Invitación Al Diálogo De Las Generaciones
Kathymv087 de Octubre de 2013
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Isaac Felipe Azofeifa
Isaac Felipe Azofeifa (Costa Rica, Heredia, Santo Domingo, 11 de abril de 1909 - San José, 3 de abril de 1997) es uno de los más importantes intelectuales costarricenses. Se dedicó a la poesía, a la crítica literaria, a la docencia y a la política y en todos estos campos dejó una huella indeleble e imperecedera. Como poeta, Azofeifa cantó al amor, al erotismo, a la mujer, al dolor del prójimo y a las tribulaciones del mundo. Por eso, se le ha considerado como el poeta más importante del siglo XX en su país. En el campo del ensayo, fue pionero en los estudios de la literatura nacional. También buscó definir las características que definen la identidad del costarricense. Azofeifa fue además docente, primero en el Liceo de Costa Rica y luego en la Universidad de Costa Rica. Desde esta posición introdujo nuevos métodos de enseñanza y discutió el significado y la función de la educación.
De hidalga estirpe campesina, su obra refleja una fina sensibilidad contemplativa pero apasionada, que alterna el vuelo lírico con su conciencia social. Estilísticamente evolucionó desde el modernismo, sorbiendo de las vanguardias y del postmodernismo hasta conformar su propio verbo.
En 1929 ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde se recibió como Profesor de Estado en Castellano. Formó parte del grupo vanguardista "Runrunismo" y convivió con poetas como Pablo Neruda, Juvencio Valle, y destacó dentro de sus amistades el poeta chileno Pablo de Rokha.
En 1935 regresó a Costa Rica y dedicó su vida a la literatura, la educación y la política. Creó el Centro de estudios de los problemas nacionales, y la revista Surco. De 1943 hasta su jubilación, fue profesor de literatura en la Universidad de Costa Rica.
Se estrenó en la literatura tras obtener el segundo lugar en un certamen de El Diario de Costa Rica. Sin embargo habrían de pasar muchos años antes de que publicara su primer libro de poemas, Trunca Unidad (1958). Con el tiempo se sumaron Vigilia en pie de muerte (1962), Canción (1964), Estaciones (1967), Días y territorios (1969), entre otros.
Azofeifa obtuvo importantes distinciones y premios: Académico de la Lengua; Premio Nacional de Poesía, y en 1972 se le concedió el Premio Nacional de Cultura Magón.
Políticamente, Azofeifa fue uno de los principales fundadores de la social democracia, destacando entre los fundadores del partido Liberación Nacional, en cuyas filas figuró, siendo embajador en Chile y la Unión soviética durante los gobiernos de los presidentes Orlich y Monge, hasta que en 1989 funda el Partido del Progreso, por el cual fue candidato a la presidencia de Costa Rica. Posteriormente funda el partido Fuerza Democrática, ambos de tendencia centroizquierdista buscando consolidar de una tercera fuerza política que neutralizara el bi-partidismo tradicional costarricense.
En abril de 1996, y cuando revisaba su último poemario Orbita, sufrió un derrame cerebral que lo mantuvo en coma por un año.
Y aunque, “todos los poetas son santos y se van al cielo”, como dice el escritor colombiano Cobo Borda, Isaac Felipe era humilde y declaraba: “El poeta es también un ser ordinario, común, y más semejante que los demás al hombre. Ama, come, duerme y es rencoroso y dulce y también trabaja como los honestos bueyes vencidos para ser útil y quizás por esto recordado”.
Tres fueron sus rutas a lo largo de activos y prolíficos 87 años: la educación, la poesía y la política, entendidas las tres como acciones para mejorar la vida de todas las personas. En los tres campos brilló, supo ser innovador, fiel a su ideario humanista hasta el fin, y un hombre jovial y generoso con visión penetrante de la realidad, sus bellezas y sus injusticias.
Sus obras principales son: Trunca Unidad (1958), Vigilia en pie de muerte (1962), Canción (1964), Estaciones (1967), Días y territorios (1969), Cima del gozo (1974), Cruce de vía (1982), Órbita (1996).
INVITACION AL DIÁLOGO DE LAS GENERACIONES
Isaac Felipe Azofeifa
Ustedes dos, Rafael y María, y ustedes dos, Pablo y Ana, digan para empezar: Yo soy un hombre, yo soy una mujer; tú eres una mujer. Nosotros somos cuatro seres humanos. Todos ustedes tienen entre 18 y 20 años.
