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Yagú el lobo azul


Enviado por   •  2 de Abril de 2017  •  Ensayos  •  451 Palabras (2 Páginas)  •  907 Visitas

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Yagú el lobo azul

1. Cinco lobitos tenía la loba

Como dice el antiguo cantar, cinco fueron precisamente los cachorros que tuvo mi madre; y, de todos, el más pequeño fui yo.

 Eso de que nos tuvo detrás de una escoba no es más que un ripio del viejo poeta, que no encontró otra palabra que rimara con la loba, que era mi madre una loba tan brava y tan hacendosa que había convertido nuestra madriguera en verdadera alcoba, algo que hubiera rimado mejor si mejor también hubiese sido el poeta.

Sin embargo, si en los primeros versos aquel trovero aldeano no acerto, hay que reconocer que consiguió rematar la copla con gracia y sobre todo sin faltar a la verdad, porque dijo que...

Cinco tenia y cinco crio,

y a todos los cinco tetita les dio.


Aquí termina la famosa canción y es exactamente donde empieza mi historia, la historia de mi vida, que no sé si será o no igualmente famosa. Es cosa que el tiempo, y solo el tiempo, dirá.

El caso es que necesito contársela a alguien. Si a ti no te interesa, cierras el libro y sanseacabó.

Para empezar por el principio tendré que hacer memoria y acordarme de mi padre. Se llamaba Grulfo y era el jefe de la manada.

En aquellas montañas del norte de Cantabria no era fácil conseguir era una graduación tan importante. Eran muchas las parejas de lobos que vivían en los picos durante la primavera y el verano, más aun las familias que que iban reuniéndose por las laderas al comenzar el otoño, y una autentica multitud la que constituía nuestra manada cuando, descendíamos al valle en busca de unos alimentos que el hielo y la nieve de las cumbres nos negaban.

Mi padre dirigía entonces aquellas temidas partidas de caza, como el general de un poderoso ejército organiza una invasión o una operación de castigo. Situaba a los vigías en los lugares más estratégicos, nombraba entre los más valientes a los jefes de cada patrulla de reconocimiento, y elegía a los más crueles y sanguinarios para el ataque final, el acoso y derribo de la presa; una presa que los más fuertes se encargaban de arrastrar hasta el campamento, donde, por riguroso turno y orden de jerarquía, iba saciando el hambre de carne y la sed de sangre de la manada entera.

Pero como sucede en las batallas de los seres que han dado en llamarse humanos, que con todo dispuesto nadie se mueve hasta oír el clarinazo del cornetín de órdenes del gran mariscal, así, en nuestras feroces embestidas, todos los lobos permanecíamos agazapados en nuestros puestos, quietos como rocas y atiesadas las cortas y puntiagudas orejas, para escuchar mejor el aullido de ataque de Grulfo, nuestro capitán general.

 

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