Teoria De Cuerdas
thrtrhhrt15 de Febrero de 2015
593 Palabras (3 Páginas)205 Visitas
Desenredando las (teorías de) cuerdas
Saúl RamosSánchez
Investigador del Instituto de Física, UNAM
Los orígenes
Hace casi cuatro siglos, la teoría de la gravedad de Newton revolucionó nuestra comprensión de la naturaleza.
Newton encontró una forma de describir exactamente la razón por la que todos los objetos sienten una inconfundible
atracción hacia la Tierra. Nuestro planeta jala a todas las cosas y seres que habitan en él con una fuerza específica,
por el hecho de ser mucho más grande (y masivo). Su idea, aunque sencilla en apariencia, tiene profundas
consecuencias. Con su teoría, Newton explicó también que la atracción que la Tierra ejerce sobre una manzana para
hacerla caer es la misma que provoca que los planetas giren alrededor del Sol y la Luna alrededor de nuestro planeta,
y es el motivo de las mareas y de la existencia de las galaxias. De un solo golpe, Newton unificó las leyes terrestres
con las del cosmos, el cielo con la Tierra. Hoy parece un logro pequeño, pero era la primera vez en la historia de la
humanidad que alguien concluía que dos fenómenos, aparentemente muy distintos, tienen un único origen. Newton,
uno de los padres de la Física como la conocemos, hizo así la primera contribución a la comprensión unificada del
universo. Pero no sería la última.
Hace poco más de un siglo se reconoció con gran sorpresa que el magnetismo y la electricidad son
fundamentalmente distintas manifestaciones de una sola entidad de la naturaleza. Grandes pensadores tales como
AndréMarie Ampère, Michael Faraday y James Clerk Maxwell llegaron a la sorprendente conclusión de que las
cargas eléctricas crean algo que rellena todo el espacio y que permite que éstas se perciban mutuamente a grandes
distancias. Esa “sustancia” especial fue bautizada campo eléctrico. Similarmente, los polos de un imán extienden un
campo magnético por todo el universo. Más sorprendente aún fue hallar que las cargas eléctricas en movimiento, o
sea las corrientes, son capaces de crear magnetos. Por eso, para evitar que la fuerza de atracción magnética provoque
incidentes, los cables eléctricos que penden de los postes están separados por una distancia específica. La única
explicación de esta observación es que los dos tipos de campo provienen de una mezcla llamada campo
electromagnético. Poco después se comprobó no con menor entusiasmo que la luz es una onda electromagnética
comunicada a través de ese campo, y que, por ejemplo, las ondas de radio no son sino luz que nuestros ojos no
pueden ver.
Para finales del siglo XIX, se creía que la teoría de la gravedad y la del electromagnetismo contenían todo el
conocimiento necesario para entender completamente los detalles de todo lo que nos rodea. Ante la fascinante
tendencia de la naturaleza de regirse con el menor número de reglas, una pregunta aparecía en la mente de algunos
curiosos: ¿sería posible comprobar que estas dos fuerzas fundamentales, la gravedad y el electromagnetismo, son
parte de una fuerza madre única y más grande?
Albert Einstein, el científico más grande del siglo pasado, mientras trabajaba en una humilde oficina de
patentes, nos reveló aún más secretos. Supuso que la luz es una sustancia muy especial que prefiere viajar siempre a
una misma velocidad finita. Einstein notó que esta simple suposición tiene un impacto profundo en las reglas de la
física. En particular, gracias a esta idea sabemos que el espacio y el tiempo se combinan indistinguiblemente cuando
un objeto o una onda viaja a velocidades tan altas como la de la luz, velocidad que nada puede rebasar. En otras
palabras, a velocidades muy altas, la naturaleza no puede distinguir entre espacio y tiempo. Para entonces, Einstein
no tenía en mente la unificación de las fuerzas fundamentales, pero había descubierto la unidad del “cuándo” y el
“dónde” en una entidad llamada espaciotiempo. Einstein fue más lejos aún: él supo ver que el campo gravitacional
generado por cualquier objeto con peso se distribuye por todos los puntos de ese espaciotiempo, es decir, hacia todas
partes y hacia cualquier momento en el tiempo.
Retos del siglo XX
Todo parecía más claro que antes, pero aún quedaban misterios sin resolver. Era inexplicable que los metales
produjeran descargas eléctricas al iluminarlos con luz de cierto color. Este fenómeno conocido hoy como efecto
fotoeléctrico fue descrito por Einstein basándose en la idea de Max Planck de que la energía se almacena en
1pequeños paquetitos energéticos llamados cuantos. Einstein supuso entonces que la luz podía partirse en esos
paquetitos y que la energía de cada cuanto dependía del color de la luz. Estos cuantos de luz o fotones pueden ser tan
energéticos, dependiendo del color de la luz, que son capaces de liberar a los electrones (partículas con carga
eléctrica negativa) que están atados en los átomos de los metales, produciendo corrientes. Hasta entonces, la luz
había sido comprendida como una onda viajando en el campo electromagnético de Maxwell, no como una partícula.
Sin embargo, la elegante descripción de Einstein del efecto fotoeléctrico no dejaba dudas: la luz estaba compuesta
por partículas, similares a los electrones, aunque, simultáneamente, viajaba como onda. Dos conceptos tan lejanos,
partícula y onda, fueron así unificados. Esta es una de las importantes contribuciones que dieron luz a la mecánica
cuántica.
Otro reto para los científicos del siglo XX era el origen de la energía del Sol. Si la luz del astro rey surgiera de la
quema de un combustible común, como aceite, carbón o gasolina, su vida hubiera sido muy corta y, por supuesto,
nosotros no existiríamos. La explicación de este fenómeno tan grande condujo a los investigadores por el camino de
lo más pequeño, por el sendero de los constituyentes primarios de todo lo que nos rodea. En la travesía, la mecánica
cuántica nació mostrando que lo que ocurre en ese minúsculo universo no siempre coincide con lo que la intuición
sugiere, es decir, que el tamaño sí importa. La más útil herramienta de un físico, su intuición, el sentido común,
necesitó revolucionarse para poder entender que la energía se divide en paquetitos, para entender que las partículas
no son “pelotitas” sino algo más complejo que a veces se ve como onda, para entender que un electrón, como una ola
en el agua, puede extender su presencia a través del enorme océano que forma nuestro universo. Comprender al Sol
requirió más de 20 años de mecánica cuántica y resolver el rompecabezas de dos fenómenos del universo
microscópico: el decaimiento beta y la existencia de la antimateria (explicaremos estos fenómenos a continuación).
Antes incluso de que Einstein se hiciera presente, ya se había notado que algo insospechado ocurría en el
interior de los átomos. Algunos de ellos se transformaban en otros muy distintos disparando electrones con
velocidades muy variadas. Esa emisión fue bautizada como radiación beta, el primer tipo de radiación descubierto.
Tras entender que el átomo tenía un núcleo, se notó que la radiación beta provenía de éste, lo cual era muy extraño
dado que los núcleos están compuestos de partículas casi 2000 veces más pesadas que el electrón llamadas protones
(con carga eléctrica positiva) y neutrones (sin carga eléctrica). Se encontró que el origen de la radiación es que un
neutrón sin carga se puede dividir espontáneamente en tres trozos: un protón cargado positivamente, un electrón con
carga negativa, y una partícula ligerísima y sin carga que Enrico Fermi terminó llamando neutrino. Sin embargo, se
sabía que el neutrón no estaba compuesto de las partículas emergentes. De esta forma se descubría una
transformación entre partículas jamás imaginada: el decaimiento beta. Era un indicio de que, en el fondo, el neutrón y
...