Están parados en el umbral del futuro. Son mis nietos, mis nietas. Pertenecen como yo, a familias de clase media: de profesionales; arquitectos, artistas, abogados, odontólogas, educadores…, que tienen auto y casa propias y entradas que además, les han permitido educarlos en escuelas privadas y ahora les van a asegurar formación universitaria. Las virtudes de todos nosotros, tanto hombres como mujeres, han sido estas dos: el ahorro y la discvioplina en el estudio y en el trabajo.
Cumplir con nuestras obligaciones profesionales, sociales y domésticas ha sido nuestra máxima preocupación. Pagar religiosamente nuestros impuestos y nuestras deudas. Es decir, resguardar nuestro buen nombre. Mantener rigurosa honradez en nuestro tratos con los demás. Mirar en nuestro derredor sin sentirnos superiores a nadie, porque no nos consume la vanidad del poder económico, social o político. Y mantener la mano tendida hacia los que necesitan un servicio nuestro, solidarios con el dolor o la desdicha de los demás. Eso sí, aspirando siempre a que ustedes lleguen a ser mejores que nosotros. Haciéndoles ver que el lugar en que habitamos es un mundo de oportunidades porque vivimos en un pequeño país de régimen democrático, burgués, capitalista y liberal. Esto significa que ustedes tendrán que proponerse realizar sus objetivos personales en lucha muy dura, a veces rivalizando con otros y otras que también luchan por su buen éxito. El mundo capitalista es un sistema de egoísmos en recia competencia en el cual cada uno de nosotros está sólo con su esfuerzo, con su voluntad. Las escuelas en nuestra sociedad les han dado los medios intelectuales, y su preparación los dotará de instrumentos y técnicas de trabajo, para salir con buen éxito de esta contienda. Los padres hemos vigilado su desarrollo, hemos atendido en la medida de nuestros medios el normal desenvolvimiento de su ser moral y físico. Ningún hijo puede imaginarse nunca, hasta que no le experimente a su vez como padre o madre de sus hijos, cuánto de inquietud, cuánto de indecibles alegrías o satisfacciones, cuánto de desalientos aquí y de inquietudes allá, ansiedades y sueños secretos se fueron creando, creciendo o esfumando conforme ustedes iban alcanzando esos dieciocho, veinte o veintiún años que los han puesto en la puerta del futuro y ahora se asoman al mundo del trabajo y de la cultura superior y luego, con ello, van a hacerse responsables de su conducta personal, política, social, económica y moral y a ser personas adultas, hombres y mujeres plenos. Bien claro queda que en este siglo XX la mujer ha sido conquistar, lado del varón, la orgullosa condición de autonomía moral, de ser libre y responsable, que la historia le negó durante todos los siglos.
Ustedes han nacido sólo hace veinte años y mientras crecían ocurrió que todo en el mundo cambió veloz y radicalmente, mientras ustedes jugaban y reían y miraban pasar las cosas como un espectáculo más: no era todavía su presente.
Ahora ustedes miran el mundo que sienten que es de ustedes y les pertenece, con una sonriente familiaridad y esperan que éste siga siendo el mismo toda su vida porvenir. Yo creo que ustedes disfrutan mucho con los cambios acelerados de nuestro tiempo en todos los órdenes de la existencia. Esta es, en efecto, una sociedad de cosas nuevas que cambian todos los días. Les son familiares desde el primer contacto multitud de aparatos que la tecnología avanzada de la electrónica ofrece cotidianamente, y sus viven abiertas en todas las direcciones del interés. En el mundo se ha ensanchado hasta el máximo de sus límites, o mejor, ya no parece tener límites, porque les parece cosa de todos los días los lanzamientos de cohetes al espacio y las comunicaciones por medio de satélites artificiales. La sociedad misma, es para ustedes no sólo este lugar en que nacieron y crecieron; es el ancho mundo terráqueo.
Porque, ciertamente, viven, pertenecen a este pequeño país, pero la radio, la televisión, el cine, las revistas, los periódicos, todo les habla de un planeta abierto por entero a su mirada; que les invita a viajar, a recorrer ciudades y regiones desconocidas; a conocer gentes de todos los pueblos y distintas culturas; y con ello a disfrutar de tantas playas, y hoteles, yates y aviones, y emociones deportivas, entretenimientos, distracciones y placeres sin fin.
Pero también empiezan a ver de cerca la otra cara de esta sociedad. Todo tiene un elevado precio en dólares, y en todas partes, junto con los dólares-y esto lo ven todos los días en las películas que pasa la televisión-están los crímenes, la gran corrupción. Y descubren que la más profunda pobreza, el hambre, la enfermedad, y los vicios cada vez más asqueantes y una insondable miseria moral, conviven con
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