificial de lo que la lengua nos presenta en forma natural.

Un estado del juego corresponde enteramente a un estado de la lengua. El valor respectivo de las piezas depende de su posición en el tablero. Cada jugada de ajedrez no pone en movimiento mas que una sola pieza, en la lengua los cambios se aplican a elementos aislados. A pesar de eso, la jugada tiene repercusión en todo el sistema: es imposible al jugador prever exactamente los límites de ese efecto.

El habla nunca opera más que sobre un estado de la lengua, y los cambios que intervienen entre los estados no tienen en ellos ningún lugar. No hay más que un punto en que la comparación falla: el jugador de ajedrez tiene la intención de ejecutar el movimiento y modificar el sistema, mientras que la lengua no premedita nada; sus piezas se desplazan espontanea y fortuitamente.

- Las dos lingüísticas, opuestas en sus métodos y en sus principios.

Los métodos de cada orden difieren de dos maneras:

La sincronía no conoce más que una perspectiva, la de los sujetos hablantes, y todo su método consiste en recoger su testimonio. La lingüística diacrónica, por el contrario, debe distinguir dos perspectivas: una prospectiva que siga el curso del tiempo, la otra retrospectiva, que lo remonte: de ahí un desdoblamiento del método de que nos ocuparemos la quinta parte.

Otra diferencia resulta de los límites del campo que abarca cada una de estas dos disciplinas. El estudio sincrónico abarca solamente el conjunto de hechos correspondientes a cada lengua. La lingüística diacrónica no solo no necesita sino que rechaza una especialización semejante. Los términos que considera no pertenecen necesariamente a una misma lengua. Precisamente la sucesión de hechos diacrónicos y su multiplicación espacial es lo que crea la diversidad de idiomas.

- Ley sincrónica y ley diacrónica

Hablar de ley lingüística en general es abrazar un fantasma. Toda ley social tiene dos caracteres fundamentales: el de ser imperativa y el de ser genera.

La ley sincrónica es general pero no es imperativa. Sin duda que se impone a los individuos por la sujeción del uso colectivo pero no vemos en ello una obligación relativa a los sujetos hablantes. En la lengua ninguna fuerza garantiza el mantenimiento de la regularidad cuando reina en algún punto. La ley sincrónica, simple expresión de un orden existente, consigna un estado de cosas. Si se habla de ley en sincronía es en sentido de orden y arreglo, de principio de regularidad.

La diacronía supone, por el contrario, un factor dinámico por el cual se produce un efecto, un algo ejecutado. Aunque los sucesos diacrónicos siempre tienen el carácter accidental y particular.

En resumen, los hechos sincrónicos, sean cuales fueren, representan cierta regularidad, pero no tienen carácter imperativo. Los diacrónicos se imponen a la lengua, pero nada tienen de general. Ni unos ni otros están regidos por leyes en el sentido definido arriba, y si con todo se quiere hablar de leyes lingüísticas, es término abarcará significaciones enteramente diferentes según que lo apliquemos a cosas de uno o de otro orden.

- ¿Hay un punto de vista pancrónico?

La cuestión es si se podrán estudiar en la lengua relaciones que se verifican en todas partes y para siempre. La respuesta que da Saussure es que sí, hay reglas que sobreviven a todos los acontecimientos. Pero esos son principios generales que existen independientemente de los hechos concretos.

- Consecuencias de la confusión de lo sincrónico y lo diacrónico

La verdad sincrónica parece ser la negación de la verdad diacrónica, pero cada una puede subsistir sin excluir a la otra.

La verdad diacrónica concuerda de tal modo con la sincrónica que se las confunde, o bien se cree superfluo desdoblarlas.

- Conclusiones

Todo cuanto es diacrónico en la lengua solamente lo es por el habla. En el habla es donde se halla el germen de todos los cambios: cada uno empieza por ser práctica exclusiva de cierto número de individuos antes de entrar en el uso.

La lingüística sincrónica se ocupará de las relaciones lógicas y psicológicas que unen términos coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen a la conciencia colectiva.

La lingüística diacrónica estudiará por el contrario, las relaciones que unen términos sucesivos no percibidos por una misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar sistema entre sí.

LINGÜÍSTICA SINCRÓNICA – SEGUNDA PARTE

Capítulo IV.

EL VALOR LINGÜÍSTICO

- La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica

Podemos decir que la lengua es una serie de subdivisiones contiguas marcadas a la vez sobre el plano indefinido de las ideas confusas y sobre el no menos indeterminado de los sonidos. El papel característico de la lengua frente al pensamiento no es el de crear un medio fónico material para la expresión de las ideas, sino el de servir de intermediaria entre el pensamiento y el sonido. El pensamiento, caótico por naturaleza, se ve forzado a precisarse al descomponerse.

Cada término lingüístico es un miembro, un articulus donde se fija una idea en un sonido y donde un sonido se hace el signo de una idea. La lengua es comparable a una hoja de papel donde el pensamiento es el anverso y el sonido el reverso: no se puede cortar uno sin cortar el otro.

La lingüística trabaja pues, en el terreno limítrofe donde los elementos de dos órdenes se combinan, esta combinación produce una forma, no una sustancia.

La colectividad es necesaria para establecer valores cuya única razón de ser está en el uso y en el consenso generales; el individuo por sí solo es incapaz de generar ninguno.

- El valor lingüístico considerado en su aspecto conceptual

El valor de una palabra es en la propiedad que tiene una palabra de representar una idea. El valor tomado en su aspecto conceptual, es sin duda un elemento de la significación.

El valor de todo término está determinado por lo que lo rodea. Del mismo modo que una palabra puede trocarse por algo desemejante: una idea; además puede compararse con otra cosa de la misma naturaleza: otra palabra. Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor.

No hay correspondencia exacta de valores entre lenguas.

Cuando se dice que los valores corresponden a conceptos, se sobreentiende que son puramente diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino negativamente por sus relaciones con los otros términos del sistema. Su más exacta característica es la de ser lo que otros no son.

- El valor lingüístico considerado en su aspecto material.

Lo mismo se puede decir de la parte material. Lo que importa en la palabra no es el sonido por sí mismo, sino las diferencias fónicas que permiten distinguir una palabra de todas las demás, pues ellas son las que llevan la significación.

- El signo considerado en su totalidad

Todo lo procedente viene a decir que en la lengua no hay más que diferencias. Pero en la lengua solo hay diferencias sin términos positivos. La prueba está en que el valor de un término puede modificarse sin tocar ni a su sentido ni a su sonido, con el solo hecho de que tal otro término vecino haya sufrido una modificación.

Pero decir que en la lengua todo es negativo es verdad cuando se toman aisladamente significado y significante. Un sistema lingüístico es una serie de diferencias de sonidos combinados con una serie de diferencias de ideas. Ese enfrentamiento engendra un sistema de valores. La combinación es un hecho positivo.

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